La ilusión que me condena

Gutiérrez no pudo sostener el triunfo de la ida y perdió 4-2 en los penales. Duro golpe a la intimidad de un grupo que creía en sus virtudes.

"Lo peor es la ilusión", decía Alejandro Abaurre, hablando de la esperanza con que el pueblo celeste esperaba este encuentro de vuelta ante Defensores de Belgrano de Villa Ramallo. 

"Porque la realidad a veces te pega una cachetada", remataba, consciente de la paridad entre los dos equipos a la hora de los merecimientos. Y fue un cachetazo nomás, porque nadie esperaba que Gutiérrez quedara en el camino tras el enorme planteo táctico para anular a su rival.

El gol de Franco Coronel, a los 32' del complemento, y cuando el Granate se ahogaba en su falta de ideas, fue un mazazo para los mendocinos. Hasta ese momento había llevado a cabo con mucho éxito la idea del DT, haciendo ancho el campo de juego para atacar y achicando hacia atrás para defender. Es cierto que no generó grandes ocasiones para la valla de Juan Dobboletta, pero desde lo defensivo hizo un trabajo impecable.

La eliminación de Gutiérrez hizo que Gimnasia deba enfrentarse con Villa Mitre en los cuartos de final del certamen.

Había que ver las caras tras la derrota para comprender esa ilusión de la que hablaba Abaurre. Y hubo que ver la entrega y el sacrificio de todos para saber que también existía una íntima convicción de que la hazaña era posible.

El camino recorrido fue largo y estuvo plagado de obstáculos que hicieron aún más complicado el viaje a esta instancia. En Mendoza quedó Nicolás Gatto y sus goles. Y acá, en Villa Ramallo, casi no hubo olor a ellos. Ninguno propuso demasiado. Tuvo más intenciones el conjunto de Héctor Storti pero por su condición de local. Ni siquiera estando abajo en el global de la llave mostró algo de lo que se esperaba. Y Gutiérrez caminó a paso firme. Decidió no arriesgar las pocas monedas que fue juntando en el camino y casi le sale bien.

“Un error define estas llaves”, fue otra sentencia del DT. Un mal retroceso, un despeje fallido y el centro bajo que significó el principio del fin.

A esa altura jugaba con uno menos el local y parecía hacerse todo más fácil para el Celeste. Sin embargo llegó el gol y las expulsiones de Mauro Orué y Jesús Nievas y solo se pudo esperar a que los penales, otra vez, le regalaran una sonrisa. No pudo ser. El remate de Joan Juncos reventó el travesaño y Dobboletta se quedó con el disparo de Juan Manuel Barrera. El resto fue historia. Cayó de pie, apoyado en una realidad que duele pero que ni así podrá apagar la ilusión de volver a intentarlo.

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