Gustavo Neumann, el profe de Graf Spee

Era tripulante del mítico barco alemán, que se enfrentó con tres cruceros ingleses en el Río de la Plata. Radicado en Mendoza fue referente en el ambiente atlético.

En la mañana brumosa del 21 de agosto de 1939 el joven alemán Gustavo Neumann no sabía qué le esperaría luego de abordar el imponente acorazado. Ni en sus más remotos pensamientos imaginó que algunos meses después participaría de la única batalla naval del siglo en el estuario más grande del mundo. Que sería un sobreviviente de ese enfrentamiento. Y mucho menos que pasaría el resto de su vida en una remota provincia argentina, Mendoza, donde con los años se transformaría en una de las figuras más reconocidas del ambiente atlético.

La vida de Neumann tiene condimentos para todos los gustos. El barco que abordó fue nada menos que el mítico Graf Spee, conocido como el acorazado de bolsillo, orgullo de la flota alemana en la Segunda Guerra Mundial. Ese buque y sus 1.223 tripulantes fueron los protagonistas de lo que pasó a la historia como la 'Batalla del Río de La Plata', frente a las costas uruguayas.

El bombardeo entre el buque alemán y tres cruceros ingleses, el 13 de diciembre de 1939, fue el principio del fin del Graf Spee. El 17 de ese mismo mes, el capitán Langsdorff dispuso el hundimiento del barco, con sus propios torpedos. Neumann fue uno de los artilleros que ejecutó la triste tarea. Luego, el comandante se suicidó y la tripulación se quedó -muchos para siempre- en la Argentina. En Mendoza recalaron unos 200 hombres, de los cuales aún viven doce.

Se convirtió en profesor de atletismo y  pionero de la gimnasia deportiva y artística en Mendoza. Trabajó en el Liceo Militar, Maristas  e YPF.

“Fue doloroso para nosotros. Era un buque tan hermoso... El barco más moderno que tenía la marina alemana”. De mirada aguda, casi pícara, Gustavo desmenuza los recuerdos desde su casa de Dorrego, donde vive con Delia, su esposa y ex alumna de gimnasia, 18 años menor que él.

Antes que nada jura que ninguno de los tripulantes hizo jamás el saludo nazi. "No éramos nazis. La guerra se declaró cuando estábamos en el mar. Cuando zarpamos no sabíamos qué nos esperaba", explica con energía.

Las peripecias del marino no terminaron con su llegada a la tierra del sol y el vino. Finalizada la guerra, Alemania mandó a buscar a los ex combatientes. El objetivo era rehabilitarlos en campos de "desnazificación". Neuman fue protegido por militares vernáculos y luego cayó preso en Martín García. Un okey del presidente Perón selló su libertad. 
A partir de entonces, el ex marino se convirtió en profesor de atletismo y uno de los pioneros de la gimnasia deportiva y artística en Mendoza. El Liceo Militar, el colegio Maristas y el club YPF fueron algunos de los sitios donde formó a varias generaciones.

Camuflado

Los tripulantes del Graf Spee quedaron en la Argentina en condición de prisioneros de guerra, aunque con un régimen muy amplio. Ya en Mendoza, Gustavo debía reportarse cada noche ante un oficial del Ejército en una finca de Drummond.

"Cuando terminó la guerra, me llegó la orden de vender todos los elementos deportivos y volver a Alemania". El temor de que los llevaran a los campos de desnazificación se apoderó de todo el grupo. "Muchos resolvieron casarse, porque era la única forma de quedarse acá. Otros regresaron", cuenta el ex marino. 

Para el joven y buen mozo Neumann optar por el casamiento para eludir la partida era una apuesta demasiado comprometedora. Y no del todo honorable. Resolvió huir poniendo a prueba su ingenio.

El tormento de Gustavo era la palabra empeñada. Se trataba de un ámbito en el que su formación no le permitía ceder ni un ápice. ¿Cómo escapar entonces si cada vez que abandonaba la finca se comprometía a volver a la noche?

El día “D” rehuyó al máximo los encuentros con el jefe militar para no tener que hacer el compromiso. Mientras el hombre dormía la siesta convenció a un guardia de ir juntos a almorzar. “Lo llevé caminando hasta el centro. Le di de comer y le compré un diario. En un momento me escabullí y tomé un micro. Fui a lo de un militar mendocino. El me escondió”, dice.

"Fue como un segundo padre. Nos hizo sentir a todos como una gran familia, por eso lo queremos tanto". Felipe Ramos, Ex-atleta.

Probablemente, en ese momento Gustavo recordó las órdenes del alto mando alemán al Graf Spee: “Deberá comportarse como un corsario, por lo que podrá camuflarse, cambiar de nombre y de bandera”. “Me teñí el pelo de negro para poder circular”, explica con una sonrisa.

Pero esta vez la fortuna le fue esquiva. Un día, mientras esquiaba en Penitentes, fue reconocido por la novia del guardia engañado. La próxima escena fue en la isla Martín García. "Estuvimos con once compañeros presos durante un año", cuenta Gustavo. Cada semana escribían cartas al edecán de Perón pidiendo la libertad. Pero el correo se perdía misteriosamente.

También aquí Gustavo ideó un plan para huir. Construyeron canoas con cañas, pero un compañero pasado de copas reveló todo al jefe de la isla. “Un día, el edecán de Perón, un tal Renna, fue a la isla y se esguinzó. Yo le arreglé el tobillo y aproveché para decirle lo de las cartas. Nos prometió que hablaría con su jefe y que en una semana estaríamos libres. Y así fue”, explica.

Neumann volvió a Mendoza para quedarse. Cada 13 de diciembre -aniversario de la batalla- es probable encontrar en algún café céntrico a los 12 compañeros tomando una cerveza y deshilvanando secretos nunca revelados, ni a sus propias esposas.

*La ganadora del premio Pullizter 2017 trabajó en Diario Los Andes, medio para el que hizo esta nota en 2001.

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