Emilio Solla: “El Grammy alimenta el ego”

El pianista y compositor mendocino, que fue nominado al Grammy en 2015, volvió a la Argentina para estar hoy en el Centro Cultural Kirchner con la Sinfónica Nacional. Presentará su disco “Tributango”.

Él habla con Estilo desde un hotel porteño, con un celular que tiene característica de Estados Unidos. Pero es un triángulo que no tiene mucho de azar, ya que Emilio Solla tomó de cada ángulo una porción de su concepto artístico.

De los márgenes rioplatenses, el tango; de nuestra provincia (la de su infancia), sus primeras zambas y chacareras. Y en Buenos Aires se formó musicalmente, antes de emigrar (durante el menemismo) al centro mundial donde se manotean todas las culturas: New York, New York...

Allí profundizó en el abc de otro lenguaje, lleno de rostros y de formas distintas.Y sí, con el jazz emprendió el mestizaje que lo llevó a la consagración: en 2015 fue nominado a los premios Grammy en la categoría de Mejor Álbum de Jazz Latino. Incluso ese disco, "Second Half", lo hizo pasear por Mendoza ese mismo año.

Pero ahora, en este marzo porteño, su agenda es tan apretada que una escapada al oeste estuvo difícil. Esta noche estrena dos obras con la Sinfónica Nacional en el Centro Cultural Kirchner, dirigido por Gustavo Fontana (director de nuestra Filarmónica, destaquemos). Y, por otra parte, el miércoles  presenta en formato cuarteto su último disco, “Tributango”, que es una mirada nostalgiosa y a la vez moderna del género.

“Muchos músicos, desde la década de los ‘50, que empezaban a generar los lenguajes populares de cada país, desde las posibilidades rítmicas, la impronta, la seducción, del gesto de esas músicas, empezaron a ver en el jazz una plataforma de improvisación”, empieza.

Y sigue explicando lo que él entiende por tal: “Cuando decimos ‘jazz’ no hablamos de ritmo, como lenguaje propiamente dicho, sino del usufructo que hacemos nosotros, argentinos, flamencos o húngaros, de la posibilidad de abrir ese juego a la improvisación, tomando herramientas del jazz. El jazz que yo profeso es ese. No puedo ponerme a tocar standars americanos...”.

Es que en la raigambre que no le permite hacer jazz como un estadounidense se entrelazan el tango y el folclore, los géneros populares argentinos, que siempre estarán guardados en su oído más profundo: “Es ahí donde está la verdad de uno”, desliza.

“Mi música siempre anda navegando por esas dos aguas, y en el medio recibe afluentes de varios ríos más”, agrega.

Y, en ese mapa, Mendoza le dio el folclore: aquí mismo, en algún punto de Chacras de Coria, comenzó el interés. Recuerda peñas con Jaime Torres, Hugo Díaz, Ariel Ramírez (y quizás la Negra Sosa), entre los que tomaba parte alguna vez también su papá, ingeniero que planificaba sistemas de riego y que jazzeaba el contrabajo por las noches.

-No pasás por Mendoza esta vez, ¿alguna razón en especial?

-Lamentablemente esta vez no dio. Quería ir a hacer un concierto al Le Parc, como ese año, que fue muy muy bonito, con músicos de allá, pero no se dio. Este viaje estaba muy comprimido acá, con demasiadas exigencias. Había demasiado trabajo en Buenos Aires. Pero si todo va bien, a lo mejor voy a estar presentando este mismo material con la Filarmónica.

-¿Están viendo esa posibilidad con Fontana?

-En un principio lo comentamos. Imaginate, ir a la “patria chica” a mostrar esto sería un sueño. No hay nada concreto igual, fue un comentario en el aire. Después de este concierto se planificará para más adelante.

-¿Qué recuerdos tenés de tu última visita?

-Muy lindos. Creo que la música se recibió muy bien, que el espacio es muy bonito, aunque faltó un piano, solamente. A ver si consigo convencer a las autoridades correspondientes tener uno acústico en ese espacio, pero la noche fue genial. Fue como el regreso del “hijo pródigo” nominado al Grammy... Pero bueno, ir a Mendoza siempre es una alegría...

-"Tributango" nace de una idea que tenías hace mucho, merodear el tango clásico...

-Sí, era una cosa que me debía a mí mismo artísticamente, porque yo entré al tango por Piazzolla y le di para adelante, pero me daba cuenta de que me faltaba un poco de basamento, a nivel estilístico, a nivel idiomático del lenguaje de ir para atrás, de hacer esa revisión.

Es, de hecho, un trabajo de revisionismo, y me ha servido mucho para aprender a tocar lo más clásico, lo más bailable, lo más antiguo. A todo de igual manera le he intentado dar esa vuelta que tiene que ver con quién soy yo como arreglador.

-Me nombraste también la experiencia del Grammy, ¿cómo te afectó? ¿Cambió tu personalidad artística en algo?

-No, la personalidad no. Viste cómo son los premios: si uno está parado con los pies en la tierra y sabe todo lo que le cuesta estudiar y todo lo que le falta mejorar son como alegrones que duran como  la cenicienta. Tenés una noche de palacio y al día siguiente volvés a limpiar pisos, a estudiar, a trabajar, a agarrar partituras.

Durante unos días te la pasás en una nube (risas). No deja de ser gratificante, alimenta al ego, y hay un reconocimiento también al trabajo de muchos años y es una confirmación de que las cosas se están haciendo bien. Sí me ha dado una confirmación: saber que estoy haciendo un camino con cosas que están buenas, o por lo menos intentándolo.

-¿Y te ayudó en algo?

-Sí ayuda para la carrera, a nivel de marketing, de producto. No te olvides que los aristas no dejamos de ser una lata de sardinas puesta en un estante del supermercado y que lo que tenés que intentar hacer es que tu lata de sardinas sea más atractiva que la de al lado para que te compren a vos.

En definitiva, los premios sirven para eso: “Uh, tuvo una nominación al Grammy,  debe estar bueno, a ver, vamos a comprar el disco” (risas). Y eso sirve para trabajar, viste...

Me gusta poder vivir de la música que me gusta hacer, y poder trabajar dignamente en situaciones con buenos contextos, como esto que vengo a hacer, que es increíble. Imaginate: estrenar dos obras sinfónicas con la Sinfónica Nacional en casa. Es todo un sueño. En ese sentido, bienvenidos sean.

-¿Te llevó a algún lugar que no pensabas?

-No, más que a algún lugar del mundo, lo que me está pasando es que tengo más trabajo en Nueva York. Me amplió el radar de la gente que me conoce, en la profesión sobre todo, no tanto el público normal. Me están saliendo trabajos como arreglador y compositor para otros proyectos, y tengo un poquito más de espacio para mostrar mi música.

Sobre el disco

En "Tributango" Solla emprende un viaje hacia las raíces del tango para redescubrir el romanticismo y la fuerza de la música bailada. Tras cuatro años de presentaciones semanales en el Zinc Bar de Nueva York, surgió esta idea de adaptar piezas tradicionales de tango incorporando improvisaciones y arreglos refinados, y también sumar temas propios en estilo "tanguero".

Bajo arreglos de bandoneón, violín, piano y bajo, se distribuyen en 11 canciones virtuosas versiones de "Libertango" (Piazzolla), "El Choclo" (Villodo) y "Soledad" (Gardel), entre otros. El álbum fue producido por el múltiple ganador de Grammy, Kabir Sehgal. 
Fue lanzado en diciembre del año pasado, y puede escucharse en soundcloud.com/emilio-solla/sets/tributango

Sobre el músico

Nacido en la provincia de Mendoza, egresa del Conservatorio Nacional de Buenos Aires y en la década del 80 co-lidera el multipremiado sexteto Apertura. En 1996 se radica en Barcelona y desde 2006 reside en Nueva York, donde se convierte en uno de los mayores exponentes actuales del Tango-Jazz, graba y gira con artistas como Paquito D'Rivera y es elogiado por la crítica especializada.

Según The New York Times: "El pulso contundente del nuevo tango de Astor Piazzolla se encuentra omnipresente en el ritmo majestuoso del pianista Emilio Solla".

En 2015, su noveno álbum "Second Half" es nominado a los Premios Grammy dentro de la categoría Mejor álbum de jazz latino. El disco es grabado junto a La Inestable de Brooklyn, una orquesta que Solla forma en 2010 con ocho músicos de mucho prestigio en el circuito de Nueva York.

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