Cuando los libros se resisten a desaparecer

Bajo la leyenda “Vení a salvar un libro”, la casa de libros Pirámides se prepara para cerrar sus puertas, mientras invita a los mendocinos a ir a salvar un libro. “Pintamos un mural para que el día que vengan a demoler, el de la topadora sepa que acá hubo

Desde hace uno días un panfleto de la librería Pirámides se viralizó a modo de flyer a través de las redes sociales. En la imagen se invita a los mendocinos a  salvar los libros.

Sucede que ya no dan los números del local y las letras que aún se alojan en sus libros quedarían a manos del mejor postor, que en estos casos es revenderlos como papel, es decir, entregarlos a un mínimo precio, casi como basura.

No es el primer caso de una librería local que se despide de sus clientes, hace unas semanas la popular Pájaros tuvo que mutar su formato a la clandestinidad de ser una tienda virtual donde los libros se compran en secreto y por encargo.

Es sábado por la tarde, el lugar desborda de gente, literalmente. No hay más lugar dentro del local, en la vereda también hay mesones con gente que se abalanza sobre ellos, los que no entran en ese segundo círculo, esperan ansiosos en las veredas aledañas e incluso sobre el borde de la calle.

Los colectivos tocan bocina para alertar a la gente que camina por el borde la calle. Al lado hay una playa de estacionamiento, casi sobre el puente una alfombra hace de escenario donde se da una clase abierta sobre historietas (a cargo de Daniel Flores, secretario de cultura de la Bancaria), se exhiben originales y se charla sobre esos trabajos.

Todo parece ser parte de una gran viñeta mayor, donde pasar de un cuadro a otro es casi imposible. Más tarde, sobre ese mismo escenario, también habrá tango.

Adentro del local alcanza a verse a Edgardo Spedaletti, alma de Pirámides, entre libros y cientos de consultas que lo abordan en simultáneo, responde a todos sobre el precio-género-autor de cada libro.

Es imposible llegar hasta él, habría que surfear en un mar de gente, papel y calor;  afuera la playa de estacionamiento del local vecino permite esperar. Es raro, la librería liquida todo porque cierra,  las bajas ventas no permiten sostener la situación, pero el lugar está lleno de chicos y chicas que revuelven todo. Son muchos, están apurados y prácticamente se atienden solos.

De entre la marea emerge una voz rubia: “voy a estar cobrando acá afuera, si alguien quiere algo pase por acá”, dice la joven que intenta descomprimir la demanda que hay dentro. Se trata de Sofía Spedaletti, hija de Edgardo, que entre venta y venta logra dar alguna explicación sobre lo que está pasando:

“Mi papá está en esto desde hace más de 30 años, es su vida, pero ya no se puede mantener más la situación, con la crisis vamos a tener que cerrar”.

-¿Cuál es la respuesta que han tenido?

-La gente ya no lee, por eso mi papá ha decidido cerrar el negocio, pero quiere seguir vinculado a la cultura. La idea es hacer ferias para que la gente se acerque y salve los libros. Todos los fines de semana vienen artistas invitados, ofrecemos algo para tomar y esperamos a la gente que viene. Nunca imaginamos que iba a tener tanta repercusión, casi que no sabemos cómo manejarlo.

-¿Esto es así siempre?

-En la semana también estamos, pero la gente no viene. Pareciera que no se lee tanto, que se ha perdido el hábito por la lectura. Las ferias son los sábados hasta fin de año y se llena, pero entre semana también estamos y se puede revisar mejor lo que hay en la librería.

-¿Por qué creen ahora que viene la gente?

-Creo que este es un lugar en vías de extinción, no quedan librerías así en Mendoza, las que hay son las de las grandes cadenas comerciales. Mucha gente viene a ver qué es esto, vienen a conocer como si fuera una rareza, nos parece bien que se acerquen a los libros a partir de esta iniciativa.

De  entre la marea de gente emerge otra mujer, esta vez envuelta en un vestido blanco, intenta hacer la misma operación que Sofía, descomprimir la demanda, ofrece ayuda a todos los que estamos por ahí: “Hablo muchísimo, soy la esposa de Edgardo”, advierte Laura Robino, la otra librera de la familia:

“El formato que tiene la librería no se puede sostener, son textos por canje, la mayoría usados, con la situación actual la gente tiene que descartar el libro y optar por el supermercado. Es una sumatoria de distintos factores que hacen que estos formatos desaparezcan”.

-¿Qué es lo distinto de este formato de librería?

-Los monopolios de las grandes cadenas editoriales son los que actualmente  dictan lo que la gente tiene que leer. Lo interesante de esta librería es que acá podés encontrar cosas, nadie te dice qué tenés que leer, vos te metés y  buscás.  Además acá encontrás libros con dedicatorias de padres a hijos, con cartas de amor adentro, es emocionante, hay muchas historias dentro de la librería. Nos llaman clientes desde otros países, ex vecinos, pidiendo que no cerremos.

-¿Por qué la consigna "salvá un libro"?

-Porque ya una vez Edgardo con su hermana tuvieron que vender todo por papel (al kilo), y eso es un dolor del que no te levantas más. Te ponés a pensar que se tuvo que plantar un árbol, pasar por el proceso de la celulosa, al papel, a las editoriales y los escritores, entre muchas cosas que pasan para hacer un libro, que luego se distribuya y demás. Es un montón de esfuerzo y trabajo de mucha gente para que después lo tires por papel.

-Les piden que no cierren, viene mucha gente ¿Qué van a hacer?

-Esto que vemos ahora de tanta gente es el canto de la sirena, es engañoso. No nos interesa que se lleven mil libros de repente, nos importa que la gente sea lectora, tenga ese hábito. Pintamos un mural para que el día que vengan a demoler, el de la topadora sepa que acá hubo una librería. Vamos a cerrar, y con el remanente que quede vamos a tratar de hacer un centro cultural itinerante.

El cierre de Pirámides (así como el de Pájaros, librería independiente), parece en principio  tratarse de un fenómeno propio del darwinismo editorial, pero también puede leerse detrás de las leyes del mercado un fenómeno cultural, donde el paradigma de los lectores locales ha mutado, de la vieja práctica de bucear en montañas de saldos y usados en la búsqueda de la elección de un libro en particular, a la guía direccionada de los rankings y las publicidades en las vidrieras de las grandes cadenas editoriales donde se señalan los títulos más vendidos.

Puede parecer un detalle menor, (mientras lo importante es que se lea) más allá de las formas, pero también hay situaciones donde el formato implica una definición, un modo, una elección, y definir qué leés quizás empieza por decidir dónde lo vas a buscar.

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