Los puentes mueren de pie

Los puentes son obras de infraestructura que han sido piezas fundamentales para el desarrollo de zonas agrícolo-industriales en nuestra provincia, testimonios de otras épocas. Estas obras en general no surgieron como consecuencia de una planificación previa para el desarrollo, sino que su construcción ha sido históricamente posterior a la ocupación del territorio, cuando se hacía imperiosa su existencia bajo la presión social de la población ubicada sobre sus márgenes.

En una apretada cronología de los puentes construidos en Mendoza, podemos comenzar con la época hispánica hasta la primera mitad del siglo XIX, en que los puentes construidos fueron mayormente de madera: simples troncos que se dejaban caer apoyados entre ambas márgenes, posteriormente fueron palos apenas azuelados colocados unos junto a otros para formar un tablero apto para el cruce de “herradura” (de caballos) y ganado; estos puentes rápidos de construir fueron comunes en el paso a Chile por Portillo. Cuando la luz del cruce superaba el largo de madera disponible se construían pilas centrales de mampostería de ladrillos, los palos se unían entre sí con la ayuda de clavos forjados y tientos.

También hubo en menor medida puentes de calicanto: estructuras en arco construidas en piedra natural o apenas trabajadas asentadas con mortero de cal “apagada” en granos. Estos puentes permitieron cruzar el canal Zanjón, en la ciudad, y el río Desaguadero, en el Camino Real a Buenos Aires.

Posteriormente, se emplean puentes de maderos canteados unidos con chapas metálicas y bulones. Las estructuras apoyaban sobre los estribos de mampostería o sillería de piedra, recurriendo a pilas centrales también de madera cuando la luz a cubrir era importante, como los puentes sobre el río Tunuyán que se ubicaban en Rivadavia y Santa María de Oro.

Recién a fines del siglo XIX, con la llegada del ferrocarril, aparecen los “puentes de hierro” importados, propios del sistema ferroviario y también usados en caminos carreteros. Fueron estructuras reticuladas compuestas por perfiles laminados de acero, unidos mediante remaches, con un tablero de chapas metálicas cubierto con ripio compactado como capa de rodamiento. Dado que estas largas y pesadas piezas debían ser transportadas desde el puerto al sitio de emplazamiento, estos puentes los encontraremos próximos a líneas férreas.

Varias de estas obras permanecen en uso, como el puente de Luján sobre el río Mendoza.

A comienzos del siglo XX aparece en Mendoza el cemento Portland (importado) y rápidamente comienza a usarse en puentes, desplazando paulatinamente a los otros materiales, hasta que iniciada la década del ’40 el puente total de hormigón armado adquiere su liderazgo final.

Esto sin contar soluciones que, aunque muy  arriesgadas, en su momento resultaron prácticas. Por ejemplo, recordamos el puente colgante que a fines del XIX cruzaba el Tunuyán en la vieja ruta 40, permitiendo el paso de una persona a la vez. O la “tarabita” (una jaula suspendida de un cable) que permitía cruzar al torrentoso río Diamante en un paraje al que el puente dio el nombre “Paso la Jaula”.

Lamentablemente la mayoría de estas obras anteriores a 1950 fueron demolidas. Sin embargo, varios de estos puentes históricos aún continúan en pie, algunos en uso. Otros, abandonados, contemplan con nostalgia el nuevo puente construido a su par y otros que han quedado sumidos en el olvido, sufriendo los embates del tiempo en espera de su trágico final que, al decir de Alejandro Casona, es morir de pie.

Estos puentes, tanto los existentes como los ya desaparecidos, ayudan a comprender el desarrollo económico-social y cultural de la región. Además, brindan claves que explican la historia de la ingeniería estructural en Mendoza, pues constituyen un muestrario de soluciones, diseños, materiales y técnicas constructivas empleadas en los dos últimos siglos. Sin embargo, estas obras han sido injustamente olvidadas por el “Patrimonio histórico” tradicional, relegadas a ser un mero punto de referencia o mención en algún plano, a pesar de su alto valor histórico-cultural. Asimismo estas obras han sido postergadas por Turismo, que ni siquiera vislumbra la riqueza histórica para contar qué ofrecen los puentes antiguos en uso y aquellos otros que, aunque en desuso, son bellísimos miradores, destinatarios de múltiples usos posibles.

En el grupo de trabajo  Historia y Conservación Patrimonial -Incihusa-Conicet- CCT Mendoza (ex Cricyt) entendemos que esta valiosa historia de los puentes no debe perderse. Por ello, estamos abocados a la catalogación de estas obras fundamentales de Mendoza, abarcando tanto los puentes existentes como los ya demolidos. Nuestro estudio desarrolla tres aspectos de cada obra: la descripción general, el análisis del funcionamiento estructural y del marco histórico que dio origen a su construcción.

Ilustramos esta nota con una postal del puente de Uspallata, construido por la empresa Hopkings y Gardom entre 1912 y 1913. En 1995, a pocos metros aguas abajo, se construyó el nuevo puente enteramente de hormigón armado que lo dejó en desuso.

Debemos agradecer en especial a la Dirección Nacional de Vialidad DNV, Seccional Mendoza, que facilitó generosamente la consulta de su valioso archivo.

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