Empieza a resquebrajarse el apoyo del Partido Republicano a Trump

Los legisladores republicanos no han sido la semblanza de la valentía. En su mayor parte, han estado con Trump mientras éste miente compulsivamente, denigra al Estado de derecho y trata de destrozar la moderna red de seguridad. Sin embargo, se han resisti

Una y otra vez, durante el último año, Mitch McConnell y Paul Ryan han tenido que decidir qué tipo de comportamiento están dispuestos a tolerarle a Donald Trump. Una y otra vez, McConnell y Ryan se han inclinado ante Trump.

Han mascullado palabras de protesta ocasionales, a veces, hasta algunas duras, como cuando Ryan usó "racista" el año pasado. Luego, han vuelto a respaldar a Trump.

La capitulación de McConnell y Ryan ha generado la impresión -en especial entre muchos liberales- de que los republicanos congresales respaldan al presidente. Después de todo, McConnell y Ryan son los dirigentes del Congreso y siguen presionando para que se apruebe la legislación que quiere Trump y para permitir su gobernanza cleptocrática.

Sin embargo, no se dejen engañar: el respaldo republicano al presidente ha empezado a resquebrajarse.

Abajo del nivel de la dirigencia, los republicanos están desafiando a Trump con mayor frecuencia, y McConnell y Ryan no siempre interfieren en su camino. Se puede apreciar este desafío en la investigación bipartidista sobre el escándalo de Rusia en el Senado. Se le puede ver en el acuerdo sobre las sanciones a Rusia. Y se puede ver en cómo se retrasó el Senado no ha podido, por lo menos hasta ahora, aprobar la iniciativa de ley sobre la atención de la salud.

Es cierto que todavía no sabemos cómo terminarán estas historias. Si el Senado aprueba una iniciativa de ley sobre la atención de la salud que es dañina o permite que Trump detenga la investigación sobre Rusia, volveré sobre mi evaluación. Por ahora, no obstante, yo creo que muchos observadores políticos están pasando por alto las formas en las que sectores del propio partido de Trump han empezado a revelarse sutilmente.

Solo hay que escuchar al propio Trump. "Es muy triste que los republicanos", escribió en una diatriba de fin de semana en Twitter, "hacen muy poco para proteger a su presidente". En un sentido histórico, tiene razón. Por lo general, los legisladores en el Congreso federal apoyan al nuevo presidente de su propio partido con mucha mayor fuerza de lo que lo están haciendo los republicanos actuales.

Es típico que entiendan que un presidente joven ofrece la rara oportunidad de promover una legislación de gran alcance -como la reducción fiscal de Reagan, la reducción fiscal de George W. Bush, el plan deficitario de Clinton y el estímulo, la ley sanitaria y la regulación financiera de Obama. Algunas tensiones dentro de los partidos son inevitables y los desertores acaban con alguna legislación, como sucedió con el plan de salud de Clinton y el plan sobre el clima de Obama. Sin embargo, la lealtad partidista es la norma.

Los congresistas tienden a reflejar los temas de discusión de la Casa Blanca en forma exagerada. Encuentran los votos para aprobar las iniciativas de ley, defienden al presidente en contra del escándalo. Y su lealtad no para en el primer año. Durante Watergate, como lo ha notado el politólogo Jonathan Bernstein, la mayoría de los republicanos apoyaron a Richard Nixon hasta casi el amargo final.

Matt Glassman, otro politólogo, es uno de los observadores más agudos de la relación entre la Casa Blanca y el Congreso, y le pedí que pusiera en contexto a la situación actual. Glassman dijo que muchos progresistas han cometido el error de comparar como ellos quieren que el Congreso trate a Trump con lo que está haciendo. El criterio más relevante es cómo se compara históricamente el trato del Congreso.

"El Partido Republicano actual en el Congreso parece menos solidario y más limitante del presidente que, básicamente, cualquiera en la historia", me escribió Glassman, "salvo por las circunstancias únicas de Andrew Johnson (quien realmente no era republicano) y John Tyler (quien agresivamente se volvió en contra de su partido), ninguno de los cuales resultó elegido".

Muchos de los republicanos actuales evitan salir en televisión como sustitutos de Trump. Se burlan de él confidencialmente y cada vez más también oficialmente. En las últimas semanas, ocho senadores han obstaculizado en público la iniciativa de ley de la atención de la salud. Los senadores republicanos también están ayudando a llevar a cabo una investigación sobre el equipo de campaña de Trump y han respaldado el nombramiento de Robert Mueller como abogado especial.

Una razón es que no le temen a Trump. Alrededor de 90 por ciento de los republicanos en la Cámara de Representantes ganó una mayor parte de la votación en sus distritos el año pasado de la que obtuvo Trump, según Sarah Binder de la Universidad George Washington. Desde que tomó posesión del cargo, la aprobación neta de Trump en el ámbito nacional ha caído a menos 16 (con solo 39 por ciento de aprobación) en comparación con cuatro por ciento.

Así es que no son solo los políticos republicanos los que se están alejando poco a poco. También lo están haciendo los electores republicanos.

Nada de esto tiene la intención de sugerir que los legisladores republicanos han sido la semblanza de la valentía. No lo han sido. En su mayor parte, han estado con Trump mientras éste miente compulsivamente, denigra al Estado de derecho y trata de destrozar la moderna red de seguridad. Sin embargo, se han resistido lo suficiente como para evitar que haga muchísimo más daño del que habría hecho de otra forma.

Desafortunadamente, es poco factible que ese nivel de resistencia sea suficiente en los meses por venir. Trump había dejado claro que no había terminado de tratar de quitarles el seguro a millones de personas, ni de tratar de ocultar la verdad sobre sus vínculos con Rusia. "La crisis constitucional no sucederá si Trump despide a Mueller", como lo expresó Kate Oh de la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles o ACLU, por sus siglas en inglés. "Habrá crisis constitucional, si el Congreso no actúa realmente en respuesta".

Por ahora, el optimismo ansioso -o, quizá, la ansiedad optimista- parece la actitud apropiada.

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