Los cinco gobiernos de Trump

En una era en que el mundo debe moldearse a la velocidad de la tecnología, los gobiernos que prosperarán serán los que sean capaces de captar las señales; y no parece que la gestión Trump lo haya comprendido.

A estas alturas ya debería estar claro que hay cinco distintos gobiernos de Trump frente a nosotros: Trump entretenimiento, Trump limpieza, Trump locura, Trump Partido Republicano y Trump esencial, y nadie puede pronosticar cuál definirá a esta presidencia; ya no digamos que haga que sea exitosa.

Trump entretenimiento ahora aparece a diario en la forma de los indignantes “hechos alternos”, una rueda de prensa pendenciera, un tuit para denunciar a los medios de información como “el enemigo del pueblo estadounidense” o como un encuentro de motivación en Florida, sin conexión alguna con una agenda legislativa en particular y organizado totalmente con el propósito de permitir una hiperactividad del ego del presidente.

El país, no obstante, se está haciendo adicto al Trump entretenimiento. Es difícil desviar la mirada de un presidente que dice cualquier cosa sobre cualquier cosa. Es tan inusual como un elefante que vuele o un caballo que pueda hablar; no se puede evitar mirarlo fijamente. Pero es tal desperdicio de energía. Yo me pregunto si los chinos están pasando los días de esta forma. Sospecho que han agregado otra línea del tren de alta velocidad tan solo desde la elección de Trump.

Trump limpieza comprende a los adultos de su equipo que siguen las consecuencias de Trump entretenimiento y “aclaran” lo que quiso decir el presidente. Es el secretario de la Defensa, Jim Mattis, quien asegura a los surcoreanos que -a pesar de lo que dijo Trump- cumpliremos con los compromisos de seguridad que tenemos con ellos, o a los iraquíes que, de hecho, no les vamos a robar su petróleo.

Es la embajadora ante Naciones Unidas, Nikki Haley, quien aclara que -a pesar de lo que dijo Trump- seguimos comprometidos con los dos Estados para los israelíes y los palestinos.

El jefe indiscutible de Trump locura es el principal estratega, Steve Bannon, quien apresuró el lío inicial del presidente con su decreto presidencial sobre la inmigración. Bannon está dedicado a reducir la influencia mundial de China, la Unión Europea e Irán, así como a hacer de Estados Unidos un país menos abierto a la inmigración y al comercio; un país que sea más blanco y más nacionalista, y un país que esté tan libre de la influencia de los musulmanes y de los inmigrantes como sea posible. Sin duda que alentó los ataques de Trump contra la comunidad de inteligencia y los medios como una forma de debilitar a todas las fuentes de la verdad independientes para que, así, Trump pueda inyectarle directamente al cuerpo político estadounidense su propia realidad mediante Twitter.

A Trump Partido Republicano lo encabeza Reince Priebus y representa la vieja plataforma republicana. Sabe que Trump es una especie invasiva que se apoderó del jardín del Partido, y Trump Partido Republicano solo está tratando de obtener lo mejor de él -eliminar el Obamacare, reducir los impuestos, desregular a Wall Street, promover los combustibles fósiles y nombrar a jueces conservadores- mientras frena sus peores ideas, como su promesa de restringir el libre comercio. Tanto del reporteo diario sobre Trump se ha tenido que concentrar en sus invenciones seriales que nos ha distraído del Trump esencial, que se puede resumir con la cosa más verdadera que ha dicho desde que inició su campaña: “Podría pararme en medio de la Quinta Avenida y dispararle a alguien y no perdería electores”.

Ese es el Trump esencial -un hombre que valora la lealtad por encima de todo lo demás y quien piensa que sus seguidores son tan estúpidamente leales que no lo condenarían si lo vieran cometer un asesinato; un hombre que piensa que solo él puede conseguirle más empleos a la gente común y corriente con solo forzar, él solo, a las grandes compañías; y un hombre que no ha mostrado ningún interés en ganarse la confianza de los estadounidenses que no votaron por él. No nombró a ningún demócrata en su gabinete y, como lo subrayó en su mitin en Florida, solo está interesado en ser presidente del club de seguidores de Trump.

Cuando resumo todos esos Trump no me queda una buena impresión de equipo; me da la sensación de ser un equipo de básquetbol improvisado. No empieza con una visión compartida del mundo en el que vivimos y de cuáles son las mayores fuerzas que moldean a este mundo. Empieza con las conclusiones sobre las que Trump basa sus hechos.

Sin embargo, el hecho es que estamos viviendo en un mundo al que están modelando vastas aceleraciones en la tecnología, la globalización, el cambio climático y el crecimiento poblacional, y el trabajo del gobierno es facilitar que más ciudadanos prosperen en ese mundo y amortiguar sus peores impactos. Estos son los hechos sobre los cuales yo baso mis conclusiones.

En esta era, los dirigentes tienen que desafiar a los ciudadanos a comprender que se requiere más de ellos si quieren permanecer en la clase media; que tienen que ser aprendices toda la vida.

Es una era en la que los gobiernos que prosperen más serán los que sean tan abiertos al mundo como sea posible, en captar las señales del cambio y atraer al emprendimiento, brindar redes de seguridad más fuertes, como la atención de la salud, y fomentar las oportunidades de aprendizaje permanente para cada ciudadano. Tienen que ir a la izquierda y a la derecha al mismo tiempo. Son los gobiernos que están concentrados no en levantar muros sino en preparar a los ciudadanos para que vivan sin ellos.

Es una era en la que los mejores dirigentes construyen confianza hasta arriba, y entre ellos y su pueblo, porque la confianza es lo que permite que los equipos se muevan rápido y experimenten más. Es una era en la que hacer a Estados Unidos grande requiere hacer cosas grandes y difíciles, y las cosas grandes y difíciles solo se pueden hacer juntos. Y es una era en la que, debido a la velocidad del cambio, los pequeños errores de navegación que comete un dirigente nos pueden lanzar muy lejos del camino.

Sin embargo, quizá los gobiernos de Trump nos vayan a sorprender. Quizá los elefantes puedan volar. Y quizá no.

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