Gustavo Oriozabala: el depornauta

El nadador de Regatas es el mayor especialista mendocino en aguas abiertas. Sus hazañas comenzaron en el Paraná, pero luego desafió al Canal de la Mancha, el estrecho de Gibraltar y el Canal de Beagle.

Gustavo Oriozabala: el depornauta
Gustavo Oriozabala: el depornauta

Junto a Pedro Antonio Candioti (1893-1967), nadador santafesino conocido en las décadas del ’30 y del ’40 como “el tiburón de Quillá”, que fuera campeón mundial de permanencia en aguas abiertas entre el 19 y el 23 de febrero de 1939, cuando tenía 46 años, al completar un raid de 100 horas y 33 minutos de nado ininterrumpido; Antonio Abertondo (1918-1978), primer deportista argentino en cruzar a nado el Canal de la Mancha en 1950 (también lo hizo ida y vuelta en 1961); Alfredo Ramón Camarero (1931-2012), tres veces campeón mundial de aguas abiertas en 1957, 1958 y 1959 y Horacio Iglesias (1942-2004), cinco veces campeón y dos veces subcampeón mundial de aguas abiertas; el mendocino Gustavo Fabián Oriozabala figura también como uno de los máximos referentes de las competencias acuáticas de largo aliento en el rico historial argentino de ese deporte.

Las hazañas de este indómito y valeroso deportista nacido en el departamento de Godoy Cruz el 18 de noviembre de 1970, verdadero “depornauta”, embajador argentino en el mundo, que hizo realidad los desafíos y travesías más increíbles que se puedan imaginar se remontan a fines de la década del ’80, cuando ya había alcanzado un notable prestigio provincial y nacional como nadador del Club Mendoza de Regatas.

Un segundo puesto en 1987 y dos primeros en 1988 y 1989 del Cruce del Puerto de Rosario fueron sus primeras experiencias en aguas abiertas, por lo que fue distinguido con el premio Huarpe del Círculo de Periodistas Deportivos de Mendoza (distinción que volvió a recibir en 1992).

Esas competencias marcaron el comienzo de su ascendente trayectoria en aguas cálidas o muy frías, entre hielos, bajo un sol abrasador o nubes de tormenta, con temperaturas en el exterior bajo cero o más de 40 grados.

En ríos, estrechos, lagos y en mar abierto, siempre en soledad, con su propio esfuerzo y sus interminables brazadas y un valioso equipo de gente a sus espaldas, entre médicos y preparadores físicos.

A comienzos de los ’90 se ubicó en el 5to. lugar en el ranking mundial de aguas abiertas, con la salvedad de que era el más joven de todos los participantes. Su posterior hoja de nado lo ubicó 3ro. entre 15 especialistas en la Maratón Acuática de Ponza, Italia, de 44 kilómetros de recorrido; 2do. en el Desafío de Gerardini también en Italia, y 6to. en gran performance en Atlantic City, EEUU, en una difícil carrera de 42 km de extensión por aguas de un canal que luego desembocan en el mar. Gustavo no paraba de correr y cada vez acumulaba más experiencia en distintos escenarios como Rosario, Santa Fe, Paraná, el Río de la Plata y la Isla del Tigre paso previo a nuevos logros de jerarquía internacional.

Por esa época completó la distancia entre Capri y Nápoles, se impuso en el Lago Magog de Canadá –donde estableció el mejor registro de la historia–, participó nuevamente en Atlantic City, ganó en la australiana Taylor y realizó un extenso circuito por Europa y los Estados Unidos hasta que comenzó a escribir con su gran fortaleza física y anímica, su excelente preparación y su espíritu realmente invencible las páginas más conmovedoras de su dura lucha contra esas destempladas aguas, grandes olas, peligrosas corrientes y fuertes vientos que habitan en la soledad de los océanos, que se oponían en su camino de gloria eterna y que conquistó brazo a brazo, metro a metro.

Héroe de Malvinas

Proezas como el Cruce del Canal de la Mancha al unir el 12 de setiembre de 1993 las playas de Inglaterra y Francia con el excelente registro de 8 horas 59 minutos, la Paraná-Rosario en 1994 con una marca mundial, el Doble Cruce del Estrecho de Gibraltar en 1997, el emotivo cruce del Canal de Beagle en febrero de 1997 –cuando desde ambas costas fue saludado por banderas argentinas y chilenas que premiaban su singular esfuerzo mientras las lanchas de la Prefectura Marítima Argentina que lo habían escoltado hacían sonar sus estridentes sirenas–, el triple cruce del mismo canal al año siguiente –cuando redobló su apuesta aunque un ligero golpe de hipotermia hizo temer por su salud–, el espectacular hito que lo llevó al lago Titicaca –el más alto del continente con sus 3.915 metros sobre el nivel del mar– y braceó desde Perú a Bolivia, hasta que en 2003 cruzó el Estrecho de Magallanes en la región de Punta Delgada, oportunidad en que estableció un nuevo récord mundial con 51 minutos 11 segundos, 49 milésimas, superando el anterior de Lynne Cox, quien había necesitado 1 hora 1 minuto.

Se convirtió además en otro héroe de la noble gesta de Malvinas cuando el 21 de marzo de 2006 rindió un sincero homenaje a los caídos y a los sobrevivientes de aquella desigual guerra con los ingleses. Oriozabala  unió las islas Gran Malvina y Soledad en poco más de una hora y media a través de las heladas aguas del estrecho que las comunica entre Saint Mont y Puerto San Carlos con temperaturas de entre 3 y 5 grados, en una gesta única e incomparable.

El Gran Escape

Gustavo llevaba dos años de inactividad cuando el 2 de enero de 2010 se puso una vez más a prueba como si le faltara algo a su palmarés de éxitos acuáticos. Ese día de pleno invierno en los Estados Unidos intervino y venció entre 30 inscriptos en la tercera edición del Escape de Alcatraz, la competencia de aguas abiertas que unió la temida ex prisión que se convirtió en leyenda, conocida como The Rock (La Roca), encierro de máxima seguridad que funcionó en una isla rodeada por el mar entre 1933 y 1963, con la Bahía de San Francisco en California.

Oriozabala braceó durante poco más de media hora de manera perfecta y sostenida para cubrir el trayecto de casi 3 kilómetros lo que le permitió ser el primero en hacer pie en el Aquatic Park, una laguna que está rodeada por un complejo construido en 1939 entre Hyde Street Pier y Fort Mason.

El lugar cuenta entre sus principales atractivos con el Museo Nacional Marítimo y el Ghirardelli Square, un llamativo paseo de compras y locales de comida. Gustavo no olvida aquella singular experiencia, en la que nadó sobre las aguas más gélidas del mundo: “Se corrió sinceramente en condiciones sobrehumanas con temperaturas de hasta 5 grados centígrados. Por fortuna el oleaje, que es muy variable, estuvo moderado hasta el final de la prueba, cuando el tiempo desmejoró de manera preocupante.

Como llegué muy bien entrenado mantuve un ritmo constante de brazadas y en todo momento me mantuve en la punta a la par de un (norte)americano que era el gran favorito porque se había impuesto en varias ediciones anteriores. Sin embargo él estaba reglamentariamente fuera de la clasificación porque a último momento decidió correr con traje de neoprene para protegerse de la térmica tan baja.

Cuando la costa apareció a mis ojos nadé aún con mayor intensidad para poder coronar la que hasta ahora ha sido mi última misión. Cuando miro hacia atrás me siento muy orgulloso de todo lo que he logrado y agradezco el apoyo de mi familia, de los profesores, médicos y demás colaboradores que integraron mis equipos y de las empresas que confiaron en mi capacidad con su valiosa ayuda económica para cubrir los costos de muchos y largos viajes”.

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