Masacre en el barrio Trapiche: lo que puede enviar a prisión al acusado del triple femicidio

El cuchillo hallado en un contenedor tiene huellas de Daniel Zalazar, el único acusado. Y en la cabeza del chico de 11 años internado en el Notti y sobreviviente de la matanza, hay esquirlas que son del arma hallada. Para esta semana se esperan pericias c

Poco después de la medianoche del domingo pasado, Daniel Zalazar (30) llegó a la casa del barrio Trapiche de Godoy Cruz donde vivía Lorena Arias, una chica de su edad que había conocido cuando la tuvo de alumna en taekwondo.

Era la primera vez que Zalazar iba a esa casa; por eso, en las conversaciones previas con ella le costó que lo orientara para llegar. La reunión entre Arias y Zalazar se debía a una bebé que la mujer había dado a luz 9 meses atrás. Lorena, que trabajaba en una escuela, le aseguraba que esa bebé era fruto de su relación con él.  Zalazar lo ponía en duda.

El hombre, nacido en Catamarca, criado en Santa Cruz y con diez años de residencia en Mendoza, vivía de enseñar taekwondo en varios sitios: en uno de ellos era profesor (“sabon” en la jerga de ese deporte) de dos de los hijos que Lorena había tenido con otros hombres: uno de 8 años y otro de 11.

"Venite y arreglamos bien el problema", le explicó ella. El profesor se iría alrededor de cinco horas más tarde de esa casa. Pero no con el asunto solucionado.

A las siete de la mañana de ese domingo, Zalazar, con algunas heridas, se hizo presente en el hospital Central; evitó el control policial y encaró directamente a la guardia: "Me asaltaron", les dijo a los médicos. Los médicos no le creyeron y llamaron a la Policía, que justamente buscaba a un sujeto con las características de Zalazar. Quedó detenido. "Lo buscan porque está acusado de matar a tres mujeres", le confió un policía al médico.

Para los pesquisas judiciales y de la Dirección de Investigaciones que han trabajado con un profesionalismo pocas veces visto en la Policía local durante toda la semana pasada, Zalazar es el autor de las muertes de Claudia Lorena Arias (con quien tendría una bebé), Marta Susana Ortiz y Silda Vicenta Díaz (tía y abuela de Lorena). Las tres mujeres fueron asesinadas a punta de arma blanca, en un hecho que no registra demasiados antecedentes en Mendoza.

"Alrededor de las 5 de la mañana, después de que la discusión por su paternidad ganara en violencia, el hombre agarró un cuchillo -probablemente de la casa- y mató a quien sería la madre de su hija", interpreta un investigador.

Luego suponen que a la muerte de Lorena sobrevino la de Marta (45), que ocurrió cuando ella intentó  impedir el ataque a su sobrina. Con los dos cadáveres esparcidos en un pasillo de la casa, y con la idea de no dejar testigos vivos, Zalazar fue hasta la pieza de la dueña de la vivienda, la anciana Silda Díaz (90), a quien degolló en la misma cama sin darle tiempo a que despertara.

Con su presunta hija y con el nene de 11 años hijo de Lorena, Zalazar creyó que había hecho lo mismo: aniquilarlos, "pero con ellos no fue tan violento, tal vez por ser menores. Los dejó con vida, aunque creyendo que los había matado", es la especulación de la Policía.

Mientras esta faena criminal se llevaba adelante, otro de los hijos de Lorena, un nene de 8 años, logró escabullirse en medio de la carnicería que Zalazar perpetraba. "Y el niño pasó un buen tiempo escondido en el patio entre medio de unas macetas, junto con su perro, mientras su profesor de artes marciales, al que él llamaba 'sabon', recorría la casa con un cuchillo en una mano y una linterna en la otra", rememora un pesquisa.

El niño actuó con una astucia que aún mantiene obnubilados a los investigadores. Y después de ver pasar varias veces al asesino cerca de él y tratar de respirar silenciosamente, corrió y con sigilo se metió -también con su perro- en el baúl del Chevrolet Astra de la familia que estaba en la cochera. Para eso, el niño tuvo que ir por las llaves del auto.

"Un tío del nene, que es policía, ya le había advertido que ante cualquier problema de inseguridad en la casa, un buen lugar para esconderse era el baúl del auto", explica un detective. Allí permaneció un tiempo hasta que cuando todo era un silencio propio de la madrugada de un domingo: el niño supo que el depredador ya no estaba y salió de su escondite.

De acuerdo con la investigación -aún faltan pericias de todo tipo que se conocerán en esta semana- Zalazar, intrigado o cansado de buscar al que creía el único sobreviviente, abandonó la casa, pero antes tomó una vela artesanal, la encendió y la colocó en una base de cerámica; después liberó el gas de las cuatro hornallas de la cocina. "Creemos que el hombre se fue de la casa sabiendo que le faltaba una víctima; y que pensó que la vivienda se iba a incendiar o a estallar con la pérdida de gas más la vela", razona una fuente de la fiscalía.

Cuando antes de las 9 de la mañana de ese domingo el fiscal especial Santiago Garay llegó al sitio le vino a la cabeza una máxima que suele contar entre sus íntimos: "A los fiscales y a los ayudantes de fiscales nos toca esto de abrir una puerta y no saber con qué te podés encontrar en un hecho. A diferencia de los (abogados) defensores y de los jueces, que apenas miran las fotos de la desgracia en los expedientes una vez que todo ha sucedido. Nosotros no, vemos todo de primera mano". El fiscal fue el que apagó la vela.

En el momento en que el niño estuvo seguro de que su "sabon" ya no estaba en casa, salió del baúl, fue a la cama donde estaba su hermano de 11 muy malherido pero milagrosamente consciente; él le dio su celular y el nene de 8 años llamó a su abuela. "Traigan ambulancias, el sabon mató a todos". Desde la casa de la abuela llamaron al 911.

Garay no esperó los tiempos burocráticos de la Justicia para pedir una cámara Gesell y le tomó declaración al pequeño sobreviviente "porque era notorio que el nene tenía avidez por contar lo sucedido, quería quitarse eso de encima", continúa la fuente judicial. Esa declaración -que fue grabada y tomada ante una psicóloga y una asistente de menores- es otra de las pruebas que hunden al profesor de artes marciales.

La bebé y el niño de 11 años atacados por el asesino estuvieron a centímetros de la muerte durante la semana pasada en el hospital de niños Humberto Notti.

El varón presentaba heridas que dejaban percibir la violencia del ataque, "a tal punto que tenía lesiones en la cabeza que parecían de esquirlas; pero en el hospital se comprobó que correspondían a cuchilladas: tan fuertes fueron que quedó el resto de un metal en la cabeza del niño", explicaron desde la pesquisa.

Para entonces, Zalazar quedaba detenido en el hospital Central porque la Policía, en base a lo que había contado el nene del baúl a los primeros efectivos que llegaron a la casa del barrio Trapiche, ya lo tenía identificado.

El profesor Zalazar presentaba heridas en varias partes del cuerpo y se las achacaba al asalto que, según dijo, acababa de sufrir en calles José Vicente Zapata y San Juan.

Lo llevaron a la seccional 7 de Godoy Cruz, donde un policía le sacó una foto que en horas se hizo famosa: el hombre apoyado contra la pared plagada de grafitis tumberos miraba con aire ausente a quien lo retrataba.

Zalazar declaró ante el fiscal Garay y contó lo mismo: que lo asaltaron, que estuvo en la casa del barrio Trapiche con Lorena, pero que cuando se fue todo estaba bien. Su departamento de la calle Infanta de San Martín, donde el sospechoso vivía con su hermana, fue allanado. Los policías se llevaron cosas, pero algo que nadie tenía en sus planes estaba a punto de acontecer. El lunes 24 a la tarde, unos trapitos que trabajan en Primitivo de la Reta entre Vicente Zapata y Rondeau descubrieron en un contenedor una bolsa extraña y llamaron a la Policía.

Esa bolsa cobijaba un pantalón, un buzo, un par de zoquetes, una campera negra de polar, zapatillas deportivas, gasas, guantes de látex y un cuchillo Tramontina partido al medio. Todo embadurnado en sangre aún húmeda.

Las pericias  sobre esos elementos lo comprometen, y mucho: "Las huellas en el cuchillo son las de Zalazar", deslizó un pesquisa. Y las partículas de hierro halladas en la cabeza del chico de 11 años en el hospital Notti corresponden, según la pericia, al cuchillo encontrado en la bolsa.

En la faceta psiquiátrica de la pesquisa, los investigadores se enteraron de que Zalazar era profesor de taekwondo de dos de los hijos de Lorena: los dos que estaban la noche de la masacre. "Y en los últimos tiempos, durante esas clases, Zalazar casi no les daba bola a los dos niños", dijeron desde la fiscalía.

De momento, el temor de los pesquisas radica en que el profesor de taekwondo pueda ser considerado inimputable.

Por lo demás, "lo tenemos agarrado de todos lados", aseguraron en Investigaciones.

Perfiles y detalles

Daniel Zalazar. Es un profesor de taekwondo que daba clases en tres sitios. Nació en Catamarca, se crio en Santa Cruz y en Mendoza empezó a estudiar Medicina pero nunca se recibió (aunque en algunos ámbitos decía que era médico). No tiene prontuario policial. Está en la cárcel Boulogne Sur Mer y habla poco con los presos. Pero repite que no tiene nada que ver con lo que se lo acusa.

Lorena Arias. Tenía 30 años y cuatro hijos: una nena de 13 y uno de 11 de un mismo padre; uno de 8 de otro. Y una bebé de 9 meses que, se cree, era de Zalazar. Trabajaba en una escuela primaria y hacía poco se había mudado a lo de su abuela. Su familia no conocía a Zalazar.

El móvil. La fiscalía cree que Zalazar veía como una frustración la hija que tenía con Arias fruto de una relación casual. Que creía que con esa hija perdía su libertad y que esa noche explotó en ira e hizo lo que se le adjudica. Las pericias psiquiátricas aún no se han dado a conocer.

Acusación. Está imputado por triple femicidio agravado criminis causa por los asesinatos de Arias, de Marta Ortiz, tía de la joven, y de Silda Vicenta Díaz, abuela.  Y tres tentativas de homicidio por los ataques contra los hijos de la mujer, entre ellos la bebé que tenían en común. Antes habían acusado a Zalazar por homicidio transversal, dos homicidios simples y dos tentativas de homicidio.

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