Grandes momentos

Cuando Ramsés rechaza la súplica del profeta Moisés para que deje ir a su gente, Egipto es atacado por una serie de plagas y pestilencias. Los asesores de Ramsés le ofrecen explicaciones científicas ante los fenómenos que están pasando. Serán, según prometen los avances y el despliegue técnico de “Éxodo: dioses y reyes”, los grandes momentos de acción del film, junto a las batallas.

La primera de las diez plagas se presenta después de que los cocodrilos en el Nilo se comienzan a atacar entre ellos y a varios marineros egipcios, en un frenético y sádico festín. Las aguas ensangrentadas y enturbiadas hacen que el Nilo se pinte de rojo, y a que una carpeta de peces muertos, carentes de oxígeno, floten sobre su superficie. Las ranas se mueven en manadas sobre la ciudad de Pi Ramsés, e incluso hacia el palacio de Ramsés en busca de comida.

400 ranas se necesitaron para el set, así como seis entrenadores de ranas, un perro entrenado para controlarlas y una valla de un metro de altura para contenerlas. En esta escena, Golshifteh Farahani, quien interpreta a Nefertari, mostró su valentía durante varias tomas al pretender estar dormida, sabiendo que una gran bolsa de ranas vivas estaba siendo vaciada sobre su cabeza, mientras se enredan en su larga cabellera.

Después de la muerte de los anfibios, moscas se arremolinan sobre sus cuerpos putrefactos, llenos de larvas, y las calles de la ciudad que Ramsés ha construido en su honor se tornan invisibles gracias a una cortina negra de moscas. El supervisor de efectos visuales Peter Chiang opina al respecto: "Llevamos las plagas a un nivel nuevo y distinto. Las moscas se vuelven muy distintivas y espesas en sus movimientos, y la subsiguiente invasión de langostas se vuelve todavía más perturbadora debido a la manera en la que se mueven e invaden un lugar”.

Después, úlceras y forúnculos dañan los cuerpos de casi todos los egipcios. Por las noches cae granizo del tamaño de piedras, seguidas de un impresionante enjambre de langostas.

Las leyes de la naturaleza, llevadas al extremo -y quizás con la intervención divina- pueden explicar estas plagas, pero el azote final va más allá de la naturaleza: los primogénitos varones de Egipto son asesinados por las noches, incluyendo al propio hijo del faraón. Cuando Ramsés se percata de que ningún niño hebreo esclavo ha muerto, les ordena que se vayan de Egipto, pero poco tiempo después encabeza su ejército para perseguir y matar a los hebreos que se están dando a la fuga.

Moisés y su mal equipada banda de 400.000 seguidores, que apenas traen consigo lo que se pudieron llevar de sus casas, luchan por cruzar las ominosas montañas para dirigirse al Mar Rojo y hacia una intersección que Moisés había usado antes.

Una vez que llegan, con un ejército egipcio que les pisa los talones, Moisés se percata de que ha tomado el camino equivocado y que las aguas poco profundas que esperaba encontrarse ya no están ahí. Enfrentado ante la imponente masa de agua a un lado y a las miles de tropas egipcias al otro, Moisés pierde la esperanza. Una vez que Ramsés se prepara para el ataque final, Moisés se percata que la marea se está alejando a una velocidad rápida. Reúne a su gente y comienzan a trastabillar a través de las aguas poco profundas. Cuando los hebreos terminan por cruzar, las tropas persecutorias de Ramsés, que vienen justo detrás, son sepultadas por una imponente ola.

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