Herbario: el desarrollo de la botánica en Mendoza

La colección del Instituto Argentino de Investigaciones de las Zonas Áridas (Iadiza) es la mayor del oeste argentino y, posiblemente, la más activa de la zona por la cantidad de visitantes y el fluido intercambio con otras instituciones.

Los herbarios, o sea colecciones de muestras de plantas que mayormente se conservan secas, son utilizados por especialistas para estudios agronómicos, ambientales, polínicos, dendrocronológicos, paisajísticos, farmacopéicos, de biodiversidad, e incluso lingüísticos.

Mendoza, pionera

En lo que a herbarios se refiere, Mendoza parece ser pionera. A principios del siglo XIX, el escocés John Gillies realizó importantes colecciones, en las cuales se describieron unas 200 especies desconocidas para la ciencia hasta ese momento.

Más adelante, en 1858, el entonces gobernador Cornelio Moyano, al crear el Museo que ahora lleva su nombre, incluyó entre los motivos la siguiente frase: “Ocuparán el segundo lugar las muestras vegetales, inscribiendo en cada una el nombre indígena y las condiciones que poseyere, aromáticas, oleosas, tintóreas, medicinales, de construcción, etc., el lugar de producción y el dueño del terreno...”.

A principio del siglo XX se radica en Mendoza el micólogo Renato Sanzín, quien además de sus funciones en la incipiente Escuela Nacional de Vitivinicultura, ejerce como profesor en el Colegio Nacional Agustín Álvarez.

El doctor Ramón Adrián Ruiz Leal coleccionó sus primeros ejemplares a los 18 años, como discípulo de Sanzín. Luego comenzó estudios universitarios de biología en Buenos Aires, pero debió desistir por falta de recursos económicos. De allí en adelante fue un meritorio autodidacta y se relacionó con numerosos centros de investigación.

Se unió a expediciones de geólogos, arqueólogos y andinistas, mayormente en condiciones precarias. Además, organizó sus propias expediciones tomando muestras en los lugares más remotos de Mendoza.

Su herbario particular, con unos 27.000 ejemplares -cada uno con el registro de su procedencia, fecha y observaciones de campo- se encuentra, desde el año 1976, constituyendo el herbario del Iadiza y otra parte se mantiene en el herbario MEN de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Cuyo, de donde fue profesor y posteriormente galardonado con el título de Dr. Honoris Causa.

Por muchos años contó con la colaboración de su esposa, Margarita Cabrera, no solo en su domicilio, sino también luego de la incorporación del herbario al instituto.

Realizó unas 70 publicaciones, entre ellas la prestigiosa “Flora Popular Mendocina”, obra basada no solo en la bibliografía (inexistente en aquel momento en gran parte del país) sino en su colección de plantas y observaciones de campo. Esta obra es de permanente consulta para identificar gran parte de las plantas de la zona, y el herbario, el lugar donde se puede verificar que la identificación es correcta.

El MERL

El herbario del Iadiza, actualmente conocido en el mundo de la botánica como “MERL” (abreviatura convenida internacionalmente para “Mendoza Ruiz Leal”), se formó en 1976, pocos años después de la creación del instituto, ocurrida en 1972, en base a la colección particular de Ruiz Leal. Sin embargo, la colección cuenta con ejemplares anteriores, como por ejemplo algunas muestras recogidas por Sanzín.

El primer responsable del herbario, ya donado al Estado, fue el ingeniero agrónomo José Ambrosetti. Luego se incorporó el ingeniero agrónomo Fidel Roig Simón. Ambos, profesores de la Universidad Nacional de Cuyo, formaron discípulos en el Iadiza. De allí en adelante ingresó otra generación más numerosa.

Las dos ramas principales de estudios fueron la taxonomía (clasificación de las plantas) y la fitosociología, rama de la ecología que estudia la composición de las asociaciones vegetales. Hay numerosas publicaciones sobre esto último que incluyen a Mendoza y a otras regiones del país, en especial la Patagonia. Se destaca el mapa de vegetación de la provincia -efectuado por un equipo bajo la dirección del ingeniero Fidel Roig Simón- como trabajo de síntesis de varias publicaciones que abarcan superficies menores.

Dentro del sistema científico argentino encabezado por el Conicet, el Iadiza se distingue por su cercanía con los temas que interesan a la provincia, como la desertificación y la forma de remediarla, el aprovechamiento racional del territorio (se colabora estrechamente con los estudios de ordenamiento territorial), y la biodiversidad (en el caso del herbario la diversidad vegetal).

El herbario y el instituto funcionan como una prolongación de varias universidades en la formación de nuevos botánicos. Así es que se colaboró en la formación de varios profesionales, y recientemente de las doctoras Sofía Albesiano, de Colombia, y Alejandrina Alaria, de Mendoza. En este momento dos alumnos realizan sus trabajos de doctorado, los ingenieros Ana Vignoni y Pablo Molina. Cada año varios pasantes son entrenados en las tareas del herbario, incluyendo la determinación de ejemplares, ordenamiento, montaje y otros.

Patrimonio del herbario

Dr. Adrián Ruiz Leal

Actualmente el herbario cuenta con cerca de 80.000 ejemplares; de ellos, unos 62.000 están ordenados por familias botánicas y dentro de ellas por orden alfabético según sus nombres científicos; los de Mendoza son posiblemente unos 50.000. Otros 18.000 ejemplares, donados por el ingeniero Méndez, deben ser gradualmente incorporados, tarea que sin duda deseaba realizar personalmente. Cerca de 400 ejemplares son “tipo”, es decir, el material utilizado para describir por primera vez algunas especies, documentos indispensables en caso de duda sobre su identidad.

La colección se ha ido formando con la participación de los integrantes del instituto, el intercambio de duplicados con otras instituciones y la ayuda de otras personas interesadas en las plantas: naturalistas de Mendoza, andinistas, alumnos, etc.

Para qué sirven los herbarios

Para hablar un poco acerca de las utilidades de los herbarios, podemos mencionar que son usados por quienes, por ejemplo, analizan las propiedades nutritivas o forrajeras de un planta. También por agrónomos para saber cuáles son las malezas de los cultivos. Asimismo, los utilizan quienes estudian las cualidades del polen como alergénico o para la producción de miel. En los últimos años, el material se emplea para efectuar análisis de ADN o conocer los lugares y épocas donde encontrar ejemplares vivos para dichos estudios.

El uso tradicional, y que se mantiene, es tener reunidas las plantas de un determinado grupo y poder efectuar su clasificación por género, especie y variedades de ese grupo, teniendo en los herbarios colecciones efectuadas en muy diversas épocas y lugares.

Entre las instituciones similares del país y de todo el mundo se realizan préstamos para estos estudios. Los mismos comprenden no solo lo que puede verse a simple vista sino que, de acuerdo con la intención y las posibilidades del equipo interdisciplinario, también la anatomía de las diferentes partes de la planta, los embriones, la estructura de la epidermis, tipos de pilosidad, presencia de ceras, cristales, compuestos orgánicos como pigmentos, alcaloides, proteínas, minerales u otros.

En la actualidad ya es casi rutina complementar con análisis de ADN, en especial para corroborar y complementar los datos mencionados y tender a una clasificación que refleje las relaciones de parentesco entre las plantas del grupo estudiado.

En el Iadiza, desde hace tiempo se están digitalizando los especímenes para incorporarlos a una base nacional de datos en la que participan los herbarios más importantes del país, y que facilita la labor de los estudiosos de las plantas.

Silenciosamente, los herbarios siguen aportando información para el mejor conocimiento de la naturaleza, con sus implicancias en nuestras vidas y en la economía regional.

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