Lui Xiaobo y el declive de China

Liu Xiaobo, escritor disidente que fue el primer chino galardonado con el Nobel de la paz en 2010, murió el jueves de la semana pasada después de haber pasado casi los últimos nueve años de su vida en la cárcel.

Su muerte fue una tragedia y un escándalo. Pero también es una advertencia para sus celadores.

A saber: ningún país que difama y encarcela a su mejor fuente va a alcanzar grandes alturas.

Ningún país que tenga miedo de dejar hablar libremente a un hombre como Liu puede considerarse fuerte.

Los regímenes que tienen miedo también son quebradizos.

Esa es una idea que debería de disgustar a los entusiastas de China que desde hace años han venido prediciendo que el ascenso de ese país a la primacía global es simplemente cuestión de tiempo.

Eso es un análisis geopolítico basado en aritmética de primaria: si Estados Unidos, con un producto interno bruto de 18,6 billones de dólares, sigue creciendo a un ritmo de menos de 2 por ciento anual, y China, con un producto interno bruto de 11,2 billones de dólares, crece a un ritmo de más de 6 por ciento anual, entonces China superará a Estados Unidos en cosa de diez años.

El tiempo está corriendo.

Pero, viéndolo bien, hay diferencias entre tendencias y verdades.

El economista Paul Samuelson predijo en 1961 que la economía soviética rebasaría a la estadounidense en algún momento entre 1984 y 1997.

Se esperaba que el PIB de Japón superaría al de Estados Unidos para el año 2000.

La Unión Europea es otro supuesto contendiente a la dominación global.

¿Por qué China habría de ser diferente a esos otros aspirantes?

La tasa de crecimiento oficial de China se ha reducido cada año desde hace diez años y ahora está en su punto más bajo desde la masacre de la plaza de Tiananmen.

Los préstamos incobrables en los bancos chinos son los más altos en doce años, mientras que el crecimiento de la productividad es el más bajo en 16 años, según Bloomberg.

La población china en edad de trabajar se está reduciendo y tan solo en 2015 perdió a 5 millones de personas.

Las salidas de capital de China fueron de 640.000 millones de dólares el año pasado.

La clase alta y media de China está votando con sus decisiones en materia de bienes raíces.

Todo esto podría significar simplemente que China, como un atleta que envejece, está recorriendo la misma trayectoria de otras economías que han surgido rápidamente de la pobreza para después estancarse debido a que las élites solo buscan sus rentas, los salarios fabriles aumentan, hay desequilibrios demográficos y así sucesivamente.

Esto es lo que se llama la trampa del ingreso medio y, como lo señaló hace unos años el Banco Mundial, "de 101 economías de ingreso medio en 1960, solo 13 se habían vuelto de ingresos altos para 2013".

Para China, empero, las cosas posiblemente se pongan peor.

¿Por qué?

Liu Xiaobo  sabe la respuesta.

Los occidentales fascinados por la hipótesis de la China en auge suelen presentar el argumento de que, si bien la trayectoria del país en derechos humanos es lamentable, esta no tiene efecto en su futuro económico. La economía, alegan, se basan en insumos, no valores.

Cuando mucho, piensan que la dictadura de China confiere ciertas ventajas en eficiencia y decisiones en las que solo pueden soñar  las fragmentadas democracias.

Es un argumento extraño. Las autocracias pueden ser ricas pero jamás modernas. La eficiencia puede significar hacer cosas tontas rápidamente. El control político de los recursos económicos es la receta para la corrupción y la mala asignación de capital. A la fecha, Pekín ve a la economía como una extensión de la propaganda del Estado, maquillando las estadísticas y confundiendo los trofeos con el desarrollo.

El error fundamental es suponer que los valores no son insumos. "El proceso de abandonar la 'filosofía de lucha' fue también un proceso de debilitamiento gradual de la mentalidad de enemigo y de eliminación de la psicología del odio", señaló Liu en una declaración ante el tribunal, que después se convertiría en su discurso de aceptación del Nobel (leído en ausencia).

Y agregó: "Fue este proceso lo que constituyó un clima relajado, en el país y en el extranjero, para la reforma y la apertura, terrenos gentiles y humanos para restaurar el afecto mutuo entre los pueblos y la coexistencia pacífica entre quienes tienen diferentes intereses y valores, lo cual aporta incentivos para mantenerse a la altura de la humanidad para el avance de la creatividad."

La creatividad requiere libertad. Las ideas necesitan espacio para competir y chocar, libres de multas sociales y legales. Conforme las economías se acercan a la frontera de lo creativo, la necesidad de libertad se expande concomitantemente.

La brecha entre la información disponible y la necesaria necesita ser lo más estrecha posible.

Mucha de la información que es económicamente necesaria es también información política, lo que hace que la censura y la represión sean incompatibles con los requerimientos de una economía dinámica.

Liu entendió que el modelo chino de modernización económica sin reforma política estaba destinado al fracaso. Esa perspectiva está en el corazón de la Carta 08, el manifiesto que hizo que acabara en la cárcel. "La declinación del sistema actual ha llegado al punto en el que el cambio ya no es opcional", advirtió.

Como para demostrar que no entendió el sentido de las enseñanzas de Liu, Pekín actuó rápidamente para censurar las noticias sobre él y las expresiones de simpatía en Internet.

Pero al menos un mensaje anónimo le llegó a Nicole Hong, reportera de The Wall Street Journal. Fans de China, tomen nota:

Quieres enterrarlo,

Entiérralo en el suelo,

Pero olvidas

Que es semilla.