Ernesto Sanz: un superministro sin Ministerio

Muchos se preguntan acerca de cuándo Ernesto Sanz asumirá y en cuál Ministerio lo hará, por más que él lo desmienta una y otra vez. Quizá lo que hay que analizar es qué hace hoy Sanz en vez de lo que hará mañana, porque más que un asesor influyente, en lo

Carlos Salvador La Rosa - clarosa@losandes.com.ar

Cuando a Ernesto Sanz le preguntan en público acerca de cuándo asumirá un cargo nacional, responde que nunca estuvo mejor que ahora, conciliando lo personal con lo político, sin dejar ninguno de los dos de lado. Pero cuando le preguntan en privado, frunce el ceño como insinuando que sólo lo hará si no le queda más remedio. Aunque en los hechos hoy está ejerciendo a pleno el poder. No hay decisión importante en que no se lo consulte, ni reunión clave a lo que no asista. Parece ser una especie de ministro de Planificación Estratégica que aparte de meterse en los temas coyunturales, se toma su tiempo para pensar la política, cosa que a veces la función impide. Se siente como el arquitecto de un nuevo sistema institucional que surgirá si a “Cambiemos” la va bien.

Está plenamente identificado con Mauricio Macri menos en lo ideológico (“él es liberal, yo soy socialdemócrata”, les dice a todos, pero que eso los complementa no los contradice) aunque critica al PRO como un partidito chiquito que no ve más allá de la General Paz. Y se siente plenamente radical pero cree que la UCR hoy es un partido lloroso, que se queja si no le dan el poder que cree merecer pero igual se queja si se lo dan porque el gobierno es de “derecha”. Entonces, en vez de cogobernar, se juntan en congresos estériles para hacer catarsis.

Por eso no se quedó como presidente de la UCR, porque cree no representar a todos, ni siquiera a la mayoría dirigencial. Sanz repite a todos los que lo quieran oír que quiere construir un partido con poder, con principios pero del poder y no testimonial como es ahora.

Se ocupó de hacerles saber a sus correligionarios que se fue a España con Macri porque no tenía el menor interés de asistir a un Congreso partidario de quejosos y en cambio sí juntarse con los principales líderes socialdemócratas españoles, porque mientras Macri construye con la derecha del PP, él busca hacerlo con la izquierda del PSOE. Incluso se ríe de la picardía que hizo: “Dije que no iría a la recepción del rey porque no me gusta usar frac, pero eso fue una excusa para irme de tapas con mis amigos socialistas, porque nosotros tenemos que ser la pata socialdemócrata de Cambiemos”.

Para Sanz el radicalismo debe volver a ser el gran partido que fue, pero para eso necesita más Morales y más Cornejos, gente que está ejerciendo el poder y reconstruyendo la UCR federal. Va y viene entre Macri y Cornejo, dice sentirse el correo del zar. Y en ese rol, cuando puede, le dice al pasar al gobernador mendocino -como paternal crítica- que está pensando demasiado en el Estado y poco en la sociedad.

Que es el único que hace política cuando lo que debería hacer es llevar la política a todos lados para que la clase dirigente local, que está flojita, pueda volver a prestigiarse.

Sanz cree que Macri es mucho más que el PRO y que “Cambiemos” es mucho más que sus partes, el PRO y la UCR. Piensa que entre todos han gestado una construcción misteriosa que nadie sabe muy bien qué es. Que un partido no peronista ejerza a la vez el poder en la Nación, Buenos Aires y Capital es algo poco frecuente, que si se lo maneja bien servirá para armar un nuevo sistema político institucional que vaya más allá del Estado. Él se siente el superministro de esa construcción, para lo cual una cartera lo obstaculizaría en vez de ayudarlo. Veremos si puede resistir.

Según Sanz, el problema de Macri es exactamente el contrario de Cornejo. El mendocino delega poco, mientras que el porteño delega demasiado. Y muy pocos de los delegados de Macri le gustan a Sanz. Cree que los Ceos no ven o menosprecian la realidad política, aunque con ellos no tiene problemas porque lo escuchan cuando les dice que hay consecuencias reales que ni el mejor organigrama puede prever. Pero todo se le complica con Durán Barba. Podría decirse que el consultor ecuatoriano es el principal rival de Ernesto Sanz en el gabinete en las sombras.

Según el mendocino, los Ceos entienden poco la realidad política pero él y otros los ayudan a entenderla, y todo mejora aunque sea un poco. En cambio, con Durán Barba eso es imposible porque no cree que exista la realidad política sino otra realidad por fuera de ella que es la única que importa. Allí es cuando Sanz se enoja y les repite a todos los que lo quieran oír: “El círculo rojo cuenta, la política cuenta, el periodismo cuenta, si los ignoramos no por eso nos van a dejar de joder”.

Casi se podría decir que Sanz quisiera ser la contracara exacta de Durán Barba, el que influye para el lado contrario. Si el ecuatoriano tiene un rol sin cargo desde la asesoría, él hará lo mismo pero desde la política. En vez de apostar todo a las redes cree que la nueva política se construye partiendo de la que hay.

Aunque de Macri le gusta casi todo, hay algo con lo que disintió profundamente. Que una vez lo designó para que construyera un Consejo Económico Social, él se puso con todo y cuando casi lo tenía armado, Macri -aconsejado por Durán Barba- se lo desarmó. Pero cree que la culpa no es sólo del ecuatoriano, sino que a Macri los acuerdos no lo convencen mucho, porque viene de una cultura que siempre los ignoró. Por eso se propone no cejar en su intento de hacerlo acuerdista al presidente.

Elisa Carrió en su momento se sentía muy a gusto con Sanz, pero de a poco la relación se fue resintiendo. Lilita cree que el mendocino está políticamente muy cerca de Lorenzetti y de Angelici, dos de sus más feroces enemigos. Y cree que al abandonar la conducción de la UCR dejó que los radicales en el gobierno los designara casi todos quien para ella es el peor de todos los radicales, el “Coti” Nosiglia.

Por su lado, Sanz también se decepcionó con Lilita y da sus razones: “Para mí Lilita es un Alem sin partido. Quiso que la UCR fuera a ella, pero el partido no fue a ella. Y yo fui uno de los que me ocupé de que no fuera. Yo quiero una UCR fuerte porque es la única estructura sólida que tiene esta nueva construcción que es Cambiemos”.

Pero como le gusta más sentirse arquitecto y constructor que polemista, de inmediato imagina el rol que debería tener Lilita, o los roles. La ve junto a Cristina Kirchner, a ambas en el Congreso como las dos voces más fuertes de las dos Argentinas en pugna. Cree que juntas sus voces sumarían al sistema que él sueña ayudar a construir. O también como la Procuradora General en lugar de Gils Carbó. Para Sanz con Carrió en ese cargo estaríamos en el mejor de los mundos. Y hete aquí la otra crítica que le hace a Macri por no llevarle el apunte: no haberse animado a hacerle juicio político a Gils Carbó cuando Sanz junto a Pichetto y otros más tenían el número de votos para destituir, a quien según él es la peor de todas las rémoras K, la más dañina.

Sobre Massa, cree que no sirve para nada en el futuro diseño institucional porque quiere ser el tercero en pugna. Sanz se imagina un país donde haya dos grandes coaliciones, no una tercera vía como propone Durán Barba. En una coalición estará el peronismo, en la otra el radicalismo, pero ambas serán infinitamente más que esos dos partidos, supone. Hasta en esto quiere Sanz aguarle el asado a Durán Barba.

Le agradece irónicamente al kirchnerismo que éste, por el absurdo, le haya enseñado que la cultura de la confrontación no sirve más. Que hoy hay que sumar. Por eso piensa que si el país hoy lo preside un liberal tirando más hacia la derecha, lo que hay que intentar es  ver si es posible sumar programática y políticamente las  concepciones diversas para construir juntos, en vez de quedarse en  principios abstractos.

Este superministro sin Ministerio al compartir su pasión política con una más intensa vida privada, se encontró, gracias a su esposa, que la practica, con los beneficios de una técnica para mejorar la vida: la Bioneuroemoción o Biodecodificación neuroemocional. Ahora él también la practica y aunque no sepamos muy bien qué es, a Sanz le sirve “para administrar el ego y poner los pies en la tierra”. Gracias a ella logra escaparse de su trabajo, buscar a los nietos en la guardería y llevarlos de paseo furtivo con sus tres añitos cada uno. Cosa que apenas asuma en el Ministerio que todos lo profetizan, no podrá hacer más.

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