El exgeneral Luciano Menéndez, principal acusado del crimen del obispo Enrique Angelelli en 1976, durante la última dictadura militar, fue condenado este viernes a prisión perpetua y se ordenó revocar la prisión domiciliaria que cumple por otros delitos de lesa humanidad, informó el tribunal.
El exmilitar de 87 años fue acusado de ordenar el asesinato de Angelelli, entonces obispo en la provincia de La Rioja que la dictadura había encubierto como un accidente de tránsito.
Se trata de la primera condena por el crimen de un sacerdote de alta jerarquía en Argentina durante el régimen militar (1976-1983) y de un caso que contó con el particular compromiso del papa Francisco, que aportó dos cartas con denuncias sobre la dictadura que Angelelli escribió al Vaticano antes de ser asesinado.
La Justicia de La Rioja condenó también a cadena perpetua al otro exmilitar Luis Estrella, que como Menéndez "fue hallado culpable del homicidio del prelado", dijo el magistrado José Quiroga Uriburu junto a Juan Carlos Reynaga y Carlos Julio Lascano.
Al conocerse las condenas se escucharon aplausos y gritos de alegría que decían: "Viva Angelelli", "¡Angelelli está presente!".
El abogado Guillermo Díaz Martínez, querellante por la secretaría de Derechos Humanos de la Provincia y de la Nación, había anticipado que el viernes sería "un día histórico no solamente para los riojanos sino para toda Argentina y América Latina" por esta sentencia.
El 4 de agosto de 1976, el obispo murió a los 53 años al volcar el automóvil en el que regresaba de un homenaje a los sacerdotes Gabriel Longueville (francés) y Carlos Murias (argentino), secuestrados, torturados y fusilados dos semanas antes en La Rioja.
Viajaba acompañado por su colaborador, el entonces sacerdote Esteban Pinto, quien sobrevivió y es querellante en el juicio.
El régimen atribuyó la muerte a una supuesta pérdida de control del auto que conducía y cerró la causa.
Angelelli escribió en una carta al Vaticano, leída en el juicio gracias al aporte del papa Francisco, donde denunciaba que estaban "permanentemente obstaculizados para cumplir con la misión de la Iglesia".
"Personalmente, los sacerdotes y las religiosas somos humillados, requisados y allanados por la policía con orden del Ejército", aseguró el obispo.
En 1986, ya en democracia, la Justicia reabrió la causa y consideró probado que se trató de un homicidio, pero el caso volvió a quedar archivado al sancionarse las leyes de amnistía, hasta su anulación en 2003.
Según la investigación, el vehículo del obispo fue embestido por otro que lo hizo volcar, tras lo cual Angelelli fue retirado del auto, golpeado en la nuca y su cuerpo arrastrado hasta el medio de la ruta, donde quedó tendido en forma de cruz.
Impulso de Francisco
Estos textos se sumaron al juicio luego de que el Papa, que se había comprometido a aportar datos, enviara al tribunal dos documentos archivados por cuatro décadas.
Se trata de la carta de Angelelli al entonces nuncio apostólico Pío Laghi y otra con el relato detallado, día por día, del asesinato del párroco Longueville y el franciscano Murias el 18 de julio de 1976.
"Desde las víctimas y desde el Estado realmente se está agradecido al aporte que hizo su Santidad", declaró el jueves el secretario de Derechos Humanos, Martín Fresneda, quien viajó a La Rioja, 1.000 km al noroeste de Buenos Aires, para la lectura de la sentencia.
El actual obispo de La Rioja, Marcelo Colombo, otro querellante, señaló que "para la Iglesia, será un momento de máxima luz por la consideración que tenía Angelelli como pastor y como figura emblemática en la lucha por la dignidad de las personas".
Entre decenas de juicios que se realizan en Argentina desde 2003, con más de 500 condenados, este es el primero sobre el crimen de un obispo.
Un centenar de religiosos, la gran mayoría católicos, fueron desaparecidos o asesinados durante la dictadura, entre ellos dos monjas francesas y el obispo San Carlos Ponce de León.
A diferencia de un sector de la Iglesia Católica, credo mayoritario en Argentina, la jerarquía de la Iglesia Católica fue muy cuestionada por su silencio durante esta época en la que desaparecieron unas 30.000 personas, según organismos humanitarios.
Los condenados insisten en que son inocentes
Menéndez y Estrella insistieron con la versión oficial de la dictadura de que el religioso murió en "un accidente" de tránsito y proclamaron su inocencia.
Al pronunciar sus últimas palabras antes del veredicto, Menéndez reiteró la hipótesis del vuelco de la camioneta que conducía Angelelli: "Fue un accidente completamente fortuito", dijo, y descartó que haya sido un atentado.
Estrella intentó abundar en el recurso defensivo de su ex superior dentro de la jerarquía castrense pero cometió un lapsus lingüístico al hablar del "lugar del crimen", ante lo cual, de inmediato, corrigió el discurso y sostuvo "en el lugar del accidente".
Además, Menéndez aseguró: "Yo no tuve nada que ver con la muerte de Angelelli. Soy inocente", y cuestionó el proceso al quejarse de que "vine a informar lo que sabía del accidente, que es nada, y termino siendo el autor. Todo sin ninguna prueba".
El ex vicecomodoro Estrella señaló que "la causa está armada" y cuestionó a la querella que representa a la Iglesia católica por lo que evaluó como baja calidad probatoria de los documentos de Angelelli y participantes en el caso que aportó al proceso como prueba.