La preocupación mayor de cinco alumnos del Cebja 3-128 Marilin Penna de Ferro, de Fray Luis Beltrán (Maipú), no es que hoy presentarán su proyecto a la comunidad y autoridades presentes. Es que, después de abocarse a la tarea de investigar y armar un biodigestor, podrán comprobar si el resultado es el esperado: si el biogás que han generado a partir de residuos orgánicos sirve para encender una llama.
Los jóvenes, alumnos de 1° año del ciclo básico secundario H, retomaron la labor de otros estudiantes, quienes a fines del año pasado habían armado el artefacto con tachos plásticos y metálicos, y caños de distintos tamaños. Junto con el profesor José Wozniak, decidieron recuperar la estructura y ver de qué manera podían producir gas metano.
Pero además, como desarrollaron el proyecto en el marco de escuela solidaria, los chicos decidieron que el biogás sirviera para alimentar un aula satélite que funciona en el Barrio Virgen del Pilar, en una casa que les prestó una organización del lugar.
En el sitio, que tienen desde febrero, utilizan electricidad y gas en garrafa para calefaccionarse durante tres horas todos los días, como también para preparar las meriendas.
Adrián Rojas (16), Alejo Pérez (15), Jésica Flores (16), Sergio Rodríguez (15) y Gabriel Rodríguez (16) contaron que vieron videos para ver cómo funciona un biodigestor e investigaron qué proporción de agua y de residuos orgánicos había que utilizar. También, cuánto tiempo toma que la descomposición genere gas (unos 15 a 20 días con temperaturas de 30°).
Los jóvenes alimentaron el sistema con restos de verduras y frutas de sus hogares, como también con excremento de perro, aunque lo ideal sería utilizar estiércol de vaca o chancho.
Estos residuos son mezclados con agua en un tacho plástico y el gas producto de la putrefacción sale por la parte superior, pasa por un filtro de virulana para eliminar olores y pasa a otro tacho plástico, dentro de uno de metal con agua.
Aunque el de plástico, que flota, se ha ido elevando, lo que es un indicador de que hay gas, los alumnos igual estaban ansiosos por descubrir si será suficiente para encender una llama. Luego, irán monitoreando qué cantidad se genera y qué se puede alimentar con esa producción.
Sin embargo, ya tienen un nuevo proyecto: los remanentes de materia sólida, que desbordan por un caño lateral, quieren usarlos como abono para una huerta.
José Wozniak, profesor de Economía y de Trabajo y Sociedad del Cebja, explicó que con este proyecto los jóvenes aprendieron cómo cuidar el ambiente, ya que 27% de los gases que se encuentran en el ambiente corresponden a metano (en comparación, el monóxido de carbono, de los autos, alcanza el 18%).
Y de este modo, le dan una utilidad, como es bastante común que ocurra en países centroamericanos. Por otra parte, resaltó que también saben cómo separar residuos y que utilizarán el remanente como abono orgánico.
La directora del Centro de Educación Básica de Jóvenes y Adultos, Carmen Laffont, comentó que la idea del proyecto es que luego de la presentación oficial de hoy, y cuando tengan más datos sobre el funcionamiento del sistema, los alumnos expongan sobre cómo armar y alimentar un biodigestor a los vecinos de la zona, como un aporte a la comunidad ya que hay familias que no tienen gas.
Esto es particularmente importante ya que al Marilin Penna de Ferro asisten unos 240 alumnos -distribuidos en tres edificios diferentes-, de 14 a 70 años, provenientes de zonas rurales y urbano marginales. En el diagnóstico inicial, se observó entre los estudiantes escasa participación en los problemas sociales comunitarios del distrito de Fray Luis Beltrán.
Alumnos, profesores y directivos en un consejo
En el Centro de Educación Básica de Adultos y Jóvenes Marilin Penna de Ferro, de Fray Luis Beltrán (Maipú), tienen un modo muy particular de tomar las decisiones.
Existe un consejo escolar, del que participan un alumno y un profesor por cada curso (14 en total, de terminalidad de la escuela primaria y de ciclo básico secundario), además de las autoridades.
La directora, Carmen Laffont, explicó que en este ámbito se generan actividades y se decide desde cómo controlar la disciplina hasta los horarios y salidas. Esto, agregó, es una de las cosas que los egresados reconocen como positivo: el poder participar y ser protagonistas.
Jésica Flores, quien está por segundo año en el consejo, elegida por sus compañeros, contó que se reúnen dos veces al mes para definir distintas cosas, como el locro con empanadas que organizaron para el 25 de mayo.