Los bomberos que combatieron la granizada en Guaymallén

Su cuartel fue el que tuvo el trabajo más arduo luego de la feroz tormenta del martes. Con vocación de servicio, están siempre listos para ayudar.

Cuando al atardecer del martes los cascotes de granizo comenzaron a golpear con fuerza todo lo que había en pie, en el cuartel de Bomberos de Guaymallén había cinco efectivos de guardia.

Pero ni bien resonaron los primeros llamados para asistir las urgencias, uno a uno más voluntarios fueron llegando apurados. Así, el equipo sumó en total a 16 hombres y mujeres para prestar ayuda allí donde el tiempo apremiaba: los accesos, los barrios y las calles.

Con las cuatro dotaciones  listas para salir a responder a los llamados que habían sido derivados del 911 y los que recibieron directamente al número de la dependencia, el equipo comandado por el jefe Lucas Pérez (36) trabajó ese día hasta pasadas las 23.

“Se nos complicó al principio porque con el aguacero y la piedra, los autos habían bloqueado la salida y por eso no podíamos sacar los vehículos. Eso nos obligó a esperar unos momentos hasta salir a cubrir todas las llamadas”, recuerda Lucas al repasar el intenso operativo que debieron montar para socorrer a las familias con niños que habían quedado atrapadas en vehículos y salvar a las personas de los derrumbes en viviendas que ocasionó el fenómeno climático.

Justamente, el departamento más poblado del Gran Mendoza fue el que sufrió más el impacto de la tormenta y de hecho, la Municipalidad declaró la emergencia ambiental y climática, por lo que todas las áreas afectadas tuvieron que trabajar, inclusive, en horarios nocturnos.

Si bien la cuadrilla de Bomberos Voluntarios depende del Ministerio de Seguridad, sus integrantes no dudaron en redoblar esfuerzos. Es que debido a la fuerza de la intensa y brusca granizada, el teléfono de la delegación ubicada sobre la lateral norte del Acceso Este no dejó de sonar.

Como una familia

En cuestión de minutos, sucedió de todo. Hubo techos colapsados, autos varados con niños y bebés a bordo, tres derrumbes (uno de los cuales incluyó la caída de una medianera con serpentina electrificada sobre ocho autos), se desmoronaron canales, hubo que rescatar a varias personas que se inundaron en la zona del Cóndor y se cayeron varios postes de luz que dejaron a automovilistas atrapados y en peligro, hasta que llegaron ellos con sus equipos para brindarles alivio.

Como una de las claves de su labor es estar precavidos ante los caprichos del clima, los bomberos se anticipan a lo que indica el Servicio Meteorológico: “Cuando han pronosticado lluvias nos vamos organizando los horarios que cada uno tiene disponibles para que haya personal suficiente”, dice Lucas.

A medida que la charla avanza en la sala principal del cuartel, los voluntarios que se encuentran de turno por la tarde van apareciendo, vestidos con su uniforme azul y dispuestos a subirse al camión cuando sea necesario.

Sobre la mesada de la cocina espera un mate preparado y una tarta de manzana casera. En el breve momento que tienen de descanso, Carlos Letard, los hermanos Quiroga (Matías y Pablo), Franco Pivato, Diego Aguilera, Delia Sánchez y Yésica Cáceres comparten recuerdos y explican de qué se trata su labor comunitaria.

Yésica (33) ofrece un café y acerca a la mesa la tarta que ella misma cocinó. Dice que  le gusta preparar cosas ricas para sus compañeros. En tanto, la conversación se detiene en testimonios que dan cuenta de por qué cada uno prefiere arriesgar la vida por otros en lugar de quedarse en la comodidad de su hogar.

Para todos, el hilo conductor de su elección es la vocación por servir y ayudar al prójimo. Para eso, cada uno invierte el tiempo que tiene disponible todos los días, al salir de sus respectivos trabajos o antes de ingresar a ellos.

Carlos, por ejemplo, asegura que la inquietud por ser bombero siempre estuvo presente en su interior. “Por cuestiones laborales me quedaba como una tarea pendiente así que cuando logré ordenarme lo emprendí”, cuenta después de ocho años de servicio y un sin fin de historias y experiencias que, confiesa, lo completan como ser humano.

“Lo que más impacta de cada salida en el caso de los incendios y los siniestros viales, es el estado en el que quedan las víctimas y su familia. Ahí es cuando uno piensa en el después y de qué modo puede acompañar a las personas”, reflexiona el hombre de 34 años, que tiene una empresa de servicios de contenedores y limpieza de terrenos.

Una de las consignas que destaca el grupo para que su trabajo sea lo más efectivo posible es que el funcionamiento es similar al de una familia, donde todos colaboran para lograr un objetivo en común.

De hecho, en cada operativo cada cual cumple un rol específico y al mismo tiempo está a disposición de sus compañeros, en una dinámica movilizada por la solidaridad genuina frente a la emergencia.

“Cuando subís al camión todos tus problemas se quedan afuera y lo único que importa es resolver la urgencia. No hay lugar para nada más”, asegura Matías (26), quien ingresó al servicio en 2011. Antes de que la ronda de mate comience, Lucas recibe un llamado de urgencia.

“Es un incendio en una casa de familia”, dice apurado. Ni bien termina la frase todos salen corriendo al camión, donde se enfundan su casco, la “monja”, la chaqueta, la jardinera y las botas.

Al minuto se dispara la salida por calles y accesos a toda velocidad con la sirena de alerta encendida. El destino es el carril Mathus. Al llegar, el operativo se despliega con premura, entre el humo que había comenzado a impregnar el ambiente. En realidad se trata de un incendio forestal en el que no estaban en riesgo personas.

Luego de que los voluntarios apagan las llamas y mientras se disponen a quitarse los cascos protectores con oxígeno, un hombre que vive en la propiedad lanza la pregunta: “¿quién los dejó pasar?”. “Estaba abierto”, le responde Lucas. El hombre, sin siquiera decir “gracias”, entra a la vivienda y desaparece de escena.

Lucas comenta que estas situaciones son muy comunes y que muchas veces la respuesta de las personas al socorro que ellos prestan a diario es negativa e incluso, hay ocasiones en las que los han agredido e insultado. Otras veces, cuenta, les han robado parte del equipamiento o intentaron destrozar los vehículos.

Sin embargo, para ellos la gratificación de cumplir su tarea y hacer un bien a la sociedad es más fuerte. “Nosotros estamos para resolver los siniestros y ayudar a la gente, eso es lo que más nos importa”, dice con convicción el jefe del cuartel.

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