Discípulo de hombres de la talla científica de Bernardo Houssay, amigo, colega y compañero de camino de Luis Leloir, Alberto Taquini, Eduardo Braun Menéndez, entre otras eminencias de la ciencia con quienes plasmó un descubrimiento que despertó la atención y el respeto de la comunidad médica mundial.
El profesor Juan Carlos Fasciolo trascendió principalmente por sus trabajos de investigación en el sistema renina angiotensina (sistema hormonal que influye en la regulación de la presión sanguínea) que permitieron tratar eficazmente la hipertensión arterial. Se radicó en Mendoza, donde formó su familia. Aquí se dedicó con porfía y pasión a la investigación científica (dejó importantes aportes en materia de Histología) y a la docencia en las aulas de la Universidad Nacional de Cuyo.
La Ediunc (Editorial de la Universidad Nacional de Cuyo) lanzó “Juan Carlos Fasciolo. Del hombre al científico”. Se trata de una obra de autoría de su hija, la arquitecta Susana Fasciolo, quien presenta una recopilación de documentos que exhiben la figura de un hombre en sus aristas de científico y de hombre. Además brinda un interesante panorama sobre el contexto histórico que le tocó vivir.
Desde su Pigüé natal, la obra sigue los pasos del Dr. Fasciolo por las Universidades Nacionales de Buenos Aires, Tucumán y Mendoza. Narra sus viajes por el mundo, su paso como invitado por las principales sociedades médicas y científicas de su tiempo. Susana Fasciolo completa su estudio con comentarios y apreciaciones de discípulos, colaboradores y colegas de su padre.
Palabra de la autora
-¿Cómo nació el libro?
-Nos sorprendió la poca información encontrada sobre uno de los pilares de la investigación científica de nuestro país. Entonces me pregunté: ¿Por qué no intentar contar su vida? Mi inclinación por la escritura me llevó a tomar la decisión de contar su historia. Con culpa por no haberlo hecho años atrás, cuando aún vivía mi madre. Me inquietó pensar qué pasaría el día de mañana con toda la información guardada que conservamos con mi hermana. ¿Alguien más rescataría la historia de este hombre? Seguramente no.
-¿Cómo definirías a tu papá?
Sencillez, rectitud, profundidad de pensamientos, integridad, amor al prójimo, amor a todo ser viviente, amor por la tarea elegida, curiosidad por el saber, su amor a la patria, su pasión por la vida. Su religión eran los secretos de la naturaleza, a la que amaba y respetaba por sobre todo.
-¿Cuáles fueron sus mayores aportes a la ciencia y a la docencia?
-Sin duda el más importante fue el descubrimiento de la angiotensina, junto con Braun Menéndez, Leloir y Muñoz en el año 1939. Fasciolo podría haber sido Premio Nobel por esto, aunque fue propuesto o nominado, la gestión no avanzó.
En cuanto a su labor como docente, la autora recuerda las palabras del discípulo y colaborador de su padre, el doctor Alberto Binia, que estuvo a su lado desde que lo conoció (en segundo año de medicina) hasta la muerte del investigador: “Fasciolo hizo honor a sus palabras. Cultivó la docencia y la investigación simultáneamente, en contacto diario con sus alumnos y discípulos. Fue un maestro en el cabal sentido del término. Si yo tuviera que elegir una de sus muchas virtudes, elegiría la generosidad intelectual; nunca dejó de atender a quien se acercara a él, desde profesor o colega más encumbrado hasta el alumno que se acercaba tímidamente a hacer una consulta. Todo lo que sabía o conocía lo enseñaba. Nunca guardó un conocimiento teórico o técnico con el objeto de ejercerlo como poder. Su ascendencia sobre los demás se basaba en su laboriosidad y entusiasmo, su enorme caudal de conocimientos, su agudo juicio crítico y su notable capacidad de análisis. A los que estuvimos con él no sólo nos enseñó un oficio, sino que también nos enseñó a amar ese oficio.”
-¿Cómo fue la vida familiar con él?
-Fue un padre presente. Nos inculcó a las tres hijas los valores que él sostenía… Disfrutábamos con mis hermanas de sus enseñanzas, de lo nuevo que nos proponía, de revisar la historia, la geografía, química o física, esa incansable búsqueda de lo maravilloso de la vida.
-¿Cómo fue su vida en Mendoza y su paso por la Universidad Nacional de Cuyo?
-Llegamos a Mendoza el 7 de marzo de 1952. Yo cumplía 9 años ese día. Al llegar, mi padre dijo: “Hemos llegado al paraíso”. Y llamaba a la estadía en Mendoza: “La aventura mendocina”. Nunca más quiso partir y se adaptaron junto con mi madre a este lugar al que quisieron como propio. Aquí vivieron desde el año 1952 hasta sus muertes. Amaron a su gente. Se deleitaron con su música de cuecas, gatos y tonadas.
Su paso por la Universidad
1951. La carrera de Medicina estaba en sus comienzos. Fasciolo fue contratado por dos años como profesor extraordinario de Fisiología y director del Instituto de Fisiología. Le llamó la atención el interés que tenía la Universidad por el desarrollo de la investigación científica, aunque los medios para desarrollarla eran escasos.
La Facultad comenzó a funcionar en el edificio del Hospital Central (solarios del tercer y cuarto piso, calurosos en verano y helados en invierno), con un sinnúmero de dificultades y el malestar de los médicos del Hospital. No había laboratorios, equipos, bibliotecas, ni docentes con experiencia en docencia y mucho menos en investigación y además, sin ayudantes preparados.
Señala la autora:
"Tenían problemas de abastecimiento de agua para los experimentos, la electricidad se cortaba con frecuencia y la falta de frío arruinaba los preparados. No había baños en los solarios, debían bajar y luego subir cuatro niveles para encontrarlos. Pero tanto entusiasmo, buen humor, los jóvenes que los acompañaban, ayudaron a superar tantas dificultades. En 1956 la Facultad se mudó al edificio que ocupa hoy.
Recibieron un apoyo importante de la Fundación Rockefeller, por considerar que la selección de estudiantes, la dedicación exclusiva de excelentes profesores y el énfasis en la investigación científica, presagiaban un buen futuro para la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Cuyo.
En el año 1957 funda la Cátedra de Fisiopatología, la primera en el país. Fue profesor titular de la misma hasta 1977, año de su jubilación. Siguió con su Laboratorio de Investigaciones, en el mismo edificio.
En 1970, un horno crematorio mal ubicado prendió fuego el edificio. El incendio destruyó las instalaciones, equipos, archivos, depósitos de drogas, ficheros, protocolos de trabajos científicos, registros de estudiantes, material de enseñanza, separatas, etc. La Universidad se encargó de reconstruir la parte edilicia y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas aportó un importante subsidio para reponer el resto. Fueron tres años perdidos.
En 1958 el Conicet nombró una comisión asesora para la Región Cuyo y Fasciolo la presidió por muchos años.
“Su lucha fue intensa, salvando dificultades, soportando la falta de recursos, de apoyo del Estado (las drogas donadas que llegaban del exterior, al permanecer en la aduana sin frío, terminaban arruinadas), las malas condiciones en el primer destino, el incendio y demás. Pero era muy grande el entusiasmo de mi padre y de otros que lo acompañaron en sacar adelante la Escuela de Medicina. Y lo lograron. Lo lograron con creces”, destaca la autora.
La ciencia según Fasciolo
“El ejercicio de la investigación, al hacer evidente mi ignorancia e incapacidad, me ha dado una auténtica modestia. Al demostrarme la grandeza y majestad de la naturaleza, me ha dado fe en la justicia, en la verdad y en los destinos de la raza humana.”
“Siento un profundo amor por la naturaleza, un irrefrenable deseo de descubrirla, de entenderla, de saber más y más de sus misterios. Un ingenuo deseo de conocerla y comprenderla.”