La ciencia parece que está de moda: científicos vuelven al país, nuevas carreras se abren en las universidades, programas de televisión hablan de ella, y hasta libros escritos por hombres de ciencia trepan en las listas de best sellers. En el fenómeno mucho tiene que ver una nueva generación de profesionales que se plantan ante la comunidad con otra imagen, más pública y amigable y lejos de aquellos investigadores encerrados en el laboratorio inventando fórmulas imposibles.
Así, más cerca del rock star que del “científico loco”, están Pedro Catania y María Teresa Damiani, que tienen además otras coincidencias: ambos de 49 años, son bioquímicos, farmacéuticos, docentes de la UNCuyo, investigadores en el área de salud, marido... y mujer (desde hace 20 años). A esta simbiótica lista le han agregado ahora un elemento más: la escritura de un libro a cuatro manos, “¡Pequeños demonios!”, que ha sido elogiado por el "Messi de la ciencia argentina", Alberto Kornblihtt, y por Adrián Paenza, el más exitoso autor de divulgación científica.
Entre la ciencia y la anécdota, en el libro, que lleva como subtítulo “Cómo se las arreglan algunos microbios para invadirnos y salirse con la suya”, conviven Darwin y los Transformers, la bacteria clamidia y el Pac-Man, Peter Pan y la proteína Rab7, los Redonditos de Ricota y el Trypanosoma cruzi. Todo para explicar al gran público no experto la manera en la que algunos microbios penetran nuestro sistema inmune. Un proceso conocido como fagocitosis.
“Es un tema que investiga Teresa. Primero elegimos microbios que utilizan estrategias para evadir la fagocitosis. Después empezamos a buscar información con algun nexo con la cultura popular, como que Darwin se habría contagiado Chagas en Mendoza. Tratamos de encontrar esa veta para hacerlo mas interesante para un lector promedio”, cuenta Pedro junto a su socia, que completa: “Pero sin quitar la parte científica, porque los microbios que se eligieron tienen distintas manera de evadir, y un lector experto sabe que son como íconos de esto”.
Para ambos, Escribir no es nada nuevo: ella lo hace en papers, esas publicaciones científicas que documentan algún avance o descubrimiento: él se inclina más por la ficción, con cuentos y novelas (todos inéditos).
El resultado de ambos estilos es “Pequeños demonios”, que ya desde el título establece el link con la cultura masiva (es una frase que Homero Simpson le suele gritar a su hijo Bart). Ess complicidad con el lector, ejemplificando conceptos científicos por medio de obras o personajes de la literatura, el cine, la TV o la música, transforma a Teresa y Pedro en bichos raros del mundo de la ciencia en Mendoza, todavía muy encerrada sobre sí misma.
“Nos emociona el arte, la música, la naturaleza. Somos ávidos consumidores de todas las formas de cultura, tanto popular como la llamada alta cultura. Nos divertimos escuchando rock, jazz y ópera. Leemos mucho, cada uno diferente tipo de lectura, pero los libros son una parte importante de nuestra vida”, dice ella para explicar la galería de personajes e imágenes conocidas por todos que desfilan por el libro. “Como somos 'alquimistas', nos encanta eso de mezclar cosas y ver qué pasa”, completa él.
Jugar a la ciencia
Recorriendo la casa el ojo busca algo que nos diga que allí viven científicos. Una foto de Einstein sacando la lengua o el clásico hombre de Vitrubio de Da Vinci; pero lo más cercano que descubrimos en un vistazo es un libro de Isaac Asimov, el gran best seller mundial de la divulgación científica, mezclado entre las obras de Borges (escritor de cabecera de Pedro, citado varias veces en “Pequeños demonios”) frente a la mesa de pool y el metegol, los juegos que rompen la seriedad de la ciencia que hace este particular matrimonio.
“El investigador tiene muchas cosas en común con el niño -analiza Teresa-. Porque vos jugás mientras estás trabajando: creás, inventás, suponés, te armás una serie de historias que después con el método científico tenés que comprobar. Pero parte del entusiasmo que te ayuda a sobrellevar la mayor parte de los fracasos en ciencia es eso, que te divertís. El que ama lo que hace no ha perdido esa inocencia del niño que se maravilla, se asombra, frente a lo desconocido”.
Así, Teresa y Pedro se propusieron llevar a sus lectores como a Alicia al país de las maravillas, basados en sus experiencias como docentes (ella en la carrera de Medicina, él en la de Odontología).
“Como docentes tratamos de encontrar esa veta más histriónica para presentar los temas en una clase. De enocntrarle la vuelta para captar la atención del oyente, tratando de hacer fácil lo difícil. Queremos no solo transmitir un conocimiento, sino también el interés por ese conocimiento”, explica Pedro.
Y reconoce que “es un riesgo” el que corrieron al elegir este particular estilo para hablar de los microbios, ya que algunos pueden acusarlos de banalizar la ciencia. “La hipotética mirada de los colegas pesa. 'Si lo escribo así, estos me van a sacar el cuero'”, dice con una sonrisa.
Una vida codo a codo
Se miran y ríen cuando se les pregunta si lo suyo fue amor a primera vista. “Casi...”, dicen a coro. Después de ponerse de novios en segundo año de la facultad, estudiaron y rindieron codo a codo, tanto que se recibieron el mismo día. Después pusieron un laboratorio privado, una experiencia que no funcionó y que los llevó a elegir la docencia y la investigación.
“Hemos hecho muchas cosas juntos, pero también muchas separados. Creo que la capacidad de seguir juntos es tener cada uno su propio espacio. Por eso cada uno se dedicó a una cosa distinta dentro de la bioquímica”, cuenta Teresa, que es un referente a la hora de hablar de la clamidia, bacteria que padece una de cada tres mujeres en el mundo, “a muchas de las cuales les roba lo más preciado que tienen, su fertilidad”, explica.
¿Y en su casa se habla solo de bioquímica?. “No, la verdad que no. Nuestros amigos no son bioquímicos, por ejemplo. Nos aburre muchísimo hablar de bioquímica fuera del ámbito laboral”, continúa ella, que parece la más verborrágica de la pareja. Pedro, algo más callado, responde con modestia cuando se le pregunta si se considera un escritor: “Soy un superlector”, dice ante la mirada cómplicede su esposa, que revela la nueva tarea que han emprendido juntos: otro libro. Esta vez, del lado de la biofísica, la especialidad de él. Como para equilibrar aún más las cosas en esta sociedad (matrimonial y científica) tan equilibrada.
El libro
“¡Pequeños demonios! Cómo se las arreglan algunos microbios para invadirnos y salirse con la suya”, fue editado por la Editorial de la UNCuyo (Ediunc) y se presentará el jueves 26 a las 12 en el Cicunc. Con prólogo del prestigioso biólogo Alberto Kornblihtt e ilustraciones de Gabriel Fernández y Fernando Rosas, es una obra de divulgación que obtuvo una mención en el Concurso Ida y vuelta 2013 de Ediunc.
Los autores, María Teresa Damiani y Pedro Catania, explican el comportamiento de los microbios a través de protagonistas cercanos y conocidos de la cultura popular, más accesibles para el público que no está habitualmente habituado a leer textos de las ciencias denominadas “duras”. Para esta tarea se apoyaron en la literatura, el cine, la televisión, los cuentos populares y hasta la música.
Un fragmento de la obra
¡Damas y caballeros, pasen y vean! ¡Acérquense por aquí! Pasen y vean las proezas de escapismo más asombrosas de la naturaleza. Deténganse un minuto a reflexionar sobre lo siguiente: si alguien les promtiese revelarles los secretos de escapismo del gran Harry Houdini, ¿no se avivaría en ustedes el insidioso fuego de la curiosidad? ¿No querrían saber cómo escapaba a sus ataduras, cadenas y baúles?
¡Pues bien, señoras y señores, pasen ustedes y descubrirán los secretos de unos tránsfugas aún más sorprendentes que el gran Houdini! ¡Prófugos tanto más ingeniosos cuanto microscópicos y letales son! ¡Vean, sino, este tripanosoma y díganme si no es mejor que el mismísimo Harry!
¿Lo han descubierto ya? Sí, señoras y señores, sí amables lectores, estamos hablando de revelarles, por un módico precio, los trucos de los que se valen los microbios patógenos para escapar… ¡de una muerte segura!