Los impuestos aplastan la economía

La alta presión impositiva está actuando en contra de la competitividad de la economía, y ya no se puede recurrir a más devaluaciones para tapar distorsiones.

Por Rodolfo Cavagnaro - rcavagnaro@losandes.com.ar

Argentina tiene una historia poco feliz de gasto público creciente, sin justificación y con una devolución en bienes y servicios tan pobre que, además, resulta cara y de mala calidad. Evidentemente, el Estado necesita hacer una revisión de sí mismo, pero esto nunca ocurre y ante cada desequilibrio, se recurre a ajustar en el sector privado.

Una de las variantes que se usaba para financiar la ineficiencia del sector público era la emisión monetaria, pero cada vez que se recurre a ella aparece la inflación y, aunque parezca mentira, a los gobernantes les resulta cómodo manejarse con ella porque los impuestos ligados a la actividad económica se ajustan en forma automática.

Otra alternativa es la de tomar deudas, pero Argentina estuvo fuera de los mercados de crédito durante muchos años por los efectos residuales del default de 2001. La falta de solución de los juicios de los holdouts dejó al país fuera de los mercados. No obstante, la administración del matrimonio Kirchner lo reemplazó por endeudamiento interno y tomando fondos de organismos públicos como el Anses y el Pami.

Las otras herramientas fueron los aumentos de impuestos, algo a lo que recurrieron las provincias, mientras la Nación dejó congeladas variables que hicieron que la aplicación de los impuestos fuera más gravosa y que se ampliara la cantidad de contribuyentes hasta alcanzar sectores que, naturalmente, debían quedar fuera de los mismos.

La falta de actualización de los mínimos no imponibles del impuesto a las ganancias hizo que cada vez más trabajadores tuvieran que pagar dicho gravamen. La imposibilidad de ajustar balances por inflación llevó a que todas las empresas debieran pagar impuesto sobre ganancias nominales, pero ficticias. El congelamiento del mínimo del impuesto al patrimonio o a la riqueza tuvo el mismo efecto.

Lo cierto es que en los últimos diez años la presión tributaria pasara del 26,5% del PBI al 34,7%, haciendo que el peso del Estado sobre la economía fuera cada vez más asfixiante. Pero cuando se desagrega se comienza a ver la importancia que tiene sobre algunos sectores económicos, haciendo que la significación sea mucho mayor cuando algunos actúan como proveedores de otros y todo eso pega en los costos de los productos finales.

El peso según los sectores

En los últimos tiempos se ha puesto especial atención en el peso de los impuestos porque las variables que antes podían moverse hoy no tienen chance de compensar. Un clásico era recurrir a una fuerte devaluación de la moneda frente al dólar, manipulando artificialmente la paridad cambiaria pero sin cambiar las demás variables, que en poco tiempo recuperaban terreno y ya era necesaria otra devaluación.

En este momento, donde el gobernó ha liberado el tipo de cambio e interviene muy poco en el mercado cambiario, la paridad del peso con el dólar se ve influenciada por el fuerte ingreso de divisas. En algunos casos, llegaron por la posibilidad de tomar nuevos préstamos en el exterior, que posibilitó mejorar el financiamiento de la Nación y las provincias. En otros casos, llegaron para invertir en el mercado de capitales y la compra de bonos del Estado.

En realidad, el dólar está casi quieto en la misma franja desde marzo pasado y no se espera que aumente mucho, pero preocupa que el año próximo llegarán capitales para inversiones, además de los que vendrán por el efecto del sinceramiento fiscal, más conocido como blanqueo de capitales. Seguramente, el Banco Central deberá intervenir y comprar para evitar una revaluación excesiva del peso argentino.

Dado que no se puede devaluar, el problema de la competitividad pasa por bajar costos internos, y este caso se pasa revista a los salarios y a los impuestos. Con la inflación pasada, muchos sectores han quedado con salarios algo desactualizados, sumados a los ajustes de tarifas de servicios por el efecto de comenzar a sacar porciones de subsidios de las mismas.

La búsqueda de respuestas llevó a muchos sectores a estudiar el compendio de impuestos, tasas y contribuciones y así aparecen datos que, primero, asustan, y luego ayudan a entender la magnitud del problema.

El sector del transporte, que es clave por lo que los costos de la logística implican en un país con un territorio tan vasto, reflejó que en el costo total de un flete existe un 37% de impuestos directos que gravan al sector, sin contar otros que los impactan en forma indirecta pero de manera muy fuerte. Entre ellos, los costos de los combustibles, que tienen más del 35% de impuestos, o los impuestos internos que gravan a los neumáticos, que son de alto consumo.

Otro sector con alto impacto es el automotriz, que presentó un estudio revelando que en el precio final de un auto, el 54% son impuestos. Si traslados estos a los precios de un camión, esto ayuda a explicar un poco más los elevados costos del transporte.

Lo mismo ocurrió hace algunos días con el sector textil, que reconoció que en el costo de una prenda de marca, solo el 20% es el valor de las telas, mientras más del 28% son impuestos que gravan directamente a la actividad. En el sector ganadero, se explicó que el costo de los feed-lot para acelerar el engorde de ganado ha crecido por efecto de la presión impositiva y cada vez menos productores acuden a sus servicios.

En el sector vitivinícola, estudios encarados el año pasado por la Fundación de la UNCuyo revelaron que los costos impositivos directos alcanzaban al 26% del costo final de los productos. Lo que este estudio no avanzó es en considerar si la bodega está integrada en todas las etapas y vende directamente al punto de venta o si intervienen varios pasos de mayoristas o revendedores, porque en estos casos, el efecto cascada de Ingresos Brutos lo hace llegar por encima del 50%. Si se le suman otras tasas municipales (derechos de tránsito, publicidad, etc) el cómputo sigue creciendo.

El actual gobierno se encontró con una situación financiera compleja pero debe avanzar seriamente en reformas del mismo Estado para poder bajar impuestos o hacerlos más razonables. Los pasos dados en materia de Pymes es muy promisoria ya que aliviana algunos impuestos y hace más razonable la aplicación de otros, pero no alcanza porque la cadena de impuestos pagados en otros sectores que se incorporan a los costos hacen que la cadena sea cada día más compleja.

En la medida que la estabilidad avance y baje la inflación, el problema será cada vez más grave y no es posible recurrir a una nueva devaluación porque afectaría el poder adquisitivo de los salarios, a la vez que haría pedazos el capital de las empresas.

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