La pobreza no es vergüenza, la corrupción sí lo es

Estas Pascuas me trajeron mucha nostalgia de mi tierra, los recorridos de las procesiones cubiertos de pétalos de flores, la música y los cantos de los fieles, con un trocito de rosca en la boca éramos felices.

Año 1948. Los barcos estaban hacinados de inmigrantes esperanzados; recuerdo que oía voces, palabras que no entendía. Tenía 13 años y solía preguntar de dónde venían. En ese barco aprendí a decir buenos días y buenas noches, no sé si me equivoco kalimera, kalispera, de los griegos. América era el sueño, la ilusión, la paz que es amor. Parte de Europa estaba destruida; veo aún el puerto de Génova con un par de luces titilando, el cielo oscuro y el mar aún más oscuro; caminábamos de la mano de mi madre y nuestras voces rompían esa oscuridad de la noche; domani, domani, la América nos espera.

Pasaron ya 70 años; hoy reflexiono en esta América, en la que nos hemos cargado de odio, violencia, mentiras, de gobernantes sin escrúpulos de sindicalistas con tanto poder, enquistados en su sillón hasta los últimos días, que pueden bajar un gobierno (aclaro que no flameo ninguna bandera política).

Quiero políticos que no se enriquezcan con nuestro esfuerzo y nuestra pobreza. Quisiera que por un momento piensen cuánta sangre se derramó en este mundo en nombre de la democracia. También Argentina tiene su desgarrante historia: los desaparecidos, los soldados de Malvinas, tantas cruces alineadas en ese cementerio lejano y nadie supo de las lágrimas de esas madres. Fuimos a París y Roma a manifestar la historia de los desaparecidos, sin embargo me atrevo a decir que ha habido demasiado dolor en esas naciones para poder acompañar el dolor de los argentinos.

Con todo esto muchas lágrimas se derramaron, sin embargo muchos se beneficiaron de ese dolor. Escribo diciendo: yo quiero otra patria para mis hijos, mis nietos y para nosotros los inmigrantes que hemos sufrido el desarraigo, que al partir todas las miradas húmedas veían cómo el mar se tragaba el último trecho de nuestra tierra.

Hemos conquistado mucho: en arrogancia, prepotencia, falta de educación, montañas de pleitos, donde se nos acusa a los empleadores de persecución, maltrato y amenazas. Puedo asegurar que muchos jóvenes no tienen idea de lo que es un trabajo, la responsabilidad; las leyes deben cambiar para que ellos aprendan que enseñar también cuesta mucho.

No piensen que no quiero que se castigue a los empresarios aprovechadores y deshonestos, y no me agrada que compren su libertad con dinero. Que vayan a la cárcel como aquel pobre que nunca tuvo nada. Ustedes, las nuevas generaciones deben, saber defenderse y no contagiarse de esta corrupción de dinero fácil y de engaño.

Hoy en esta reflexión pido perdón a mis hijos, nietos y bisnietos, por ser profundamente italiana; mi alma es mi patria, mi corazón es de mi familia, que son todos argentinos.

María Teresa 
Corradini de Barbera

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