El tatuaje es una práctica milenaria y se ha usado para aludir a su vínculo con un sentido profundo de elección interior

Si bien el tatuaje es una práctica milenaria y se ha usado masivamente, la utilización por parte de las parejas para aludir a su vínculo (en lugar de las alianzas tradicionales), podría tener que ver con un sentido profundo de elección interior hacia el otro, más allá de lo que imponga la cultura, la religión o el contexto.

Incluso el hecho de que muchos opten por tatuarse como un símbolo de unión o matrimonio podría quizá remitirnos a la tensión, que se generó hace tiempo en el vínculo de pareja en la cultura occidental, entre la institución de la Iglesia (que  exigía la alianza de por vida), con un Estado que empezó a regular y pensar la pareja o matrimonio, como un vínculo que podía ser disuelto.

La marca en el cuerpo (es decir el tatuaje) tendría que ver con una necesidad de la perpetuidad del vínculo. Las nuevas parejas necesitarían el ‘para siempre’, y el tatuaje tiene la cualidad de permanente en un mundo en donde la caída de la modernidad y lo que ella regulaba, proyectó un vuelco de la ‘garantía de perpetuidad’.

Las marcas como el tatuaje evocan ese deseo del ‘para siempre’ de muchas duplas que lo sienten de esa manera. En el mundo afectivo de la pareja este símbolo en la piel  adquiere algo de especificidad, en donde el amor del otro se perpetúa por algo más que un objeto, es decir, los anillos.  Esto implica una búsqueda interna de los individuos de aquello que los  pueda ligar en realidad más tiempo.

Sin un tercero (política, religión, mandatos sociales) que obliguen a lo convencionalmente determinado para hacer concreta la unión, el tatuaje para quienes lo eligen tiene algo del orden del compromiso. Se vincula con generar una cierta ‘certeza’ en un mundo colmado de incertidumbre, en donde los vínculos  se evaporan rápidamente”.