Juan Rulfo, el escritor universal que trascendió la literatura

Publicó en vida sólo dos libros, pero eso bastó para convertirlo en leyenda y consagrarlo como uno de los escritores más importantes de las letras hispanas del siglo XX, cuya obra cruzó fronteras y trascendió idiomas.

Cien años después de su nacimiento, el 16 de mayo de 1917, Juan Rulfo sigue dando que hablar. Su famoso “Pedro Páramo”, un clásico de la literatura en español, ha sido traducido a más de 40 idiomas, entre ellos el alemán, el polaco, el japonés y, más recientemente, el náhuatl, lengua indígena de los aztecas que se habla en varias partes de México.

¿Por qué una obra se vuelve duradera? La respuesta no es fácil. Cada año se publican miles y miles de novelas en todo el mundo, “pero la mayoría, casi su totalidad, nacen para ser olvidadas”, dice Víctor Jiménez, director de la Fundación Juan Rulfo.

Entonces, ¿qué hace que la obra de Rulfo perdure? ¿Por qué el escritor ha llegado a tanta gente, con tan diversos orígenes?

Algunos podrían decir que se debe a los temas abordados en sus libros, pero otros señalan que tiene que ver más con la forma.

Para Jiménez esa trascendencia radica, entre otras cosas, en su prosa poética, lo que dotó tanto de belleza como de fluidez a sus letras.

“Son varios los estudiosos que afirman que en literatura el tema es prácticamente irrelevante”, explicó. “Pero, por ejemplo, se habla mucho de que la prosa de Rulfo es poética. En literatura, la forma de decirlo es esencial. Y la poesía tiene el privilegio de perdurar. Una gran poesía nos hará volver a ella”.

Quizás la importancia del creador de “El gallo de oro” reside en que “habla con la voz del pueblo”, como dijo en su momento el ya fallecido escritor, académico y poeta Hugo Gutiérrez Vega, quien además calificó su obra como “intemporal”.

Otros lenguajes: la fotografía y el cine

Rulfo, nacido en el seno de una familia acomodada del estado de Jalisco, fue un viajero incansable que plasmó, de alguna forma, todo ese movimiento en sus dos títulos más importantes: “El llano en llamas” (cuentos, primera edición de 1953) y “Pedro Páramo” (novela, 1955), siempre con personajes que están “migrando”, ya sea del campo a la ciudad o de la vida a la muerte.

A finales de la década de 1930 se inició como escritor y para 1945 ya publicaba sus cuentos en dos revistas mexicanas. En esa época también empezó su dedicación a la fotografía, la cual se vio impulsada cuando comenzó a trabajar para una empresa de neumáticos como agente viajero.

Su trabajo con la lente fue, a diferencia de sus escritos, muy diverso y prolífico. Rulfo capturó en imágenes los paisajes que visitaba en sus viajes, a las personas en su ámbito natural, a los artistas y a la historia de México.

El trabajo del Rulfo fotógrafo y del Rulfo escritor estuvo muy separado, aunque parezca tener semejanzas. El mismo autor lo dice en una cita rescatada en el libro “El fotógrafo Juan Rulfo”, de Jiménez, Andrew Dempsey, Paulina Millán y Jorge Zepeda.

“Admiro mucho a quienes pueden escribir acerca de lo que oyen y ven inmediatamente. Yo no puedo penetrar la realidad, es misteriosa. Además, cuando tomaba fotografías no pensaba en la literatura. Son dos géneros muy diferentes”, manifiesta allí el propio Rulfo.

"No se puede buscar al escritor Juan Rulfo en sus fotografías, o al fotógrafo Juan Rulfo en sus escritos", explica Jiménez. 
Una serie de 150 imágenes sobre la vida ferroviaria de la Ciudad de México se combina con fotografías de María Félix, de una compañía de ballet o de rodajes de películas.

Esa fue otra faceta de Rulfo: el cine. Entre 1944 y 1964 vivió una etapa de gran interés por el séptimo arte y estuvo involucrado en la realización de películas como fotógrafo y como escritor.

El director de cine Roberto Gavaldón, gran amigo de Rulfo, lo invitó a colaborar con su lente en el rodaje de “La escondida” (1955) y nueve años después llevó al cine su novela corta “El gallo de oro”, que adaptaron para la pantalla Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez. Más tarde Rulfo participó también en la elaboración del guión y la fotografía de “El despojo” (1960), película de Antonio Reynoso y Rafael Corkidi.

Además, escribió el libreto del cortometraje titulado “Paloma herida” (1962), dirigido por Emilio “El Indio” Fernández y rodado enteramente en Guatemala. Fernández, también gran amigo suyo, le solicitó varios guiones para sus películas.

En 1967, su novela “Pedro Páramo” fue llevada al cine por el cineasta Carlos Velo con un guión adaptado por Carlos Fuentes y Manuel Barbachano Ponce, protagonizada por el estadounidense John Gavin.

Insaciable, Rulfo se involucró también con la Compañía Nacional de Danza. Una de las primeras adaptaciones que se hizo de algún escrito suyo fue la del cuento “Talpa”, precisamente para la puesta en escena de un grupo de danza.

Considerado un prodigio, Rulfo falleció en enero de 1986, pero continúa vigente en el siglo XXI. Su obra, influida en gran medida por el poeta alemán Rainer Maria Rilke, ha sido nombrada favorita por escritores de la talla de Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Jorge Luis Borges y Mario Benedetti.

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