Fabián Galdamez: ganas de volver

El pintor y escultor mendocino que reside en Buenos Aires visitó la provincia con intenciones de conocer los espacios posibles para una futura muestra en 2017.

Hacía más de seis años que Fabián Galdamez no pisaba Mendoza, la tierra de sus orígenes. De visita para recordar viejos tiempos junto a familiares y conocidos, el artista plástico radicado desde hace más de 30 años en el barrio de La Boca aprovechó su estadía para buscar espacios donde exponer en 2017, un recorrido por su obra. “Me quedan dos buenos amigos acá de mi época de estudiante. Recuerdo mi formación en la Universidad Nacional de Cuyo cada vez que vengo, y también a mis maestros: Lorenzo Domínguez, Héctor Nieto, Hernán Abal en la Academia Provincial de Bellas Artes”, dice en un hotel céntrico de la Ciudad, con su pareja mendocina también instalada en Buenos Aires, como única testigo.

Los colegas Carlos Alonso y Julio Le Parc vienen entonces a su relato. “A Carlos lo veo seguido y a Julio cuando voy a Europa. Conocí el Espacio Le Parc y me pareció un lugar fantástico, y pienso lo bien que estaría rendirle un homenaje similar a Alonso, otro referente de proyección internacional”. Cuando Fabián dejó Mendoza corría el año 1968 y la intención de continuar su formación junto a referentes de la plástica nacional. En la Escuela Superior de Bellas Artes Ernesto de la Cárcova terminó su carrera y antes fue alumno de Santiago Cogorno y Leopoldo Presas. ¿Por qué Buenos Aires? “En realidad yo quería conocer el mundo, quería conocer México, quería ir a Europa y sabía que estando allá sería más accesible hacerlo y obtener una beca y así fue”.

En este repaso que Fabián Galdamez hace por su carrera y en definitiva, por su vida, recuerda los premios provinciales que obtuvo, ligados principalmente a su trabajo como pintor. Sin embargo la escultura estuvo “siempre” presente y tuvo mucho que ver con el legado que su abuelo le dejó a los hombres de la familia. Más de 60 muestras colectivas, una treintena de individuales y 15 premios nacionales acompañan la trayectoria de este artista que a pesar de su cercanía con el puerto no se siente porteño y que en lugar de encasillarse en estilos y disciplinas, juega a explorar las posibilidades de los materiales y las sugerencias detrás de los pinceles y las maderas.

“Tengo una etapa muy abstracta en mi pintura y en mi escultura y actualmente estoy orientado a crear obras de una figuración abstraída.

De pronto lo geométrico empezó a funcionar como fondo para incorporar otros elementos, lo cual me encanta, porque me permite fusionar ambas cosas. En este momento estoy en eso, sigo trabajando en los contraconceptos, en romper con lo académico que tanto me sirvió y me esforcé en aprender, y es un poco esto último lo que me gustaría mostrar en Mendoza”. Pasada la euforia de la juventud, afirma, su producción artística es de un tiempo a esta parte más meditada en sus formas, en las ideas que lo convocan y en los colores que elige. También más pausada.

Collages, óleos, incisiones en chapadur, esculturas en hierro, bronce y madera son algunas de las posibilidades materiales que lo ocupan y con las cuales armó la exposición que en setiembre de 2014 presentó en la reapertura de la mítica Galería Witcomb, con motivo de la cual expresó a Los Andes: “Me gusta trabajar en mi patio, al aire libre, con luz natural. Amo mi cárcel porque me atrapa la obra”. Esta vez el deseo se renueva pero con la intención puesta en Mendoza, a donde añora compartir lo que desde hace tantas décadas hace en el silencio de la lejanía.

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