El último viaje del sable corvo del General San Martín

Como parte de los festejos del 25 de Mayo, será devuelto al Museo Histórico Nacional de Buenos Aires. Habrá un desfile patrio.

El último viaje del sable corvo del General San Martín
El último viaje del sable corvo del General San Martín

De una pequeña tienda en Londres a las manos del General San Martín. Del Museo Histórico Nacional al Regimiento de Granaderos a Caballo y, en el medio dos robos, restituciones y reclamos. El sable corvo fue manoseado ya tantas veces como la cantidad de batallas en las que participó. Ahora, la Presidenta Cristina Fernández ordenó trasladar el sable de nuevo al Museo Histórico Nacional en medio de los festejos por el 25 de Mayo.

Para llevar a cabo el traslado del sable desde la zona de Palermo hasta Parque Lezama (donde está el museo), el Gobierno planea un desfile patrio, que -esperan- convoque a una multitud. Se realizará, para ello, el domingo 24 al mediodía, en la víspera de un nuevo aniversario de la Revolución de Mayo. La Presidenta recibirá el sable en el museo, en una sala que fue acondicionada para proteger el arma utilizada por el general. Se prevé que el acto sea transmitido por cadena nacional.

Pero no será el primer "viaje" que tenga este tesoro patrio. Ni tampoco será la primera vez que el sable sea utilizado de manera política.
José de San Martín lo compró en Inglaterra en 1812, en una pequeña tienda de Londres: era una espada ágil sin arabescos, oros ni adornos especiales en su empuñadura; él lo creía ideal dada la versatilidad que permitía a la caballería. Con ese sable combatió por toda América del Sur atesorándolo como símbolo de sus convicciones.

Luego, el propio San Martín legó en su testamento que el sable corvo sea entregado a Juan Manuel de Rosas, por considerar que defendía la soberanía del territorio: “San Martín es el primero que le da un uso político al sable: al legárselo a Rosas, apoya sus acciones y su forma de gobierno. No había manera de que no supiera que en Buenos Aires en esa época había rosistas y antirrosistas”, cuenta el historiador Daniel Balmaceda.

Después de la muerte de Rosas, el sable queda en manos de Manuelita -su hija-, que vivía en Inglaterra y que recibe una carta del director del Museo Histórico Nacional pidiéndole si por favor le puede donar la espada. Ella acepta y el arma llega al puerto de Buenos Aires, donde es recibida con todos los honores y es acompañada por los granaderos hasta el museo, tal como se hará el próximo domingo.

Entonces parecía que allí descansaría en paz. Pero en 1963, el sable es robado por integrantes de la Juventud Peronista (JP) con la intención de llevárselo a Juan Domingo Perón, que estaba exiliado en España. Sin embargo, el tesoro patrio permaneció en una quinta cerca de Maipú, camino a Mar del Plata. A los meses fue devuelto y colocado de nuevo en el Museo Histórico ubicado en la calle Defensa.

Como casi todo en nuestro país, la historia se repitió en 1965. El sable fue robado casi de la misma manera, con los mismos culpables (JP) y con el mismo objetivo: llevárselo a Perón. “Durante un año estuvo en manos de la JP, hasta que fue encontrado y llevado nuevamente al museo. La recuperación se hizo con todo el despliegue militar y acompañado por una multitud. Pero en 1967, el presidente de facto, Juan Carlos Onganía, decidió enviarlo hacia el Regimiento de Granaderos a Caballo, situado en el barrio de Palermo”, cierra Balmaceda.

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