Luces, señalización y sombras

Cuando la cartelería se confunde con imágenes publicitarias.

Analía Andrades - Redactora de Diario Los Andes

Feriado del lunes 25 de julio, temprano en la mañana, pleno centro de Mendoza. Día laborable para mí como para muchos otros. El comercio casi completamente cerrado, lo mismo que las playas de estacionamiento. La avenida San Martín, sorprendentemente llena de vehículos, por lo que tuve que dar varias vueltas alrededor del Kilómetro Cero para encontrar un lugar donde dejar mi auto y dirigirme al trabajo. En la esquina de San Martín casi esquina Peatonal había justo un lugarcito entre una camioneta y un auto, frente a un llamativo cartel luminoso de publicidad, y ocupé el lugar.

Al bajar del coche, y a pesar de de la cantidad de autos estacionados, me cercioré de que no estuviera prohibido hacerlo allí. Hice un recorrido con la mirada buscando un poste con su debido cartel que lo impidiera, y no había; luego miré el asfalto buscando una línea amarilla... y nada; subí a la vereda y el cordón pintado de amarillo comenzaba varios metros delante. Cerré tranquila el coche, le dije sí a uno de los habituales cuidacoches de la zona que me preguntó "¿Se lo cuido, doña?", y me fui a trabajar.

Grande y muy, muy desagradable fue mi sorpresa cuando a la salida del trabajo me dirigí a buscar el auto y, desde lejos, vi un papelito blanco en el parabrisas. Era lo que sospechaba, una multa. Pero ¿por qué? me pregunté. Leo lo escrito por el inspector Pérez: "Estacionar en lugar prohibido. Exclusivo para tranvía - Infracción leve $ 662". Masticando mi impotencia volví a recorrer con la mirada el asfalto y la vereda: ni línea amarilla ni poste con cartel.

No podía subirme al auto, me quedé como congelada. Se acercó un cuidacoches, que no era el de la mañana y le despachurré mi bronca.

Me dijo: "Mire arriba del cartel luminoso", y ¡vaya! arriba, muy arriba, tímidamente agazapada, inadvertida por tantas luces led que giraban y giraban en el cartel, una Paquita rectangular con bordes redondeados en la que sutilmente y con elegante y muy delgada tipografía dice "Parada de tranvía".

Con la responsabilidad que me cabe como ciudadana que espera volver a ver a la Argentina en la que nació, al otro día a primera hora fui a pagar la multa, a pesar de que la boletita ofrece gentilmente ejercer el derecho de realizar un escrito presentando pruebas para que la pobre víctima de un país en el cual los códigos internacionales de señalización no tienen ninguna importancia, tenga la posibilidad de no pagar por una tremenda injusticia.

No tengo idea si esos brillantes carteles publicitarios significan algún tipo de ingreso de dinero a la Municipalidad de la Capital o si tienen algún tipo de derecho sobre ellos como para usarlos de base para un cartelito de tipo "información turística" (aunque por la altura sólo pueda apreciarlo un watusi), pero sí sé que, en el marco de la señalética, carece de valor para poder justificar legalmente la confección de una multa.

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