El super dólar suma tensiones a las economías del mundo

Las razones del ascenso del dólar -del 25% en diez meses- son claras, pero los efectos sobre empresas y países podrían ser más tortuosos y difíciles de predecir.

El super dólar suma tensiones a las economías del mundo
El super dólar suma tensiones a las economías del mundo

Hace casi un año que el dólar no para de subir, y si afloja su marcha unos días es apenas para tomar respiro. Entre mayo del año pasado y el 17 de marzo la divisa estadounidense se apreció 25% frente a una canasta de monedas principales; contando sólo este año, el alza llega a casi 11%.

Las causas de la suba son simples, pero los efectos sobre las economías del mundo -incluida la del propio EEUU- y sobre las empresas podrían ser más impredecibles, dado el rol central del dólar en el sistema financiero mundial.

En gran medida, el dólar sube por razones clásicas: se vuelve más atractivo que otras monedas porque está ligado a una economía estadounidense que hoy crece relativamente más que la de la mayoría de los países desarrollados. El FMI prevé para este año un 3% de alza del PBI, mientras Europa y Japón siguen estancados y los emergentes, China incluida, se enfrían.

A eso se suma la divergencia abierta entre el ciclo monetario de EEUU y de los otros bloques. La FED está calculando cuándo subir las tasas de interés por primera vez en años. Y puso fin a las compras de bonos, o quantitative easing (QE), que durante un largo período implicaron la impresión de una gran cantidad de dólares. Mientras tanto, el Banco Central Europeo inició una nueva campaña de QE (1 billón de euros a septiembre de 2016) y mantiene extraordinariamente bajas las tasas de interés, que en algunos casos ya han entrado en territorio negativo.

Japón también viene ampliando su plan de relajación monetaria y tasas bajas para estimular el crecimiento y combatir la deflación.
Ese cuadro contribuye al robustecimiento del dólar como refugio en los oleajes internacionales. Y como dijo Hyung Song Shin, del BIS, el dólar está tan imbricado en la infraestructura de la economía mundial que su fortalecimiento implica, de hecho, un endurecimiento de las condiciones financieras globales.

Una moneda fuerte corresponde a un país fuerte, en el imaginario general y también en el lenguaje patriótico que siempre han usado al respecto los titulares del Tesoro.

Pero, en la práctica, el super dólar tiene potenciales efectos dañinos sobre la economía estadounidense. Aunque EEUU no es una economía básicamente exportadora, muchas de sus empresas actúan fronteras afuera (más del 40% de la facturación de las firmas del índice S&P 500 se hace en otros países). Compañías como Caterpillar, Procter y Microsoft han declarado últimamente caídas de facturación:traducidos a dólar, sus ingresos en monedas depreciadas, desde el real al rand, ahora son menores.

Para los consumidores de EEUU el dólar fuerte puede ser una fiesta, porque abarata los productos importados de su canasta. También, si uno es un estadounidense que hace turismo en Europa, el euro le costará U$S 1,10, mucho más conveniente que los U$S 1,25 de diciembre.

Del otro lado del Atlántico, la perspectiva comercial se invierte. Con el euro acercándose a la paridad con el dólar por primera vez desde 2003, los exportadores del continente llegan mejor con sus bienes a EEUU. En marzo, la empresa de logística UPS dijo al Wall Street Journal que sus despachos a EEUU desde Europa subieron más del 10% frente al 2014.

Los que menos tienen para festejar son los mercados emergentes, que además del cambio de expectativa de los inversores son golpeados por el desplome del precio de las materias primas.

El real cayó este año 15% frente al dólar, y la lira turca 12%, las dos monedas con peor actuación. Hasta países que están más pujantes como México y la India sufren presión sobre sus divisas.

En los últimos cinco años de extraordinaria relajación monetaria de los grandes bancos centrales, los países emergentes tomaron más deuda denominada en dólares. Las empresas emitían sus bonos en esa moneda porque las tasas eran menores que las locales; del otro lado, había suficientes inversores con verdes y apetito para títulos de mayor riesgo y rendimiento. La estrategia funcionó mientras sus monedas estuvieron fuertes, pero ahora cuesta más obtener dólares para pagar o para refinanciar.

Entre 2009 y 2014, la deuda denominada en dólares del mundo en desarrollo, en forma de crédito bancario y bonos, pasó de U$S 2 billones a 4,5 billones, según el BIS, banco de los bancos centrales.

Ahora, mucho dinero de los inversores mira de nuevo a la Fed. Caen las inversiones de cartera y también la inversión directa (en minería, petróleo, etc.), como resultado de los menores precios de los commodities y de las menores expectativas de crecimiento. Los flujos de capital, según el IIF (el International Institute of Finance) cayeron de U$S 300.000 millones en 2012, su pico, a 270.000 millones en 2014. Se prevé una nueva caída, a U$S 246.000 millones, este año, antes de algún repunte en 2016.

Durante la bonanza de la última década los contagios financieros procedentes de otros países emergentes brillaron por su ausencia, si se los compara con la crisis del Tequila, la de Asia de 1997 y la rusa de 1998. Sólo en 2008 la crisis global golpeó temporariamente a América Latina, destacó esta semana un informe de la Brookings Institution sobre perspectivas de la región.

Según el think tank de Washington, con la desmejora de las condiciones económicas en varios países sistémicamente importantes como Brasil, Indonesia o Rusia, “el riesgo de contagio reaparece como amenaza subyacente”.

Sin embargo, el aumento de las reservas internacionales en varios países es un dato que puede marcar diferencias frente al pasado, señalan ése y otros análisis.

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