Historia de una sobreviviente: “Si no me ponía el cinturón no estaría aca”

Mónica Cantillano (47) es otra sobreviviente del vuelco de TurBus. “Apenas entró a la ruta agarró velocidad. Eran muy bruscos los movimientos”, contó.

De la tragedia vial de Horcones quedan tantas historias como sobrevivientes. Y todas tienen en común esas lágrimas que se escapan y que suelen ir acompañadas de frases como "Gracias  a Dios estoy acá", o de esos recuerdos terroríficos que se van sucediendo como una serie de diapositivas pasadas a alta velocidad.

Cuando Mónica Cantillano (47) reconstruye la historia, incluyendo las horas previas al siniestro y lo que ha transcurrido hasta el momento, están presentes todas estas situaciones: llanto, agradecimientos en voz alta y la descripción de esas escenas que no la abandonan. Si hasta el domingo por la noche despertó en varias oportunidades, asustada por las pesadillas y tras haber hablado o murmurado entre sueños (algo que ella no recuerda, pero que confirma su hija Emilia -21-).

“Me puse el cinturón de seguridad porque la persona que iba al lado mío se lo puso. ‘Yo desconfío de cómo manejan’, me dijo la mujer y yo hice lo mismo. Pero si ella no se lo ponía, yo tampoco. Y no estaría acá”, resume sentada en una silla en el patio de su humilde casa de Chacras, ubicada al costado de la Panamericana. “Hacía un par de días estaba perturbada con el tema del cinturón. El jueves fui a hacer compras, me tomé un remís y el remisero no se puso el cinturón. Yo le pregunté por qué no lo usaba. Y el viernes a la noche me tomé el mismo remís para ir a la Terminal y le volví a hacer el mismo comentario al conductor”, contó la mujer, que trabaja como empleada doméstica.

Mónica y sus 3 hijos reclaman que se haga un verdadero seguimiento, no sólo de ella sino de todos los sobrevivientes. Sobre todo en lo que a acompañamiento y contención psicológica se refiere.

“El día del accidente, en el hospital de Uspallata le dieron un Diclofenac y la mandaron de vuelta. Ayer llamé al Hospital Central, dije que era hija de una de las sobrevivientes y les comenté que necesitaba que le hagan radiografías para ver si tenía alguna lesión. Pero nos dijeron que no era prioridad, por lo que tuvimos que ir esta mañana por nuestra cuenta al Centro de Salud de Chacras. Si la empresa paga un seguro por cada pasajero y hay una ART, ¿por qué no aparece? Nadie ha venido siquiera a poner la cara”, destacó también con angustia la hija de la mujer.

“Agradezco a Dios y a la vida estar acá. Ahora, ¡preocúpate, haz algo! Somos seres humanos y alguien tiene que hacerse cargo. A veces me acuerdo por momentos y lloro, otras no sé dónde estoy”, agregó Mónica, chilena de nacimiento pero que hace 30 años vive en Mendoza.

Inicialmente, su hijo menor -Nahuel (19)- iba a ser parte del viaje que la llevaba a visitar a sus parientes en Rancagua (Chile). Sin embargo, el destino le hizo un guiño al joven porque no le llegó a tiempo el DNI, lo que motivó el cambio de planes. “Algo dijo que no vaya”, reflexionó mientras abrazaba a su madre.

El horror

A las 22.15 del viernes 17, el colectivo de la empresa TurBus que se anunciaba a Santiago de Chile salió de la Terminal de Mendoza.

“Apenas entró a la ruta agarró velocidad. Yo iba agarrada del apoyabrazos y varias veces los bolsos se cayeron de la parte de arriba. Eran muy bruscos los movimientos”, contó la mujer.

Ella viaja a Rancagua por lo menos 2 veces al año y siempre elige TurBus. “Hace 27 años tuve una fea experiencia yendo en otra empresa. Desde ese momento viajo en TurBus, que va directamente a la terminal de dónde sale el otro bus a Rancagua”, contó durante la siesta de ayer.

Mónica recordó que el viernes a la noche, mientras la señal se lo permitió, se fue escribiendo con sus familiares trasandinos y una amiga de acá. Incluso hasta se enganchó con la película que pasaron y se quedó dormida con los auriculares.

“Me desperté y había terminado, me saqué los auriculares y me quedé en ese estado en que estás mitad despierta, mitad dormida. Hasta que en un momento escucho que el chofer y otro hombre empiezan a gritar: ‘¡Volcamos, volcamos!’ De ahí lo siguiente que recuerdo fue ver muchos vidrios rotos, gritos y una polvareda. Durante todo el viaje había un bebé que lloraba y no lo sentí más, por lo que puse la linternita del celular y sólo encontré una zapatillita de él al lado de mi pierna”, relató con la voz quebrada.

Tanto Mónica como su vecina de asiento -se llaman igual- viajaban del lado del que volcó el colectivo. Ella iba sobre el pasillo, por eso fue que su compañera -que iba pegada a la ventana- se llevó la peor parte, pero ambas se salvaron por llevar el cinturón de seguridad.
"Recuerdo que la gente afuera se detenía y ayudaba, salimos por donde iba el parabrisas. Tengo moretones que van apareciendo todos los días y me duele un poco el cuerpo al toser", acotó.

Las ambulancias y la asistencia llegaron en el acto y ella, junto a los heridos que menos lesiones tenían, fueron trasladados al Hospital de Uspallata en una trafic.

“Allí había otro micro de TurBus que habían puesto para que siguiera el viaje y llevara a Santiago a quienes no tuvieran lesiones graves. Parecía que querían hacer de cuenta que no había pasado nada, hasta que las autoridades le dieron la orden de que ese micro bajara de nuevo a Mendoza y se dirigiera a la Comisaría 11 de Luján”, agregó.

Emilia se enteró del accidente exactamente 34 minutos después del vuelco. “Vino una vecina amiga de mi mamá a decirme que ella le había llamado para contarle y se me vino el mundo abajo. Mi otro hermano se fue a Uspallata a verla”, contó la joven. Mónica no recuerda haber hecho ese y otros llamados telefónicos, uno de ellos a su patrón, a quien le contó shockeada y entre gritos del accidente.

“Lo primero que se me vino a la cabeza al momento del vuelco fueron mis hijos, quería volver a abrazarlos”, agregó y dejó salir el llanto.

“Creo que volvería a viajar por TurBus, siento que esto hubiese pasado en cualquier empresa, porque tenía que pasar. Es algo que hay que superar. Pero creo que no volvería a viajar de noche. Es una lástima, porque al hacerlo podía disfrutar de 2 días más con mis parientes de allá”, concluyó.

4 adultos y 3 niños siguen internados

Después de la tragedia de Horcones continúan 7 personas internadas: 4 adultos en el hospital Central y 3 niños en el Notti.
El director del Central, Ariel Herrera, dio detalles ayer del estado de salud de los internados allí: "Los 4 pacientes están estables, no ha habido variación en su estado clínico. La evolución continúa favorable. Tenemos una de las pacientes que se encuentra en terapia (Claudia Vila)".

Y agregó que “un paciente tuvo una amputación traumática del brazo, otra chica con una amputación de la falange del segundo y cuarto dedo de la mano izquierda y otro con una fractura del antebrazo”.

En tanto, Claudia Vila, la mujer de 39 años que quedó cuadripléjica, sigue en terapia intensiva porque sufrió un traumatismo raquimedular (aplastamiento de columna).

Las autoridades del Ministerio de Salud se comprometieron a conseguir una costosa prótesis que la joven necesita para fijar la columna cervical. Es muy probable que sea operada hoy.

"Después vamos a ver la evolución", comentó Herrera.
En el Notti, "a Juan Cruz Maldonado se le retiró el respirador pero sigue en terapia intensiva. Dilan Olivera salió de terapia y pasó a sala común y probablemente pueda compartir la habitación con su hermano Thiago, que sigue evolucionando favorablemente", señaló el director, Raúl Ruffeil.

“Hay que ir viendo la evolución porque han tenido un cuadro muy severo con politraumatismo que incluía traumatismo de cráneo. Los chicos habitualmente tienen una mejor respuesta que los adultos, pero también cuando se descompensan lo hacen también rápidamente”, agregó.

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