La complejidad del paso del astro deportivo a ciudadano común

No hay término medio en la aplanadora mediática: el endiosamiento, si es que se trata del rostro de la victoria, o la denigración, si la derrota empieza a ser el reflejo de su decadencia.

Fabián Galdi -  fgaldi@losandes.com.ar

La cultura de masas proporcionó al ídolo deportivo un blindaje social que le permitió al deportista convertirse en un ciudadano con privilegios diferentes. El anglicismo mainstream, el cual floreció en los años '60, le implicó a la figura deportiva equipararse en una relación cuasi simétrica con los artistas más renombrados en el mundo del espectáculo como así también le abrió camino a la farandulización de la política. La televisación a escala planetaria provocó que el culto a la imagen del exitoso se desparramara por los cinco continentes. En contraposición, la pantalla chica pasa sin término medio de ubicar en lo alto del podio al vencedor y a éste mismo en el peor de los infiernos si es que el fracaso se adosa a su carrera. No hay término medio en la aplanadora mediática: el endiosamiento, si es que se trata del rostro de la victoria, o la denigración, si la derrota empieza a ser el reflejo de su decadencia.

El plano de la realidad en la estrella deportiva está secundarizado en relación a cómo ésta se sitúa en un momento equis. Para muestra, puede analizarse el tenis como disciplina individual de nivel premium: Roger Federer, Rafael Nadal y Juan Martín del Potro parecían estar a un paso del cierre de sus respectivas performances, pero sin embargo superaron lesiones y de reconstruyeron a sí mismos en el lugar de virtuosos. Así, el imaginario colectivo respiró al momento de ratificarse la idolatría del suizo, el español y el argentino cuando la percepción masiva ya empezaba a colocarlos en el espacio dedicado a las joyas del pasado. En caso contrario, aún se estaría elaborando el duelo y las huellas psicológicas dañarían al conjunto. Como sucede hoy día con la ambivalencia de Diego Maradona, cuyas definiciones sobre cualquier tema del que la prensa le consulte suelen despertar posiciones antagónicas entre los receptores de todas partes del globo.

El punto de inflexión en las conductas de los deportistas top se halla en cómo se manejan en la esfera privada con respecto a las ganancias suculentas que percibe. Ya no se trata solamente de competir en la arena deportiva y recibir una aureola de laureles como en la Antigua Grecia, lauro que implicaba el máximo reconocimiento del deportista por parte de su comunidad.

En lo que va de este siglo -sobre todo- el avance del Estado sobre los bienes personales de los astros del Deporte creció exponencialmente a partir de las investigaciones sobre un vacío legal que los representantes y apoderados solían denominar bajo el eufemismo de derecho de imagen. En éste, el análisis de los contratos mostraba que los montos que el atleta tenía acordado como salario no se condecían con las ganancias millonarias que recibía. Por ejemplo, Lionel Messi y Cristiano Ronaldo, los dos máximos futbolistas del planeta en la última década, tenían una paga desdoblada entre el vínculo contractual y la explotación publicitaria de su cuerpo, particularmente por la industria de la indumentaria deportiva -Adidas en Leo y Nike en CR7- y por los productos de tocador masculino, tales como champúes, cremas, rasuradores y lociones.

Los derechos de imagen fueron el producto de una ingeniería financiera que  les permitió a los astros un contrato en el que hubiera una cláusula que les permitiera acceder a una parte de su salario sin estar alcanzada por impuestos. Así pagaban un importe menor al fisco, debido a que el porcentaje era irrisorio respecto de sus ganancias reales.

La doctrina jurídica de la última década determinó que los derechos de imagen debían estar incluidos en la declaración jurada anual, al igual que los ingresos por publicidad. De esta manera, tanto Messi como Cristiano Ronaldo debieron bajar de sus respectivos sitios de intocables para tener que enfrentarse a la Justicia española y lograr acuerdos para pagar sumas en conceptos de multa a fin de regularizar sus situaciones personales.

El crack del Barcelona y el de Real Madrid, como extranjeros en suelo español, fueron tratados con un sentido igualitario en el fondo pero con diferencias en la forma. El argentino, inclusive, recibió una condena a 21 meses de prisión -finalmente excarcelable tras el pago de la suma impuesta- mientras que el portugués sólo debió abonar la cifra adeudada. Sin embargo, para los dos quedó claramente marcado que el hecho de que todos somos iguales ante la ley es mucho más que una simple frase de ocasión. Hasta el propio Nadal debió explicar ante Hacienda porque su cuerpo de asesores le había recomendado abrir empresas en la zona de Guipúzcoa, región en que las exenciones impositivas son mayores que en otras partes de España.

En la Argentina, esa cultura tributaria entre deportistas de nivel premium lleva décadas sin poder establecerse como un parámetro definitivo. Haya sido el gobierno de turno que fuere, lo cierto es que la tentación de utilizar al ídolo local -especialmente futbolístico- está tan internalizada que ni siquiera se discute. Resta esperar que el futbolista se comporte como tal dentro de la cancha y como ciudadano fuera de ésta, sin prebendas ni beneficios por amiguismo o conveniencia política.

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