Jorge Hidalgo, elogio del educador

Profesor de la UNCuyo, Hidalgo era un experto en teoría de la comunicación. Falleció a los 80 años. El autor Daniel Prieto Castillo lo recuerda en este sentido texto.

En el correo que envió para compartir la noticia del fallecimiento de Jorge, Norma Fóscolo expresó que fue uno de los seres más íntegros que le tocó conocer, damos fe de ello todos quienes tuvimos el privilegio de su amistad.

Esa integridad era moral, “desnudos llegamos desnudos nos vamos” dijo en su renuncia a un cargo académico; era pedagógica, todo su método, todo su saber, estuvieron siempre en función de la tarea de promover y acompañar aprendizajes para que los demás se construyeran y crecieran; era intelectual, en el viejo y precioso sentido del intelectual comprometido, responsable de sus palabras y de sus actos.

Jorge irradiaba una serena sabiduría expresada en un constante ejercicio de claridad, que es del sabio llegar a la mente y al corazón de quienes acuden a él a aprender. Ya lo decía otro maestro, Simón Rodríguez: había que concretar el “esplendor de la claridad”.

Nada más lejos de nuestro amigo que el juego de los mutuos halagos (“apláudeme que te aplaudiré”). Sabía que la fama es puro cuento, le resbalaban elogios y aplausos, practicaba su misión sin estridencias, ajeno siempre a cualquier tipo de exhibicionismo discursivo. Antes de asumir una responsabilidad educativa se preguntaba una y otra vez si estaba capacitado para ella, si merecía cualquier oferta que en ese sentido se le hiciera.

Tuvimos el lujo de contar con Jorge como uno de los integrantes del equipo fundador de la Especialización en Docencia Universitaria, primero en el diseño del posgrado y luego como asesor pedagógico durante más de diez años.

Quienes vivieron el privilegio de su acompañamiento en el cumplimiento de los cuatro módulos del programa saben bien lo que significó ese lujo de educador, con su capacidad de escucha, su  firme serenidad, su prudencia para sugerir y para apoyar en el caso de dudas o de consultas.

Cuando le propuse integrarse al equipo fundador fue necesario dialogar durante más de dos meses para convencerlo. Argumentaba que por qué él si venía del campo de las letras y no de la pedagogía, que no tenía título específico…, la respuesta lo fue convenciendo después de mucho argumentar: no busco un título específico, busco un educador.

Cuando preparaba una conferencia desaparecía varios días concentrado en hacer algo que tuviera sentido para quienes fueran a escucharlo, decíamos en broma que el día anterior estaba velando las armas. Todo ello mostraba su responsabilidad y el respeto que tuvo siempre por los demás.

Volvamos a quienes lo quisimos y lo tendremos siempre con nosotros. Al día siguiente de su partida nos llegaron palabras de Carlos y Águeda Bazán: Su vida fue un ejemplo de generosidad y decencia para todos. Su amistad, un bien precioso que nos hizo mejores. Aunque nos deja a todos un vacío que nada podrá llenar, debemos celebrar el privilegio -y la alegría- de haberlo conocido, de haber compartido nuestras vidas con él, y de haber sido inspirados por sus palabras certeras. Que descanse en paz y que viva siempre en nuestro recuerdo y en nuestro afecto,

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