La barbarie parece haber hecho foco en el germen, otra vez. Y digo otra vez porque la historia ha conocido todo tipo de inclemencias humanas. Todavía el asombro no reacciona, de quienes impávidos miramos este infortunio que llaman "linchamientos".
Los medios exhiben otra vez y como casi siempre, imágenes obscenas de la tortura, de modo que el imaginario del consumidor -televidente-, se transforma en venganza, en escarmiento del enemigo, y esa sola dirección del hecho social, ya construido, ya digerido y puesto para ser devorado, transforma sin más a los hombres en bestias.
Se entiende que en el dolor de lo irreparable, víctimas de la inseguridad transformen su barrio, el municipio, el mundo entero en las causas de su lucha justa. Ahora, la estructura de durlock al medio de una subjetividad herida de nada, que confunde lo extremadamente complejo con el "matemos a los chorros", con la "justicia de mano propia" y demás matrices represivas, eso es violencia, bestias a control (de tiempo) remoto.
El exceso de la reproducción, asesina lo que pasa. Televisión, radio, internet le dan un estilo y una justificada. Siembran mal. La escalada de voluntades violentas no reconoce clase social, se recibieron en las mejores universidades pero son fieras enjauladas por segundo. ¿Qué le vamos a decir a nuestros hijos?
La muerte, el arrebato sangriento, nunca es posibilidad. Resulta increíble que esto salga en un diario en pleno siglo XXI. Ojo por ojo la sociedad se va quedando ciega.