La escuelita de San Rafael en la que hacen algo más que patear la pelota

Está en Cuadro Nacional y la creó un matrimonio decidido a alejar a los chicos de la calle. Ya congrega a 65 niños y adolescentes de 5 a 19 años.

Es una cancha improvisada para jugar fútbol. Una gran polvareda que se levanta del suelo no impide que casi 65 chicos de entre 5 y 19 años, en grupos distintos y abarcando casi una manzana (propiedad de un médico de apellido Genovese) entrenen, jueguen o simplemente observen la intensa actividad.

También personas mayores, muchos de ellos familiares, miran esta escena por momentos bulliciosa (órdenes, silbatos o gritos característicos del fútbol como “¡pasala!”, “¡ahí va!”). Casi todas las tardes es igual y se repite los sábados a la mañana.

Es la denominada "Escuela de fútbol de vida" que fundaron Pablo Ricardo Heredia y su esposa María Pizarro hace años y que funciona con algunas interrupciones en el tiempo (la última duró dos años.

“Tratamos de armar algo que aleje a los chicos de la calle. Es muy difícil pero atraerlos con el fútbol facilita la tarea”, comenta Pablo:

"Tenemos un registro de todos los chicos y voy personalmente a hablar con sus familias para tenerlos. También a los más chicos y de edad escolar los controlamos un poco en su rendimiento a través de mi esposa (María). Ella es celadora en la escuela de acá de Cuadro Nacional. Se les dice, y se cumple, que si no andan bien en la escuela no hay fútbol y eso los incentiva bastante".

María observa desde el costado del campito con una planilla donde también controla la asistencia al entrenamiento. Muy cerca hay varios palos de álamo de alrededor de un metro pintados de naranja. “Esto es para hacer gimnasia. Lo usamos en lugar de los conitos naranjas... hay que improvisar con lo que tenemos”, dice el ‘profe’.

Todos saben del sacrificio que hace la familia y algunos parientes, como la hija adolescente del matrimonio y Marcelo López, un sobrino que se encarga de los más grandes. Ellos se ejercitan en el costado oeste del predio.

Los chiquitines entrenan en una canchita de fútbol 5 que facilita otro vecino. "El problema es que estos chicos no tienen muchas posibilidades de acercarse a los clubes formales porque no tienen dinero ni para el micro y mucho menos para una cuota social", dice Pablo.

Al detallar cómo sostiene económicamente esta actividad, cuenta que lo apoya la dirección de Deportes municipal con cuatro pelotas y el camión regador, que cuando puede “nos riega el predio”.

"Dinero hay muy poco pero con mi  familia envasamos lavandina y vendemos. Yo soy sereno en el predio de la Cámara de Comercio en el Algarrobal (a varios kilómetros del lugar) y tenemos también el sueldo de mi señora", detalla Pablo, quien además lustra zapatos diariamente -y desde muy temprano- en los café del microcentro de San Rafael, donde es muy conocido por su trabajo social.

Otra de sus satisfacciones es haber atraído a algunas madres de los alrededores que, bajo la tutela de Violeta -otra integrante del grupo- y otras mujeres, han logrado armar un equipo de hockey.

“Son madres que se acercaron en muchos casos a traer a sus hijos y vimos que se quedaban a un costado a esperar que terminara por lo que se nos ocurrió esto”, cuenta Violeta.

Todo sirve de entretenimiento para algunos y para contención de otros, afirma Pablo mientras ordena a un grupo de chiquitos de 5 a 8 años. Todos están dispuestos a una tarea titánica.

“También estamos muy atentos a los problemas personales que cada chico pueda tener y tratamos de dar una mano. Si es por alimentos, tratamos de conseguirles en algún negocio y si es atención de salud, vemos cómo le conseguimos”, cierra Pablo con la humildad que no refleja la tremenda acción que realiza junto a los suyos.

Tenemos algo para ofrecerte

Con tu suscripción navegás sin límites, accedés a contenidos exclusivos y mucho más. ¡También podés sumar Los Andes Pass para ahorrar en cientos de comercios!

VER PROMOS DE SUSCRIPCIÓN

COMPARTIR NOTA