La búsqueda, de 30 años, de una aeronave argentina en Costa Rica

He decidido narrar para diario Los Andes, que siempre apoyó nuestra cruzada, algunas de las peripecias vividas en la búsqueda por más de 30 años del avión de la Fuerza Aérea Argentina que desapareció en Costa Rica en 1965, con un pasaje de 68 personas, la mayoría de ellas integrantes de la 31ª Promoción de la Escuela de Aviación Militar, con sede en Córdoba.

Esa misión no ha cesado.En 1975, siendo adolescente y alumno de secundaria, recibía clases de repaso con la profesora Talia Rojas, en una zona selvática de Costa Rica, junto a mis dos hermanos, Ovidio y Alberto. Por boca de la maestra supimos del misterio del avión TC 48 y su valioso pasaje, los cadetes (tres de ellos mendocinos), autoridades y la tripulación de la gran aeronave argentina.

Accedimos a esa historia en invierno, frente a la cabaña de campo de la maestra Talia, ubicada en Atenas, provincia de Alajuela, área central de Costa Rica. Mirándonos directamente a los ojos, la educadora narró que había una aeronave argentina desaparecida en la selva. Diez años antes, ella y sus  alumnos indígenas vieron pasar en la mañana del 3 de noviembre de 1965 una gran aeronave de 4 motores echando humo y llamas, en dirección oeste. Nos pidió que cuando creciéramos investigáramos el caso.

A partir de ese momento prendió en nosotros una semilla que nos mantiene activos. Talia murió sin saber el final de la historia; en el mismo estado nos encontramos hoy. En 1985 recibimos información de indígenas de la reserva del Barbilla (parque nacional), sobre el asesinato de un indio conocido como “Canela Fina”, que algo sabía del supuesto hallazgo de un avión argentino. Recordamos entonces la narración de Talia y con la ayuda del colega geólogo Edwin Estrada, iniciamos indagaciones entre nativos de esa parte del país.

En 1986 ocurrió la primera incursión a la selva del Barbilla, buscando en lagos que se relacionaban con el TC 48, según indicaban los lugareños. En 1993, efectuando un posgrado en sismología en Noruega, conocí a un egresado de la academia de Córdoba, Truls Tronsheim. Nos ayudó a conseguir más información y detalles sobre el vuelo del Douglas DC 4 y sus ocupantes. En 1995, investigamos todo lo que había salido en periódicos y revistas de Costa Rica, Nicaragua y Panamá, así como entrevistas a diferentes protagonistas de la época. En 2000 publicamos un artículo técnico en la revista del Instituto Geográfico Nacional de Costa Rica, con los resultados de años de nuestras exploraciones. Proponíamos en esa nota un área de búsqueda. En 2001 conocimos a José Campos, encargado de la Oficina de Búsqueda y Rescate de Aviación Civil de Costa Rica, y le explicamos nuestro objetivo, coordinándose con él un par de giras a la zona de la cuenca del río Chirripo.

En 2005 se fue consolidando un grupo de montaña, con la incorporación de gente muy apta en el campo, el montañismo, el mapeo y especialmente con gran motivación en el suceso. Actualmente somos 10 personas, con múltiples profesiones y oficios: Edwin Estrada, Andrés Ulloa y Wilfredo Rojas, geólogos; Rodney Jiménez, abogado, actual jefe seguridad del Banco Pro-América; Benjamín Odio, guía turístico y montañista; Miguel Candelas, filósofo español y buen montañista; Germán Loaisa, baqueano, considerado uno de los mayores expertos en las zonas Talamanca y Matama; Jesús Badilla y Alberto Alvarado, finqueros; José Campos, paramédico, especialista en búsqueda y rescate, y Vidal Murillo, cruzrojista, montañero y buzo.

Treinta y dos misiones

Hasta el momento hemos participado en 32 incursiones a la selva, revisando un corredor de este a oeste a lo largo del país. En al menos 30% de estas incursiones se ha contado con el apoyo de Cecilia Viberti (hija del copiloto del TC 48 Esteban Viberti), quien ha gestionado ayuda económica, especialmente para adquirir alimentos necesarios durante las giras. Eso ha brindado un impulso importante a los rastreos. Además, hemos logrado llegar a identificar otros restos de aviones, como en el sur de Nicaragua, Cerro de La Muerte, volcán Turrialba y en el este de Fila Matama (foto).

Durante los últimos 10 años, coordinando con Cecilia Viberti y en base a los datos  recopilados, hemos apretado la marca. También disponemos del testimonio de Jesús Badilla, quien en 1993 estando perdido en la selva, se topó con los restos de un avión muy grande, cubierto de musgo y vegetación, dentro del corredor de nuestra zona de búsqueda.  Hemos creado una hipótesis de trabajo, enfocando el esfuerzo en buscar principalmente el TC 48 en la parte norte y noreste de la Fila Matama (cadena de montañas en la provincia de Limón). Asimismo, aunando tareas  aprovechamos para buscar otros dos aviones desaparecidos: el bimotor de Louis Howard, perdido en octubre de 1961 o el avión de Paul Bambert, que se extravió el 24 setiembre de 1965. También complementamos con la búsqueda de las ruinas coloniales de la fortaleza perdida o población colonial de San Mateo de Chirripo, que funcionó desde 1613 a 1709, que se sabe que estuvo en esa región, pero se desconoce su ubicación exacta.

Tres aspectos nos mantienen en esta misión: tener un grupo interdisciplinario, motivado y capacitado para desenvolverse en labores de gabinete y montaña selvática; contar con el interés y apoyo de familiares argentinos, y por último representa para nosotros un verdadero reto, ya que este caso representa a nivel mundial en la aeronave desaparecida en tierra con mayor  cantidad de personas a bordo. Pronto volveremos al terreno porque no hemos resignado las esperanzas de encontrar la máquina y llevar el definitivo consuelo a los deudos de los jóvenes, sus autoridades y los encargados de navegar el cuatrimotor. La próxima gira la haremos a  mediados de setiembre de este año, al noreste de la Fila Matama para continuar revisando el área de búsqueda pendiente, que es sumamente complicada y escarpada, entrando por la zona del distrito La Asunción. Como último mensaje, deseamos manifestar que sería conveniente contar con el apoyo de las autoridades argentinas, sobre todo en cuanto a disponer de apoyo aéreo a través de helicóptero y del financiamiento para adquirir un equipo de interpretación de imágenes Lidar (Light Detection and Ranging) dispositivo que permite determinar la distancia desde un emisor láser a un objeto o superficie utilizando un haz láser pulsado.

Las opiniones vertidas en este espacio no necesariamente coinciden con la línea editorial de Diario Los Andes.

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