Las aguas bajan turbias

Por Jorge Sosa - Especial para Los Andes

¿Cómo nos ven a los mendocinos, qué piensan de nosotros los habitantes de otras provincias, de otros lugares? Los que andamos recorriendo el país por nuestras actividades artísticas, notamos una cierta descripción crítica del “nosotros”. Dicen: “Ustedes los mendocinos, son muy parcos, muy introvertidos, hablan el idioma de la piedra, les cuesta exteriorizarse”. Y un poco de razón tienen, por ahí aparecemos como algo apachangados.

Los sanjuaninos no nos quieren. Podemos hacer cuestiones en conjunto (muy pocas), celebraciones en conjunto y hablar de las buenas relaciones que siempre hemos tenido, pero no nos quieren. Al sanjuanino le preocupa el mendocino y lo hace notar apenas encuentra una oportunidad.

Los chilenos tampoco nos quieren. Sonríen y se muestran amables por conveniencia turística pero los ofusca todo lo que sea argentino y no se preocupan por solucionar problemas que nos castigan juntos a ambos países: el paso a Chile por Libertadores, sirve de buen ejemplo.

Si consideramos las provincias vecinas Neuquén y San Luis no existen antipatías ni antinomias, el asunto se mantiene tranquilo. Con los del sur vamos a ver cómo se desarrollan los intereses ocultos en Vaca Muerta, pero hasta ahora, todo bien.

Pero si hay una provincia que realmente nos tiene bronca, digo bronca de una bronquidez total, esa es la provincia de La Pampa. Hace años que viene diciendo cosas de nosotros y nuestra madre, que es, en definitiva, la misma que la de ella. Todo arranca con la ausencia de agua que nuestra provincia le debería servir a los pampeanos. Desde que llegué a Mendoza escuché hablar del conflicto y he conocido a Santa Isabel por las menciones más que por mis visitas. Tal vez se hayan calentado por la difusión de aquel aro que dice “La Pampa tiene el ombú / la cordillera Los Andes / que cosa tiene el ñandú / pa’ poner huevos tan grandes”. Aunque todo parecería indicar que nos critican más que por el agua que por el aro.

Por eso nos consideran ineptos en el manejo de las aguas que nos proveen los Andes y muchas veces se han mostrado más calientes que manija de caldera. En esta situación se encuentra el actual gobernador pampeano, Carlos Verna que no deja de denostarnos cuando encuentra algún micrófono a mano (a boca).

Tenemos juicios pulsudos con esa provincia que hasta han llegado al ámbito de la Suprema Corte de Justicia para su resolución. La Pampa reclama el agua del Atuel, pero el Atuel está famélico, tiene menos agua que el desierto de doña Sara.

Decimos los mendocinos: no podemos dar lo que no tenemos, pero la protesta subsiste. Pues el asunto se ha agravado con la futura realización de la presa El Portezuelo del Viento, que puede traer vientos fuertes e insólitos, como un zonda que llegue desde el Este.

Porque la represa, que no es una mujer que fue en cana dos veces, aprovechará las aguas del Río Grande, que junto con el Río Barrancas forman, allá en el olvidado sur de nuestra provincia, el Río Colorado, que es un río pulsudo, doble pechuga que llega al mar y riega a las provincias de Mendoza, Neuquén, Río Negro, Buenos Aires y ¡La Pampa! Entonces se renueva el conflicto porque dicen los pampeanos: “Si han hecho tan mala administración del Atuel qué podemos esperar de la administración que  hagan del Río Grande”.

Y agregan “Que antes de que Mendoza se haga cargo,  respete las indicaciones judiciales y acuerdos firmados por el  Atuel”. Ocurre que los acuerdos se firman con tinta y tinta hay, lo que no hay es agua.

Difícil ha de ser que nos pongamos de acuerdo. En fin, agua que no has de beber, déjala correr que en una de esas llega a La Pampa.

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