Inteligencia emocional: ¿Cómo aplicarla?

El tránsito cotidiano nos afecta de diferente manera, según la forma en que lo procesamos. El área laboral es un ámbito que nos pone a prueba. ¿Cómo manejar las emociones de forma positiva? Aquí, algunas respuestas.

Como seres humanos no sólo somos “lo racional”. También coexisten, en nuestro interior, emociones que nos atraviesan y definen, y que expresan la manera que tenemos de ver la vida, de vivir los desafíos o problemas, y también nuestra capacidad de adaptación o límites.

En este sentido el concepto de “inteligencia emocional” es algo que comenzó a tomar auge en diversas áreas de la vida. De hecho fue popularizado por el psicólogo estadounidense Daniel Coleman y hace referencia a la capacidad para reconocer los sentimientos propios y ajenos. La persona, por lo tanto, es inteligente (hábil) para el manejo de los sentimientos y emociones.

Para Coleman, la inteligencia emocional implica cinco capacidades básicas: descubrir las emociones y sentimientos propios, reconocerlos, manejarlos, crear una motivación propia y gestionar las relaciones personales. ¿Nada mal, no?

Sin embargo, y teniendo en cuenta estas premisas, ¿cómo llevarlas a cabo para mejorar en los ámbitos laborales?

“Teóricamente la inteligencia emocional es un conjunto de capacidades, habilidades y competencias que no son cognitivas, y que influyen en la capacidad que tiene la persona para enfrentar sus exigencias y presiones del día a día. Este tipo de inteligencia tiene que ver con las emociones, y éstas últimas no poseen una definición exacta, sino que es como si se tratara de estados cromáticos que (con más o menos color) acompañan a cómo significamos cada situación”, argumenta la psicóloga laboral Viviana Imperiale.

A esta especialista le extendimos algunas inquietudes que pueden servirte de guía.

- ¿Es como la teoría de ver el vaso medio lleno o vacío?

- Se podría decir que sí. Si uno tiene la tendencia a significar negativamente, va a encontrar todo monocromático. En contraposición a eso, si se inclina a ver la mitad del vaso lleno, va a tender a ver la vida con más colores.

- ¿Es algo con lo que nacemos o podemos sumar esa visión para mejorar nuestro hacer diario?

- Se trae y uno puede trabajarlo de acuerdo a las capacidades que se tengan y, a través de un proceso interno, es que se podrá hacer que las cosas sean más flexibles y beneficiosas para la persona.

- ¿La clave está en cómo nos paramos frente a las cosas?

- Exactamente, porque los seres humanos tendemos a meternos varias veces en un mismo problema. Esto se emparenta con la manera de ser de cada uno. Las emociones también acompañan en este comportamiento: aunque nos digamos que no queremos volver a sufrir algo, aparece el sufrimiento. Somos humanos.

- Y en los ámbitos laborales rígidos, ¿cómo aplicar la inteligencia emocional?

- Primero entendiendo que los ámbitos organizacionales y de trabajo, son sitios en donde las emociones se van a desplegar. Lo que pasa es que antiguamente en las organizaciones se tendía a no mostrar las emociones, porque eran lugares serios a los que se iba a “trabajar” y no a “sentir”. Pero la verdad es que las emociones nos acompañan.

Por ello la idea es que nos escolten al lugar de trabajo y beneficien nuestro estar en ese ámbito, y con nuestros compañeros. Tanto las organizaciones como las personas tienen que entender que si las emociones se transmiten de la mejor manera posible, el resultado va a ser más que beneficioso en ambos sentidos: para el sujeto en sus  logros personales, el mejoramiento de su autoestima, o el incremento de una actitud positiva; y para la organización, en el enriquecimiento del trabajo, porque la persona puede hacer mejores aportes en su puesto, más cálidas y positivas interacciones interpersonales, y gozar de mayor confianza con jefes y compañeros, generándose por ende un mejor ambiente laboral.

- ¿Y si eso no sucede por el tipo de organización?

- Si las emociones no son tenidas en cuenta, o hay un predominio de las que son negativas a nivel personal, entonces vamos a encontrar que pueden aparecer síntomas en la persona como el “burnout” (o síndrome del quemado), el estrés laboral, la disminución del ritmo de trabajo, conductas frustradas (la agresividad directa o indirecta) en el ámbito de trabajo, o quedarse fijado a comportamientos que ya no sirven. Incluso pueden darse alteraciones físicas, como las cardiovasculares.

Por el lado de la organización va a haber disminución del rendimiento, de la productividad (entre otros aspectos); como el predominio de emociones negativas. Obviamente que las emociones se van a ir dando, a partir de la cultura que tenga esa organización. En la actualidad se realizan encuentros de psicología positiva para organizaciones felices.

- ¿Cómo sería una organización feliz?

- Empresas donde se incorpora y se tolera que el otro tenga aspectos postivos, pero que a veces no esté en su mejor momento. Se trata de organizaciones con empatía, que entienden que las emociones son parte de los sujetos, y por lo tanto parte de la empresa. Son instituciones que trabajan conjuntamente, en pos de este objetivo.

La lista de los mejores lugares para trabajar incluye sitios en los que se prioriza el trabajo en equipo para turnarse según habilidades, objetivos, etc. Se suma el poder tener un desarrollo de carrera dentro de la organización, cierta autoridad dentro de lo que cada persona desarrolla, y ser tenido en cuenta. Todo esto genera que las organizaciones sean mejores lugares para trabajar y coexistir.

- ¿Y qué pasa cuando esto no se da? ¿Cómo aplicar la inteligencia emocional allí?

- La persona tendrá que tomarla como una parte de su vida, pero no toda su vida, tratando de poner el acento en la parte externa, y provisoriamente empezar a desarrollar su carrera, pensando en mejores lugares que las haga sentir más cómodas con su ser y hacer.

Es importante pensar estrategias para saber qué tenemos que mejorar, o en qué capacitarnos, para poder movernos de ese lugar que ya no nos resulta operativo ni gratifiante, y sumar la terapia como trabajo personal, para poder desarrollarnos en espacios más sanos y felices.

Claves para reforzar el pensamiento positivo

El gran teórico de la Inteligencia Emocional, el psicólogo estadounidense Daniel Goleman, señala que los principales componentes que la integran son:

1. Autoconocimiento emocional (o autoconciencia emocional). Se refiere al conocimiento de nuestros propios sentimientos y emociones y cómo nos influyen. Es importante reconocer la manera en que nuestro estado anímico afecta a nuestro comportamiento, cuáles son nuestras capacidades y cuáles son nuestros puntos débiles. Mucha gente se sorprende de lo poco que se conocen a ellos mismos.

2. Autocontrol emocional (o autorregulación). El autocontrol emocional nos permite reflexionar y dominar nuestros sentimientos o emociones, para no dejarnos llevar por ellos ciegamente. Consiste en saber detectar las dinámicas emocionales, saber cuáles son efímeras y cuáles son duraderas. No es raro que nos enfademos con nuestra pareja, pero si fuéramos esclavos de la emoción del momento, estaríamos continuamente actuando de forma irresponsable o impulsiva, y luego nos arrepentiríamos.

3. Automotivación. Enfocar las emociones hacia objetivos y metas nos permite mantener la  motivación y establecer nuestra atención en las metas en vez de en los obstáculos. En este factor es imprescindible cierto grado de optimismo e iniciativa, de modo que tenemos que valorar el ser proactivos y actuar con tesón y de forma positiva ante los imprevistos.

4. Reconocimiento de emociones en los demás (o empatía). Las relaciones interpersonales se fundamentan en la correcta interpretación de las señales que los demás expresan de forma inconsciente, y que a menudo emiten de forma no verbal.

La detección de estas emociones ajenas y sus sentimientos, que pueden expresar mediante signos no estrictamente lingüísticos (un gesto, una reacción fisiológica, un tic) nos puede ayudar a establecer vínculos más estrechos y duraderos con las personas con que nos relacionamos.

Además, el reconocer las emociones y sentimientos de los demás es el primer paso para comprender e identificarnos con las personas que los expresan. Las personas empáticas son las que, en general, tienen mayores habilidades y competencias relacionadas con la Inteligencia Emocional.

5. Relaciones interpersonales (o habilidades sociales). Una buena relación con los demás es una fuente imprescindible para nuestra felicidad personal e incluso, en muchos casos, para un buen  desempeño laboral. Y esto pasa por saber tratar y comunicarse con aquellas personas que nos resultan simpáticas o cercanas, pero también con personas que no nos sugieran muy buenas vibraciones; una de las claves de la Inteligencia Emocional.

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