Lo mejor de 2015 y los recomendados para 2016

Los destinos que deslumbraron este año y los que recomiendan para el próximo los periodistas de Turismo.

En este, el último Suplemento de Turismo del movidito 2015, optamos por mostrar las caras detrás de las palabras, las vivencias de los periodistas –viajeros incansables ellos- que cada domingo ofrecen su particular punto de vista a los lectores que se suben a un avión , a un barco, a un tren, a una bici o a un auto  y nos acompañan a través de las páginas, se deslumbran con nosotros, se entusiasman, conocen lugares a partir de nuestros relatos, y se tientan para realizarlos en sus próximas vacaciones o simplemente se animan a soñar.

Hoy cada integrante del equipo de Turismo hace su balance personal, subjetivo y sin editar, de su destino favorito de los últimos 12 meses y sugieren los viajes imperdibles para el año que comienza.

Oukira y el fin de las travesía de las zapas

Tania Abraham -Editora Suplemento de Turismo

Siempre hay un jeans gastado, una remera que adoramos, la mochila que se banca otro viaje  y en mi caso las John Foos desbaratadas. En poco más de un año asistieron al Grand Prix Histórico de Mónaco, se pasearon por el Llao Llao, por la fiesta de Güemes en Salta y por la Quebrada de Humahuaca. Desandaron el puente de Carlos en Praga, recorrieron los campos de concentración en Alemania, subieron y bajaron de varios cruceros. Pasearon por Valencia, Marsella, Palmas de Mallorca, atravesaron la Liguria. Se hospedaron en Budapest, tocaron el mármol ondulado de Haya Sofía en Estambul, se apuraron para comprar chocolates en Bélgica y recorrer los barrios de Ámsterdam. Se iluminaron en la noche de San Juan de Barcelona, se mojaron en Londres, persiguieron gatos en Cadaqués, amanecieron en varios aeropuertos. Pisaron el desierto de Atacama, el de Marruecos y el lavallino; se enterraron en las arenas de Brasil, Colombia,  la Costa Azul y Chile. Se gastaron en varios de los 100 barrios porteños, acompañaron en las compras de mercaditos bolivianos y sevillanos, se tiñeron de pistacho en Roma y de Malbec en los Caminos del Vino.

Esquivaron transeúntes en Madrid y bailaron en la Fiesta del Poncho en Catamarca, también acompañaron los compases de Strauss en Viena y la presencia de ballenas en Puerto Pirámides. Fueron a la Quiaca y a Ushuaia. Pisaron el Ártico, los canales de Copenhague, la prolijidad de Zurich y el jardín de esculturas de Oslo.  Ascendieron a la Acrópolis, bajaron al  puerto de Santorini. Subieron a trenes, tranvías, buses, aviones, semi rígidos y semi sumergibles. Resistieron al Ariel y al lavarropas, resistieron solo por no quedarse en casa.

Mis viajes preferidos son los que cada domingo les cuento junto al dream team de Turismo, los conocen, desde los laborales hasta los personales. Sin embargo hoy, cuando veía mis viejas zapas camino a la bolsa con ropa para regalar, repasé las travesías en las que me acompañaron, y encontré  una experiencia –al menos-  que aún no publiqué: la de Oukira en las afueras de Marrakech. Aquí mi sugerencia para 2016.

Un taxi con un parlanchín local de oscura piel y claro español nos condujo a los pueblos enclavados –literalmente- en las montañas, antes del insondable desierto, en las puertas del Atlas. Allí un joven que solo hablaba berebere fue el encargado de guiarnos tras atravesar un puente de pocas tablas sobre el río que corría muy, muy abajo. El tachero nos esperaría en la ruta, dijo.

Caminamos sorteando obstáculos por la zona rural durante más de una hora hasta los cerros de caseríos olvidados. En el trayecto, mujeres lavando sobre piedras junto al curso de agua, otras arrastrando bueyes y pesados arados en los cultivos familiares. Un cementerio sin lápidas y una mezquita que de tan humilde apenas parece una habitación abandonada, aunque su parlante reza religiosamente 5 veces al día a Alá. El potrero, porque el fútbol también es excusa de amigos por allí, y hasta la 10 del Barcelona con Messi impreso en ella, otra instantánea del aislado caserío tallado en las laderas.

Flacas vacas proporcionan la leche fresca, gallinas adueñadas de viejas construcciones contribuyen al sustento, mientras gatos hambrientos pululan esquivando a los mirones. No se ven muchos habitantes, se esconden.  La perfecta red de canales en torno al río, siguiendo la milenaria ingeniería árabe, aún ahí. Aguas claras como el cielo y la mirada del anfitrión, transparente, honesta.

La morada que comparte con su familia tiene dos plantas, hay habitaciones en la primera, sin camas, con catres y colchas de lana; hay un leñero con brasas ardientes en un rincón del piso para el té y el cuscús, en una cocina sin mobiliario, hay un living occidental y otro propio de sus costumbres con alfombras, banquetas bajas y almohadones, hay una ventana que da al valle con una vista que envidiaría cualquier 5 estrellas.

Dimi no habla ni francés ni español, tampoco inglés. Nosotros no dominamos el berebere. Nos comunicamos por señas, quiere que comprendamos su explicación, nos esforzamos, queremos entender, saber más sobre su cultura. La clase del esquema alternativo de comunicación, el semiótico, en forma empírica: querer decir, poder comprender, en una situación específica, en un ámbito sociocultural determinado, con disparidad en los conocimientos de la/s lengua/s pero con la intención de encontrarnos. Una coqueta tetera plateada y vasitos de vidrio para el té de menta, nos sentamos en silencio, nos miramos, observamos el afuera y no hicieron falta palabras.

Lo mejor del 2015
El año me sorprendió en los dos extremos del mundo, en el Ártico y también en aguas antárticas, y en el medio, un lujito también gélido. Por ello extraje estos 3 viajes entre los que realicé este año, valen cada tramo. ¿Vamos?

Finlandia nuevamente me sorprendió, ya lo había hecho años antes cuando en el mes de julio, desde San Petersburgo (Rusia) crucé el golfo para vivir las noches blancas, o el sol de medianoche, que también se disfruta en Noruega. Este fenómeno dado por la inclinación del eje de la tierra hace que el Polo Norte quede encarado al sol en tiempo estival manteniendo la zona ártica iluminada 24 horas. En invierno, a la inversa, los deja en absoluta negrura pero obsequia otros guiños, luces de colores que bailotean en lo alto: las auroras boreales. Los aborígenes del ártico, los samis, también conocidos como lapones las llaman 'Guovssahas', que se traduce como "la luz que puede oírse". Nadie puede dudar de su creencia cuando en esos confines, la nada misma parece encarnarse, o el todo, como prefieran.La sensación de paz entre tierra, agua y cielo, la pequeñez humana ante la vasta creación, y algún sonido que desconocemos si proviene desde arriba o desde adentro.

Crucero por el Lago argentino, el Calafate. Ñires, lengas, cohihues, los caminantes detectan las especies, calafates, más adelante, verdes perennes, y arbustos de transición rojizos en franco ascenso entre rocas erráticas por el Bosque andino Patagónico. Caminamos en fila, con cuidado, pisando firme, extasiándonos con la pureza del aire. A modo de descubridores, avanzamos, insolentes ante la inmensidad de este sector del planeta. Y como un espejismo después de los arbustos achaparrados en lo alto, la primera imagen del glaciar Spegazzini que nos desbaratan la mandíbula. No es para menos, tiene una superficie de 66 km2, un ancho de 1,5 Km y con paredes frontales de entre 80 y 135 metros.

Nuevamente en el barco (Crucero MarPatag) con rumbo al titán de hielo para verlo cara a cara, con su espectacularidad frente a los ojos, algo así como un edificio de 30 pisos helado, como en una película editada pasamos del trekking al servicio 5 estrellas, y no es difícil acomodarse con un vino mendocino en la copa.

Ushuaia, irreverente. J.J. conduce la Lan Rover con destreza y una dosis de atrevimiento necesaria para hacernos vibrar un día gris de diciembre en el que la nieve no deja de caer. Las castoreras son apenas la antesala de una aventura que entre gallos y media noche nos inserta en la espesura del bosque fueguino, nos hace saltar y agarrarnos fuerte a los cinturones, a los asientos a todo aquello que parezca estable. Nos mete en huellas anegadas, nos saca con furia y nos deja a 35° de inclinación con las cabezas mirando la tierra húmeda, se ríe. No se conforma e ingresa al lago, las gargantas ya no dan más y las carcajadas resuenan mientras los ojos intentan regresar a su órbita. Cuando la pedregosa costa nos ampara, toma un atajo, feroz,  y después, dice con disimulada ironía: a caminar. Los turbales y su inestabilidad bajo los pies, esbeltos árboles de más de 300 años, nos rodean, otros caídos que debemos saltar con premura para no quedarnos en la retaguardia en una noche aletargada, con claros de luz que aún permiten ver donde pisamos. Una cabaña de madera, con una mesa y dos bancos de tronco. Choripán, carne asada, velas como única señal lumínica cuando a las 23.30 las estrellas destellan, flan con dulce de leche, y good show.

Destino 2015

Pepo Garay - Colaborador

Eje Cafetero. Colombia es una delirante explosión de vida, bellezas y realismo mágico. Lo aprende rápido el viajero que visita el Eje Cafetero. Una preciosa región montañosa ubicada al oeste del país y que recibe su nombre por hospedar las plantaciones del grano de café más laureado del planeta. La zona comprende cerros como vergeles cubiertos de bosques y palmeras, deliciosos pueblos coloniales, volcanes activos de más de 5000 metros de altura, termas con vistas sobrecogedoras y gentes amables, divertidas y entrañables. Emblema del Eje es el municipio de Salento. Un pueblo que además de su patrimonio arquitectónico, ofrece circuitos de trekking, cabalgatas y paseos en jeep que se besan con montañas tropicales, fincas (donde se aprecia de primera mano las labores de la recolección del café) y cascadas. Vecino a la localidad, imperdible resulta el Valle de Cocora, con sus cúspides celestiales, sus laderas de alfombras verdolagas y palmeras de hasta 60 metros de altura.

Destino gasolero. Cafayate. Ubicado en el sur de la provincia de Salta, esta preciosa localidad de los Valles Calchaquíes ofrece un interesante portfolio de propuestas para quienes por necesidad o elección buscan alternativas económicas. Al respecto, destacan las caminatas, como la que lleva a las Cascadas del Río Colorado. En el paseo solo se invierten las ganas de contactarse con la naturaleza de la mano de los impresionantes cerros que rodean al pueblo. Otras opciones son las visitas gratuitas a las bodegas locales (donde se degustan deliciosos vinos y se aprenden los secretos de su proceso de producción) y a la fábrica artesanal de quesos de cabra (los $ 15 de la entrada incluyen un tour guiado por el establecimiento y una degustación de seis variedades de quesos). Además, se puede dormir en un hostel por $ 80 (en habitación compartida con otros viajeros), comer una docena de empanadas por $ 35 y alquilar una bicicleta durante 4 horas por apenas $ 100, y así recorrer la vecina y espectacular Quebrada de Las Conchas. Si se dispone de movilidad propia, el regalo al alma es tomar la Ruta 40 y con rumbo a Cachi (distante 160 kilómetros hacia el norte), disfrutar de uno de los paisajes montañosos más notables del mundo.

Paseo Histórico - Cultural: Estancias Jesuíticas (Córdoba). Declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, el circuito de las Estancias Jesuíticas de Córdoba convoca a todos aquellos viajeros amantes de la historia, la arquitectura y la mística. Se trata de un compendio de reliquias nacidas a partir del inicio del siglo XVII, por obra y gracia de los miembros de la desaparecida Compañía de Jesús. En total, son seis los tesoros por descubrir: La Manzana Jesuítica de Córdoba Capital (construida en 1608), la de Colonia Caroya (de 1616, está ubicada 45 kilómetros al norte de la Manzana), la de Jesús María (muy cerquita de la de Caroya, levantada en 1618), la de Alta Gracia (de 1643, 40 kilómetros al sudoeste de la ciudad de Córdoba), La Candelaria (1683, emplazada en los fondos del Valle de Punilla, 230 kilómetros al noroeste de "La Docta"), y Santa Catalina(1624, 70 kilómetros al norte de la cabecera provincial). En estas dos últimas, además de las particularidades monumentales de las construcciones per se, se pueden apreciar las generosas virtudes de las sierras mediterráneas.

Un lugar en el mundo: Chamonix (Francia). Custodio de los Alpes franceses, tiene apenas diez mil habitantes. Sin embargo, goza de un intenso movimiento todo el año. Es el que le imprimen las avalanchas de turistas que se acercan al centro oeste del país galo para disfrutar de los encantadores paisajes montañosos que ofrece la Alta Saboya, y las actividades en torno a aquel regalo descomunal. Caminatas y picnics al aire libre en verano. Esquí y chocolate caliente junto a la chimenea en invierno. A los pies del Mount Blanc (el pico más alto de Europa), casi al límite de las fronteras con Suiza e Italia, los días se pasan "magnifiquement".

Eco Aventura: Parque Nacional Los Alerces (Chubut). Para muchos, es el Parque Nacional más bonito del país. Son 263 mil hectáreas para conectarse con la naturaleza de forma sustancial, deleitándose con cerros colosales, señores lagos como el Futalaufquen, el Verde y el Menéndez; ríos prístinos y furiosos y, obviamente, los enormes alerces o lahuánes (árboles patagónicos de tres mil años de vida que llegan a medir 75 metros de altura). En la mayoría de los casos, el contacto se produce gracias a múltiples circuitos de trekking perfectamente señalizados, de cara a postales de ensueño.

Elección 2015: Nueva York

Josefina Cornejo Stewart - Colaboradora
Las imágenes mentales del año que casi se cierra, se superponen proponiéndose cada una como la ganadora.  Aunque, finalmente, decanto por Nueva York porque significó el regreso a esta ciudad deslumbrabte, que sigue teniendo ese efecto mágico sobre mi persona. Lo polifacética Gran Manzana nos hace pensar que existe una versión para cada viajero. Uno se puede sumergir en lo más turístico visitando las grandes atracciones como el Empire State o la Estatua de la Libertad, en un recorrido cultural conociendo museos de la talla del Metropolitan o el MoMA, en uno gastronómico donde poder probar manjares de todos los rincones del mundo sin siquiera tener que salir del Chelsea Market o en uno musical yendo a bares de jazz. Perderse en las coquetas calles de Tribeca o elegir el caos de Chinatown. Nueva York son muchos viajes en uno sólo.

Sugerencia gasolera: Tilcara. Hay lugares donde el tiempo se detiene, donde los momentos se disfrutan y la tranquilidad que se respira permite regocijarse con los más simples –aunque no por eso menos exquisitos- placeres. Tilcara es uno de esos sitios. Ubicado en un entorno natural único de coloridos cerros, este pueblo emplazado en la Quebrada de Humahuaca invita a ser recorrido y saboreado a paso lento y sin necesidad de contar con un gran presupuesto. Su plaza es el epicentro de la vida social con su feria de artesanías y restaurantes en los cuales poder degustar la sublime cocina norteña donde las humitas, los tamales y las cazuelas son ideales para mimar al paladar con el sabor característico de estas tierras. Visitar el Pucará -fortaleza indígena o caminar hasta la Garganta del Diablo -una hermosa cascada natural- son algunos de los paseos que propone el lugar. La cercanía con Purmamarca, Maimará o Humahuaca permite hacer excursiones por el día para conocer el resto de los tesoros quebradeños. Durante el Carnaval, la fiesta pareciera no tener fin.

Eco y aventura: Malargüe. Malargüe es una excelente opción para poner en pausa la rutina y sus exigencias diarias. La posibilidad de un stop está en el sur mendocino.  Este departamento ofrece unas postales naturales únicas. Desde adentrarse en las entrañas de la tierra en un recorrido por la Caverna de Las Brujas hasta el paisaje lunar de la Payunia y, por la noche, un cielo estrellado que exige la silenciosa contemplación y la científica. Además trekking, rafting o cabalgatas, espeleología.

Road Trip. Agarrar el mapa, el mate, olvidar el GPS y perderse en la ruta que se abre en el horizonte y propone miles de posibilidades. Nuestro país vecino, Chile, es una excelente opción para ese plan. Su geografía cambiante permite en pocos kilómetros transformar el desierto en bosque y viceversa.  Desde la ventanilla el paisaje renueva constantemente las ganas de sacar fotografías e inmortalizar cada momento que se desliza. Además, el océano Pacífico y su brisa marina completan un escenario cinematográfico.

Lujo total. Si el Caribe es la meca del all inclusive, esas pulseritas que hacen todos los deseos realidad, Cancún es su capital. El boom hotelero que vivió décadas atrás pondría a este paradisíaco lugar en el mapa y desde entonces todos los esfuerzos persiguen lo mismo: contentar al turista. Su mar de colores, la fina arena blanca y un sol radiante, son suficientes para seducir a más de uno.

Pero si esta postal no termina de convencerlo, no se preocupe. Tiendas de lujo, sesiones de masajes, piscina privada, jacuzzi y gastronomía de primer nivel son algunas de las actividades que puede realizar sin siquiera tener que dejar el hotel. Y es que en Cancún todo es posible sólo tiene que preguntar el precio.

Guido Piotrkowski - Colaborador

Un lugar en el mundo. Acabo de descubrir la costa de Rocha, en Uruguay, que tiene playas maravillosas que van desde La Paloma y La Pedrera hasta el Parque Nacional Santa Teresa, pasando por la agitada playa de Punta del Diablo, sitios mágicos como Cabo Polonio, y algunos más vírgenes por descubrir. Recién vuelvo, y la combinación de el campo que se funde con la playa, las palmeras Butía y la buena onda del uruguayo me dan ganas de regresar ya.

Periplo gasolero: Bolivia. Posee una diversidad de paisajes, que van de la Puna a la selva y los salares, una cultura riquísima que rescata tradiciones ancestrales. Ruinas como las de Tiwanaku, sitios perdidos en medio de la selva como Coroico, el carnaval de Oruro, su capital La Paz, y el salar de Uyuni, la feria de Tarabuco en Sucre, son algunos de los sitios más interesantes, con precios ideales para recorrer con la mochila al hombro.

Lujo total, Lujo asiático: Langkawi es un archipiélago de 99 islas que emergen en el fantástico mar de Andamán, en el noroeste de Malasia. De las únicas cuatro islas habitadas, la más grande es Pulau Langkawi, y su capital es Kuah, cuyas bellísimas playas son uno de los destinos preferidos de turistas del mundo entero que viajan hasta el sudeste asiático. Para los que gustan de la buena vida, y despertarse frente a un mar azul intenso y caminar en arenas blancas, bajo una cultura diversa y atractiva, este es el lugar. 
 
Eco y aventura:Travesía en barco por el Amazonas. Desde la ciudad de Iquitos, las embarcaciones de los cruceros Delfín están ideadas para que unos pocos pasajeros, puedan adentrarse y explorar la jungla con estilo. Son travesías de tres días que permiten descubrir la selva sin perder la elegancia. En el trayecto, se detiene para visitar comunidades nativas,  flora y fauna, andar en kayak, bañarse en el río, pescar pirañas. También hay opciones más económicas, como las de los barcos de pobladores en los que se duerme en hamacas que parten  de Iquitos hasta la frontera con Brasil y Colombia.

Cynthia Consoli - Colaboradora
Cuba fue una experiencia inolvidable porque logró condensar historia, cultura y playa en un solo viaje. Llegar a una isla que encierra tantos misterios para quienes vivimos bajo un sistema diferente, es una aventura necesaria. La  tierra hermana que todavía existe bajo el pulso de la revolución y en transición hacia el desbloqueo, total, se palpa.  Las playas son de una belleza incuestionable, probablemente de las más maravillosas que haya conocido. El mar turquesa uniforme que se hace finito al encontrarse con la arena blanca no es producto de un retoque fotográfico, es tal cual. La calidez de la gente y la alegría propia del trópico suman condimentos y razones para querer volver. Es justo y necesario hacer una parada en La Habana. Allí es donde verdaderamente se vive y se respira la realidad isleña. Mareada por los vahos del tabaco y la humedad, caminé la ciudad de punta a punta y me convenció que Cuba es un destino para ir ahora, antes de que todo cambie. Hay que apurarse, para que la foto en la Plaza de la Revolución no aparezca alterada por los neones de un Mc Donald's de fondo.
 
Escapada para oxigenar: Justo enfrente de Buenos Aires, del otro lado del Río de la Plata, Colonia del Sacramento o Carmelo son dos destinos fáciles y accesibles para descansar, disfrutar de la naturaleza, leer, pasear en bici o caminando. La calma de la otra orilla ayuda a desacelerar y es un buen plan para cortar con la rutina en cualquier momento del año. Hay posadas adorables y hoteles de cinco estrellas. Se puede ir y volver en el día.
 
Destino infalible: Brasil siempre es una buena idea. Playas maravillosas y hotelería de las mejores de la Latinoamérica terminan de redondear el plan de descanso y disfrute. Una posada con salida al mar en Jericoacoara (Ceará), un all inclusive en Praia do Forte (Bahía) o un lindo hotel frente a la playa en Río de Janeiro son opciones que no tienen fisuras. No se necesita más que traje de baño, sombrero y un par de ojotas para que los días transcurran entre chapuzones, paseos en buggy, baños de sol y caminatas al amanecer.
 
Ciudad imprescindible:
San Francisco, California, para caminarse todas esas calles empinadas de la Costa Oeste de los Estados Unidos. Es mucho más que el Golden Gate y las míticas casas con bow window. La ciudad tiene una vida cultural asombrosa, tesoros artísticos a cada paso y la misma confluencia de culturas y razas que caracteriza a Londres o Nueva York. Es un viaje de museos, galerías de arte, gastronomía internacional y postales que hemos visto en series y películas desde siempre.

El viaje de tu vida: Un circuito por Tailandia, Vietnam, Camboya, Singapur o Malasia, livianos de equipaje y con la cabeza y el alma dispuestos a llenarse de cultura, sabiduría milenaria, sabores, sonidos, paisajes y aromas propios de la punta opuesta del mundo. Se descubre caminando las ciudades monumentales, nadando los mares verde esmeralda y probando sus platos dulces, salados, ácidos y picantes, todo a la vez, o perdiéndose en bulliciosos mercados donde el regateo se practica en cualquier idioma. Allá no es caro, y es un viaje para dedicarle, como mínimo, veinte o treinta días.

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