Los sastres, aquellos que no daban puntada sin hilo

¿Cómo se vestían los mendocinos en el siglo XIX? Lorenzo Barcala fue, antes de iniciar su trayectoria militar, un famoso sastre local. Luego, aparecieron una cantidad de sastrerías donde la población comenzó a vestirse “a la moda”.

Los sastres, aquellos que no daban puntada sin hilo
Los sastres, aquellos que no daban puntada sin hilo

En estos tiempos modernos, elegir y comprar una prenda de vestir nos puede llevar algunos minutos. Gracias a la industrialización textil, podemos seleccionar modelos y talles sin la necesidad de que un sastre esté detrás de nosotros tomándonos medidas.

Pero nuestros abuelos no tenían esa posibilidad; estaban acostumbrados a que sus trajes y prendas fueran confeccionadas por un sastre. Aparte del costo, se precisaban varios días para que la prenda estuviera terminada.

Con los años, aquellos sastres de finales del siglo XIX y sus negocios quedaron en el anonimato.

El sastre más famoso

Tal vez, muchos desconocen que el coronel Lorenzo Barcala fue un destacado sastre, que trabajó a principios del siglo XIX en plena urbe mendocina.

Hijo de una esclava de origen africano que había llegado a nuestra provincia (como muchos de los negros que se asentaron transitoriamente y se quedaron) el coronel Barcala  adoptó apellido de su amo, el prestigioso escribano don Cristóbal Barcala.

Desde muy joven, Barcala se inició en el oficio de sastre. Empezó  como aprendiz y luego se independizó poniendo su taller en la manzana 4 de la antigua ciudad.

En aquel local, realizaba todo tipo de hechuras y arreglos de ropas en general y por sus buenas confecciones comenzó a ganarse la fama de excelente sastre, hasta que en 1815 fue reclutado al segundo batallón de Cívicos Pardos.

Meses después, Lorenzo Barcala dejó su oficio y se convirtió en un prestigioso militar.

Las tiendas más importantes

Varias fueron las sastrerías que se establecieron en la ciudad de Mendoza a finales del siglo XIX, principalmente sobre la calle San Martín. Las más importantes se llamaban la High-Life, Buenos Aires, San Martín, Ramini, De Prado y la Oriental entre otras.

Los mendocinos de aquel tiempo se esmeraban, cualquiera fuere su condición social, para estar siempre “a la moda” o por lo menos “presentables” al salir a la calle.

Los caballeros más pudientes, se vestían con telas llegadas desde Europa, especialmente de Francia y Gran Bretaña. También, el sombrero era otra de las exigencias sociales que no debía faltar dentro de este combo de artículos de vestir, pero solamente se compraba en las tiendas de sombreros.

Al llegar a la sastrería, el interesado elegía la tela para su saco o pantalón e inmediatamente el sastre tomaba las medidas para luego aplicarlas a un molde. Después cortaba y confeccionaba la prenda. Luego de unos días la prenda estaba lista.

Varias de estas tiendas contrataban aprendices que trabajaban varias horas cortando y armando pantalones, sacos y chalecos.

Poderosos de la aguja y el hilo

Entre las más prestigiosas sastrerías de la ciudad se encontraba la San Martín y la High-Life. La primera, propiedad del italiano Ernio Falciani y la segunda de su compatriota Miguel de Luca.

La sastrería San Martín estaba  ubicada en dicha avenida, primero al 224, frente a la rotisería Francesa. Antes de poseer este local, Ernio Falciani formó una sociedad con su compatriota de apellido Borocci.

El negocio se llamaba gran sastrería de lujo “La Veloz” y se había establecido en calle San Martín 314. Luego de un tiempo, ambos decidieron separarse.

En pocos años, el negocio de don Ernio se posicionó con mucha fuerza en este ramo, incrementando sus ventas y también su patrimonio: su sastrería vistió a los mendocinos por más de 30 años. Su prestigio lo llevó a  presidir la Societá di Italia Unita.

Otro de los grandes sastres que tuvo la ciudad fue el italiano Miguel de Luca. Este inmigrante llegó a la provincia en 1890 y, a los pocos años, instaló su propia tienda llamada "High-Life" en calle San Martín esquina Córdoba también de ciudad.

En su negocio, don Miguel tenía una gama de surtidos de telas llegadas desde las grande capitales como París, Londres, Berlín y Milán, más otros accesorios como moños, corbatas y guantes. Por supuesto, sus finas confecciones hacían que la alta sociedad eligiera ese lugar.

Con el tiempo, De Luca se transformó en uno de los más poderosos comerciantes de la ciudad y, como Falciani, fue socio fundador y miembro por muchos años de la Societá Italia Unita.

De Luca trabajó en su negocio de sastre por más de 40 años, hasta que el negocio cerró en 1917. Falleció el 7 de noviembre de 1942 a la edad de 87 años.

A principios del siglo XX, se instalaron en las tiendas ciudad Gath & Chaves y The Sportman que traían una nueva forma de vestir denominada por aquella época el “Pret á porter” o “Listo para llevar”que desplazó a las confecciones artesanales.

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