Exitos y fracasos en la campaña electoral

A pesar que la ley fija la fecha del 14/7/17, la campaña electoral comenzó hace un año con la ley de "reparación histórica", que aumentó haberes previsionales de ANSES, mucho de los cuales recibirán recién ese justo beneficio en víspera de los comicios.

Cómo el gobierno no mejoró la economía, los precios y las tarifas aumentaron más que los salarios y se perdieron empleos, la oposición tomó este fracaso como bandera. Los gobiernos Nacional, provinciales y de los municipales saturan los medios de comunicación con los pocos éxitos de su gestión, donde nunca faltan las fotos de los candidatos que respaldan.

Las elecciones primarias nacionales (PASO) fueron desvirtuadas por la falta de disputa de las candidaturas en los partidos, y se han convertido en una encuesta, obligatoria para los electores. Los partidos desaparecieron al fusionarse en alianzas alrededor de candidatos, muchas veces destacados por su visibilidad mediática, que no representan una propuesta política sino a líderes que confeccionan las listas, como el presidente, ministros, gobernadores, intendentes o a algunos que ahora sin cargos tienen peso propio, como Cristina Fernández de Kirchner.

Único problema: el grave desorden

La táctica que mejor intenta el oficialismo y la oposición es, igual que en la elección de 2015, polarizar -profundizar la grieta- entre Cristina, que es el pasado, y Mauricio Macri, que es el presente, sin que poco y nada se diga del futuro, ni que se propongan reformas de fondo, para superar el único gran problema que padecemos, que es terminar con el grave desorden que sufrimos en la calle y con la seguridad, pero también en la educación, la economía, la Justicia, en lo institucional, lo tecnológico, lo ecológico, etcétera.

Además de las obras que muestran los gobiernos de los tres niveles (algunas ridículas como el tren de Capital a Mar del Plata que tarda 7 horas), y que no se hicieron en los años no electorales, los caballitos de batalla de la campaña son la lucha contra la corrupción, la pobreza y el tráfico de las drogas. Sobre la corrupción, es mucho lo que se denuncia e investiga y poco lo que aclara y resuelve la Justicia. Respecto de la pobreza no hay propuestas serias para superarla, que no sean los planes sociales.

En cuando al narcotráfico el gobierno con el aumento de los decomisos de estupefacientes -que aplaudimos- nos muestra la gravedad del problema, que es el aumento desmesurado del consumo (duplicado en este siglo), sin que haya una política para frenarla y disminuirla, ya que mientras crezca el consumo y las adicciones, la lucha contra el narcotráfico es una guerra perdida. Si aumenta la demanda de drogas, lo hará también la oferta, por más decomisos y penas que se apliquen. Qué hacer con los consumidores, adictos y soldaditos de este vil negocio, es el gran dilema a resolver.

Entonces, en política ¿está todo perdido?, ¿no hay soluciones?

La esperanza es lo último que se pierde. En un país donde hay líderes que el mundo admira (SS Francisco, Leonel Messi y Daniel Barenboim), nuevas promesas políticas (María Eugenia Vidal, Verónica Magario y Martín Lousteau) y una ciudadanía que a pesar de las recurrentes crisis no se rinde, y que con su voto y su deseo de participar (ver las últimas y multitudinarias manifestaciones), no admite la polarización, y reclama soluciones de fondo, y sin demoras, aunque se cristalicen después de las elecciones.

Ejemplo de ello es la educación -un tema central-, donde, además de tener clases, los niños y jóvenes necesitan formarse como líderes, no solo políticos -donde es notable la falta de preparación-.

Se necesita reemplazar la enseñanza actual, que forma alumnos para empleos de baja calificación, por otra, adecuada a la nueva y dinámica realidad, condicionada por las nuevas tecnología, donde se necesita además de educar en valores morales, hacerlo también para la innovación y la creatividad; despertar la curiosidad y la astucia para resolver nuevos dilemas que el futuro deparará y que hoy es imposible prever.

Se necesitan para ello docentes e investigadores mejor formados, jerarquizados y remunerados, y evaluaciones que nos indiquen si nos acercamos o no a las metas propuestas, como el examen al terminar el secundario, que se practica en casi todo el mundo, y que en nuestro país está prohibido.

Si, con coraje, todos los demás problemas se encaran de esta manera, la política y el futuro de nuestros hijos y nietos será por más promisorio.

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