Esteban Moore: la búsqueda permanente

Se acaba de publicar su obra reunida, “Poemas” (1982-2007), una cuidada edición que abarca 25 años de labor lírica conjugando ironía, musicalidad y erudición. La palabra de un fundamental.

Esteban Moore (1952), como poeta nacional, pertenece a la notable generación de 1980, aquella que dejó de lado las herencias de autores como Neruda y Vallejo, con el fin de renovar el enfoque, aprendiendo del legado anglosajón. Entre sus libros publicados, sobresalen los poemarios "La noche en llamas", su audaz "Con Bogey en Casablanca", "Tiempos que van" y "Partes Mínimas". 

La editorial Alción acaba de publicar su obra reunida, "Poemas" (1982-2007), una cuidada edición que abarca 25 años de intensa labor lírica conjugando ironía, musicalidad y erudición a través de un lenguaje concreto. Una oportuna ocasión para conocer al autor a través de todos sus versos.

-Tanto en el aspecto formal como en los contenidos semánticos, tu poética es rica y diversa. Jamás se reitera. La misma se encuentra abierta a un estado de búsqueda permanente. ¿Cómo explicarías ese inconformismo hacia lo homogéneo?, ¿podríamos atribuirlo a una cuestión de temperamento?

-Es que, en mi opinión, la poesía no es otra cosa que eso, una búsqueda permanente.  Quizás, más allá de una cuestión de temperamento, se deba al hecho de que, aunque nacido en Buenos Aires, pasé mi infancia en un pueblo de la provincia de Buenos Aires, Lobos. Donde, mi bisabuelo paterno, también nacido en Buenos Aires en 1840, se instaló definitivamente en 1872. Allí, en la inmensidad de la llanura pampeana donde crecí, el horizonte, siempre estaba un paso más allá, un punto lejano donde soñábamos  sucedían cosas. Esto me marcó, me señaló que siempre existe un más allá a aquello que vemos: sombras y espejismos de la imagen. Esto podría traducirse como  la distancia existente entre lo que decimos  y aquello que efectivamente desearíamos decir. Y, en el lenguaje existe ese horizonte, en él también suceden cosas, en muchas ocasiones imposibles de definir. El lenguaje impone sus términos. Traza esos límites que intentamos sortear, su lejano horizonte esta allí y constantemente nos propone nuevos caminos.

-Hace alrededor de 35 años que apareció tu primer poemario y desde entonces, has publicado una importante cantidad de libros, antología sobre poesía inglesa, innumerables traducciones... ¿Pensás que la poesía ofrece algún grado de certeza?

-No, de ninguna manera. ¿Acaso puede definir lo absoluto? ¿Brindarnos la formula que explique el origen del universo?

-¿Al escribir te preocupa por igual lo que querés decir, o cómo lo decís?

-Para ser honesto, nunca sé que quiero decir (opinión poco hegeliana) aunque me gustaría tener infinidad de cuestiones por decir y decirlas como quiero. Somos producto de nuestro aprendizaje y cultura, de ese juego entre lo inconsciente y consciente. Lo que sucede es que recurrentemente hay una palabra, un fragmento de un verso cualquiera, los restos de una conversación cotidiana, que se transforman en la materia que produce esa primera pequeña iluminación de la que se desencadenará, inicialmente, el contrapunto de voces y sonidos que habitan y son necesarios al poema.

Ecos que inician entre sí un intercambio íntimo que se corresponde con aquellas otras voces que habitan las páginas amarillas, subrayadas y anotadas, de libros envejecidos que nos aguardan en nuestra biblioteca personal. En cuanto al como decirlo nunca olvido aquellas palabras de Borges en que sostiene que la mano no debe traicionar a la voz, sostenida en el dialecto usual de nuestros días. Al que define en Sobre el idioma de los argentinos (1927) como la plena entonación argentina del castellano. Ese rasgo diferencial que nos funda en tanto sujetos culturales en el mundo hispano hablante.

-Una leve dosis de coloquialidad se puede identificar a lo largo de tu obra, al igual que cierto contexto histórico-político, a veces de manera explícita y otras no tanto. ¿Sos muy consciente de dar a tus poemas ese equilibrio de contenidos?

-Sí, soy consciente. De esto que vos denominás equilibrio. Aunque, me gusta pensarme como un poeta coloquial. Uno que conversa no que canta. Eso también me viene de atrás de la infancia escuchando las conversaciones de criollos y paisanos viejos, que narraban muchas veces sus experiencias en tercera persona y a través de otro; poniendo sus palabras en boca de otro, como si el hablante sintiera la necesidad de adoptar esa máscara que requiere el yo poético. En cuanto a lo histórico político, sí está muy presente en mi pensamiento y me gustaría en el futuro cercano profundizar este aspecto de mi escritura.

-¿Cuando escribís solés pensar en el posible-potencial lector?

-No. ¿Debería? Creo que no, pues esto me impondría ciertos límites. El lector es un desconocido con el cual no me interesa coincidir, ni temáticamente ni ideológicamente. Mucho menos estilísticamente.

-Todo verdadero autor tiene en su haber un libro-bisagra. El momento en que advierte su respiración. Ese poemario en tu caso, ha sido "Con Bogey en Casablanca" (1987). Haciendo un balance y en retrospectiva, ¿qué pensás que se produjo allí?

-Coincido con vos, en “Con Bogey en Casablanca” se produce, lo que vos denominás un punto de inflexión. Y, quiero aclarar, no fue el único y ruego que se produzcan otros; no podemos vivir repitiéndonos. En esos momentos después de “Providencia Terrenal” (1983), releí “El Hacedor de Borges”, que considero es un punto de inflexión en su propia poética. Ese conjunto de prosas breves, poéticas; acompañadas por una selección de poemas, narrativos; quizás su más logrado cruce entre ambos géneros me convenció de que había que buscar otra vía.

-¿Cómo ayudó a enriquecer tu poesía tu intensa experiencia como traductor de poetas actuales de lengua inglesa?

-Considero que la traducción de un poema, artefacto que hay que desarmar (como decía Octavio Paz) trasladarlo a tu propia lengua, logrando que continúe funcionando como un poema en la lengua de adopción, te brinda un aprendizaje esencial. Te abre la cabeza, pues hay que penetrar en la cabeza de otro en su cultura y en la labilidad de su lenguaje.

-En estos Poemas, la ironía está trabajada con gran sutileza. ¿Cómo matizás el humor?

-El humor estaría allí por la vía de la ironía. No se me ocurre otra cosa.

-Alberto Girri sostenía que la prisa y la vacilación eran enemigos de la poesía. ¿Cuáles otros podrías agregar?

-Quizás podríamos agregar la falta de lecturas, las modas literarias que exigen el seguimiento de ciertas poéticas y la idea de que la tradición no es asunto primordial para desarrollar una voz con timbre propio.

-¿Hay algún poema de tu autoría por el que sientas particular predilección por sobre el resto de tu producción?

-Nunca había pensado en esto, pero si tuviera que elegir uno sería  “Ángeles caídos”.

-¿Por qué?

-En primer lugar pues con él me saqué del sistema varias lecturas y poetas que me acechaban con sus poéticas. Y creo que  dentro de  todo quedó bastante bien.

-¿Te encontrás traduciendo un nuevo libro? ¿Algún reciente poemario que estés escribiendo, o hayas escrito?

-Acabo de traducir la poética de Lawrence Ferlinghetti, La poesía como un arte insurgente, que saldrá este año por Alción. Y, tengo adelantada  la traducción de La escritura de la dorada eternidad de Kerouac. Además estoy revisando un conjunto de poemas, Las promesas del día. Lentamente, pues estoy en el proceso de investigación de un proyecto por el que obtuve una beca del Fondo Nacional de las Artes, relacionado con el desarrollo de la voz poética de  la ciudad.

-Se sabe que la poesía no se escribe para la aprobación social, mediática, o literaria. Según tu opinión, ¿por qué y para qué escribe entonces un poeta?

-¿Por qué escribe el poeta? Buena pregunta y por demás difícil de responder. Quizás para hallar un sentido y significado a nuestra intrascendente experiencia humana. Buscar respuestas en este mundo, respuestas que muchas veces debemos transformar en nuevas preguntas que nos emparenten con ese otro que está tan perdido como nosotros. Quizás sea un intento para mantener viva y en estado de acecho a la imaginación. Sin embargo, en mi opinión personal, “el poeta” escribe en tanto lector de una tradición, proponiendo un contrapunto a la banalidad del mundo cotidiano.

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