El precio del desprecio

El precio del desprecio
El precio del desprecio

Escuchaba discutir a dos personas acerca de si se debía decir “despreciar” o “depreciar”. Veamos en esta nota cuál es el vocablo original y cómo, a partir de él, se forma una interesante familia semántica.

La palabra “precio” tiene raigambre latina, el sustantivo “pretium”, cuya traducción al español es “valor de una cosa, precio, salario, recompensa, paga”. Precisamente, el primer significado del vocablo actual es “valor pecuniario en que se estima algo”: “No se ha fijado aún el precio de la uva”.

Además, posee un segundo valor, tan importante como el primero: “Esfuerzo, pérdida o sufrimiento que sirve de medio para conseguir algo, o que se presta y padece con ocasión de ello”: “El precio de mi sinceridad fue su enojo y distanciamiento”. Si decimos que alguien o que algo “no tiene precio”, estamos queriendo indicar que vale mucho: “Para ella no tiene precio la dedicación a su familia”.

Una “guerra de precios” es la rivalidad entre varias compañías o establecimientos por ofrecer los precios más bajos a sus clientes: “Las cadenas de supermercados llevan adelante una permanente guerra de precios”. Además, hablaremos de “sobreprecio” para indicar el recargo en el precio ordinario: “No lo compró porque consideró que le pedían un sobreprecio”.

De los diferentes valores del vocablo original “precio”, se derivarán los sentidos distintos del adjetivo “precioso, preciosa”: en primer lugar, el adjetivo significará “excelente, exquisito, primoroso y digno de estimación y aprecio”: “Se trata de una colección preciosa de arte clásico”.

En relación con este primer valor, se da un segundo sentido: “De mucho valor o de elevado coste”. Entonces, diremos: “El tesoro encontrado en aquellas lejanas aguas es un hallazgo precioso”.

También podremos hablar de “metal precioso” (oro, plata y platino) y de “piedra preciosa” (la que es fina, dura, rara y por lo común transparente o translúcida y que, tallada, se emplea en adornos de lujo). De una persona o cosa bonita, se dirá que es una “preciosura”, mientras que la cualidad de precioso se llamará “preciosidad”.

En el campo adverbial, hallamos el adverbio de modo “preciosamente”, con el significado de “rica o primorosamente, con precio y estimación”: “Corregí su manuscrito preciosamente, con detalle y justificación de cada error”.

Si entramos en el campo verbal relacionado con “precioso”, nos encontramos con el verbo “preciar”, que significará, usado como pronominal, “gloriarse, jactarse y hacer vanidad de algo bueno o malo”: ”Ella se precia de ser frontal, pero su actitud raya en la grosería”.

Cuando el valor de una moneda o cotización aumenta en el mercado de divisas, usaremos el verbo “apreciar”: “Con estas últimas especulaciones, algunas monedas extranjeras se han apreciado en las casas de cambio”.

Lo contrario estará indicado por el verbo “depreciar”, cuyo significado es “disminuir o rebajar el valor o precio de algo”: “Se han depreciado notablemente esos terrenos a raíz de las permanentes inundaciones en la zona”. Si tenemos a alguien o algo en menos de lo que merece, usaremos el verbo “menospreciar”: “La menospreció públicamente y ella lo sintió con profundo dolor”.

Es voz equivalente a “despreciar”, cuya definición académica es “desestimar y tener en poco”; también, “desairar o desdeñar”: “Por ser humilde, muchas veces la desprecian”.

Cuando se tasa un objeto, buscando su valor justo, deberemos usar “justipreciar”, de significado transparente: “Busco a alguien honesto para que justiprecie esa propiedad, herencia de mis abuelos”.

¿Es lo mismo decir “apreciación” que “aprecio”? En ciertos contextos, son términos equivalentes, ya que la definición de “apreciación” es “acción y efecto de apreciar”, concepto compartido con “aprecio”. Pero este último término encierra, además, el concepto de “estimación afectuosa de alguien”: “Siento real aprecio por él, aunque no se lo demuestre por mi timidez o por prudencia”.

Alguien podrá preguntar qué relación tiene el término “preciosismo” con los vocablos anteriores. En primer lugar, con valor crítico, se hablará de preciosismo para aludir a un excesivo y extremado atildamiento en el estilo: “No me gusta que redacte con tanto preciosismo, quisiera que fuera más llano”.

En segundo lugar, se puede designar como “preciosismo” el refinamiento exagerado en el lenguaje, en el atuendo y en las maneras, característico de la alta sociedad francesa a mediados del siglo XVII: “Los adolescentes se reían del preciosismo en el vestir de aquel viejo profesor”.

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