Entre coincidencias y continuidad

Panoramas confusos. El país está en un punto de inflexión, en un cambio de época. Los derrotados se disuelven y los que gobiernan aún no logran instalar una manera estable de conducir. Y el eterno mal de la dirigencia: apenas asumen ya hablan del próximo

Por Julio Bárbaro - Periodista. Ensayista. Ex diputado nacional. Especial para  Los Andes

Sin duda Macri no es tan liberal o neo como lo acusaban sus enemigos. Ni los Kirchner eran tan progresistas como decían, ni Menem tenía nada que ver con el peronismo. Todos son pragmáticos, esa es la coincidencia y el atraso es el resultado, en eso se asemejan y parecen instalar  una continuidad.

Lo malo de esta historia es cómo la política retrocedió frente a la economía y a los encuestadores, dos sectores que pueden medir pero no definir el rumbo colectivo. Y de pronto aparece la justicia, con un fallo provocativo, y el parlamento unifica voluntades para limitar su poder.

Todo es confuso, la gente que sale a defender un supuesto logro que es la condena a los represores, razonable, y por otro lado, la impotencia por comprender el pasado de otra manera que como una reducción a una visión sesgada. A veces pensamos ser los más avanzados y otras, tomamos conciencia de ser los más limitados. Uruguay, Chile y Brasil resolvieron de manera diferente aquel conflicto entre la violencia de las dictaduras y la violencia de las guerrillas. Nosotros imaginamos ser puritanos, vemos una sola parte y quedamos trabados en ella.

Aquí también armamos una grieta enorme, hay Derechos Humanos para el sector guerrillero pero no para los represores. Y cuidado que ellos, los represores, también tenían deudos. Y muchos de los desaparecidos que no eran guerrilleros tampoco eran represores. Difícil salir del brete del pasado; es una herida más que nos divide y ya son demasiadas. Las consignas aplastan las ideas y los razonamientos. Gritar permite no pensar. Convertido en consigna todo aparenta más simple y se entiende fácil, o mejor dicho, no permite que se entienda nada.

Graciela Fernández Meijide piensa por sí misma, no repite fórmulas ni recetas ajenas  y en el último tiempo marcó una diferencia con este campeonato de lugares comunes al que nos dejamos llevar con facilidad. Se bajó de la barricada y pudo pensar por sí misma. Llamó la atención, justo cuando otras voces, las fanatizadas, iban perdiendo autoridad. Barricadas, eso es lo que levantaron los que se fueron, enamorados del enfrentamiento, se disuelven de a poco y no les queda un pensamiento coherente digno de ser exhibido.

Los kirchneristas que soñaban con el estallido y su pronto  retorno, ésos van archivando sus esperanzas. La reiterada teoría del estallido, esa izquierda que siempre ve la revolución que se acerca pero no llega, esa izquierda que invade las calles y termina reiterando su ausente en las urnas. Estamos en un punto de inflexión, en un cambio de época, los derrotados se disuelven y los que gobiernan todavía no logran instalar una manera estable de conducir. Y el eterno mal de nuestra dirigencia, apenas suben y sin saber si logran consolidarse, alguno comienza a hablar del próximo gobierno. El poder enamora, y todos encuentran razones o excusas para imaginarse sus propietarios definitivos. Y los candidatos que sueñan llegar ellos en el turno que viene. Salvo la ausencia de logros políticos, los vicios se repiten hasta el aburrimiento.

Con China parece que todos piensan parecido, que todo continúa en esa línea. Cuando vemos la balanza de pagos es propia de una colonia con una Nación. Ellos nos venden trabajo y tecnología y nosotros apenas les vendemos aquello que la naturaleza nos regala. Y el balance es brutal, desmesurado, nada que ver con un pie de igualdad, para eso tendríamos que producir pero por ahora no estamos pensando en hacerlo.  Ellos, los chinos, resuelven el problema de millones de ciudadanos a los que les dan trabajo, nosotros les compramos hasta los durmientes, ese símbolo de la nada tecnológica.

Repetimos aquella relación de dependencia con Inglaterra, le mandábamos la lana y las hojas de té, les comprábamos el pulóveres y el té. Una colonia como debe ser, eso sí, ellos integran a sus pueblos a la par que nosotros expulsamos a los nuestros. Nos sobran cada vez más ciudadanos, esos que son sustituidos por el trabajo de los chinos.  Y ellos son más de mil millones y tienen logros que están a la vista, nosotros que somos pocos, se nos fue cayendo un tercio en la miseria. Y en eso la dictadura hizo una parte, el resto, es todo logro de la democracia.

Y las centrales nucleares, que para los expertos están superadas hace rato, hay formas más económicas y menos riesgosas de generar energía, pero hasta en ese error hay una triste continuidad.  Y además tenemos un desarrollo tecnológico propio, que una vez más decidimos dejar de lado.

Se acercan unas elecciones de esas que difícilmente cambien algo.  Nadie va a tener mayoría, Cristina se presente o no,  juega su última carta, gasta su bala de plata. Y sus fieles pasan a ser una minoría, destino que no estaba en sus sueños. El gobierno puede salir mejor o peor parado, todo hace pensar que tiene buenas posibilidades, nadie lo enfrenta con fuerza ni organización. Igual no es fácil, sin logros en lo económico las cosas se complican. Su receta era como un dogma, gradualismo,  orden e inversiones, todo lento y sin demasiado sentido.

Ideologías fuertes con logros magros. Y esto vale para los supuestos nacionalistas que se fueron como para los supuestos liberales que vinieron.

El gobierno tuvo éxitos importantes en el Parlamento, se votaron leyes con un consenso que nadie imaginaba, se construía un espacio democrático que contenía a todos al mismo tiempo que aislaba y disolvía al fanatismo superado.  Y  lo económico es pura promesa, aun cuando pareciera que para ganar la elección necesitaban ocultar el triunfo de la política para lucir el lento y poco visible éxito de la economía. La confrontación da votos, o nuestra dirigencia política no puede ir más allá de ese esquema simplificador.  Si pudiéramos lograr una síntesis entre liberales y estatistas estaríamos dando un paso importante hacia la unidad nacional. Hoy la grieta se manifiesta con mayor claridad en la economía, o al menos en sus concepciones. Pero falta mucho para que nos acerquemos, hasta que podamos forjar políticas de estado.

Eso sí, por más que algunos que votaron a Macri estén arrepentidos, no debemos olvidar que del otro lado todo hubiera sido peor.

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