La ceremonia de traspaso de mando entre la presidenta saliente, Cristina Fernández de Kirchner, y el presidente electo, Mauricio Macri, que se realizará el próximo jueves, amenaza con convertirse en una postal bochornosa que ponga al descubierto, ante los ojos del mundo (presidentes extranjeros, delegaciones diplomáticos y medios de todo el globo), el tamaño de la grieta que divide al kirchnerismo del resto de los partidos políticos que hasta ahora han actuado como oposición.
Hasta ayer, Cristina Fernández mantenía su posición de que el traspaso de los atributos se realizará en el Congreso -durante la Asamblea Legislativa- luego de que Macri jure y pronuncie su discurso. Incluso la cuenta oficial de Twitter de la Casa Rosada informó ayer que “a partir de las 11, en el Congreso de la Nación, comenzará la sesión especial que dará inicio al traspaso del mando”. Agregó: “El saludo a las delegaciones extranjeras y el almuerzo con jefes de Estado se realizará en el Palacio San Martín y, por la tarde, en Gobierno”, apunta.
Ayer, la misma cuenta en la red social informó que ya están cursadas las invitaciones a los jefes de Estado y el canal de Youtube de la Rosada mostró al vicepresidente, Amado Boudou, y al secretario de la Presidencia, Eduardo "Wado" de Pedro, recorriendo las instalaciones del Congreso -recientemente refaccionadas- donde se hará la ceremonia.
Sin embargo, el mandatario electo sigue firme también en su decisión de que recogerá sus atributos en la Casa Rosada, de manos de la Presidenta o de manos de otra autoridad, como podría ser el titular de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti. La situación más embarazosa podría darse si Cristina Fernández se hace presente en el Congreso y Macri decide desairarla, negándose a recibir de sus manos el bastón de mando y yendo a la Casa Rosada para recogerlo de manos de otra persona.
Por eso, ayer Macri se comunicó telefónicamente con Cristina Fernández para informarle cuál será el cronograma de actividades que desarrollará el jueves, incluyendo el traspaso de mando en la Casa Rosada. Según se informó en un comunicado, Macri transmitió a la Presidenta “su decisión de respetar la tradición del traspaso de los atributos presidenciales” y su intención de que ella participe de la ceremonia en Casa Rosada.
Horacio Rodríguez Larreta, quien sucederá a Macri en el gobierno porteño, también sostuvo ayer que el presidente electo “va a tomar los atributos en la Casa Rosada” el jueves 10 de diciembre y señaló que “lo lógico e institucional es que se los dé la Presidenta saliente”, aunque reparó: “Si ella no quiere ir, tampoco la podemos obligar”.
Por su parte, los equipos de ceremonial de Macri y de Cristina Fernández continuaron trabajando ayer en dos eventuales escenarios diferentes y con dos listas de invitados paralelas a la espera de una decisión final. Es el Senado, junto a la Casa Militar, el encargado de la organización de la ceremonia del próximo 10. Hasta el viernes pasado, en la Cámara alta no había instrucciones precisas sobre cómo actuar ya que las negociaciones entre el gobierno saliente y el entrante estaban cortadas.
En el Pro, algunas voces amenazaron con negar logística y seguridad a la Presidenta para que se traslade al Congreso, ya que desde la 0 del 10 el presidente será Mauricio Macri. Es más, está en carpeta la posibilidad de no permitir el ingreso de militantes kirchneristas al Palacio Legislativo para evitar que estos abucheen al presidente electo y lancen vivas a Cristina Fernández.
Al respecto, el futuro presidente provisional del Senado, Federico Pinedo, afirmó que desde Cambiemos no tienen miedo de que el mandatario electo, Mauricio Macri, sea insultado durante la ceremonia de asunción. Lo que no quieren “es que se abochorne al Presidente de la Argentina” y advirtió que “si la ceremonia se transforma en una batalla campal, vamos a dañar a nuestro país”.
Ayer, también, Rodríguez Larreta lanzó una queja sobre la Presidenta que va más allá de la novela bochornosa sobre la ceremonia del próximo jueves. “No se entiende por qué está haciendo esto, complicando la cosa y poniendo palos en la rueda”, señaló. El malestar en Cambiemos es por el raid de decisiones que tomó Cristina Fernández en las últimas semanas, desde que se confirmó la victoria de la oposición en el balotaje.
La principal, es el DNU por el cual se hizo eco del fallo de la Corte Suprema a favor de San Luis, Santa Fe y Córdoba por la detracción “inconstitucional” de una parte de la coparticipación para financiar la Anses, que la Jefa de Estado decidió extender -a modo de beneficio- a todas las provincias, incluyendo a las que no hicieron planteos en la Justicia. De ese modo, los más de 6.000 millones de pesos que implicaban el fallo judicial se transformaron en un hueco de cerca de $ 100.000 millones que impactarán directamente en la administración de Macri.
En este contexto, el pasado viernes el nuevo presidente de la Cámara baja, el macrista Emilio Monzó, pidió a la Presidenta ayudar en la transición apostando por la unidad de todos los argentinos. “Pido a todos colaboración para que, el día más importante de la democracia, todos ayudemos respetando a quien deja el mandato y facilitando la asunción de quien será el nuevo Presidente de la Nación”, dijo Monzó.
Ayer, la propia Presidenta apeló al mismo discurso de unidad de todos los argentinos, en su penúltimo acto como titular del Poder Ejecutivo: inauguró obras ferroviarias en el partido de Quilmes. “No hagamos una vez más el juego” a las minorías que buscan “dividirnos y enfrentarnos con falsos dilemas, falsas antinomias. Son cuestiones formales que no hacen al fondo”, dijo y prometió que el Frente para la Victoria no será oposición obstruccionista a Macri.
El miércoles, en su último día al frente del poder, inaugurará en la Casa Rosada un busto del ex presidente Néstor Kirchner, ocasión que servirá para que la militancia kirchnerista se despida con un gran acto de la jefa de Estado.
