El poder según Cornejo

Carlos Salvador La Rosa - clarosa@losandes.com.ar

"El poder no es una propiedad (no se posee); es una estrategia (se ejerce). El poder debe analizarse como algo que circula... Nunca se localiza aquí o allá... nunca se apropia como una riqueza o un bien".
Michel Foucault, filósofo francés.

Alfredo Cornejo, en sus años mozos, cuando era estudiante de Ciencias Políticas, debe haber leído al gran pensador Michel Foucault y entendido, gracias a él, que nadie puede ser propietario del poder. Que éste a veces circula por encima de una persona o institución y entonces beneficia a ésta con sus atributos, pero así como se acercó, se aleja al más mínimo error.

Los Kirchner, que de poder sabían bastante, sin embargo, siempre negaron esta concepción del poder porque para ellos lo que no les pertenecía no tenía razón de ser. Nunca supieron diferenciar entre lo público y lo privado. Y siempre -disintiendo, sin saberlo, con Foucault- supusieron que el poder era una cosa concreta, tocable, que se la poseía o no se la poseía. Como el dinero.

Con más prudencia, Cornejo sabe que el poder es más influencia que pertenencia, que hay que cuidarlo y ejercerlo todos los días para que no se desvanezca. Mientras, los Kirchner no sabían diferenciar entre poder y dinero. Para ellos el poder no lo determinaba tanto su ejercicio como su acumulación. Por eso creían que mientras más dinero tendrían, más poder conseguirían.

Y así como los Kirchner dedicaron toda su vida a acumular dinero para comprar voluntades, Cornejo llegó a la gobernación luego de varios años convenciendo a personas para que lo acompañaran. Quizá porque siempre tuvo menos, fue más consciente de sus límites que la dinastía patagónica monárquica y feudal con la que nuestro gobernador -en su momento políticamente más flojo y fallido- compartió las cosas del poder. Tal vez allí se dio cuenta de que el poder, justamente, no es una cosa.

Durante su primer año como gobernador, todo le salió más o menos como lo había pensado. Fue el tiempo en que hasta se sintió aventajando al mismísimo Mauricio Macri. Apelando a la pesada herencia que le había dejado Paco Pérez, no debió prometer nada más que poner orden para acceder a la gobernación. Mientras que Macri, precisamente por no haber insistido tanto en la horrible herencia que le dejaron los K, debió prometer más. Entonces desde el principio cobraron al presidente cosas que no cobraron al gobernador.

Incluso en los momentos presentes Cornejo se siente fortalecido con respecto a Macri porque cree haber tenido una estrategia mejor con los sindicatos estatales que la que tuvo el gobierno nacional y de Buenos Aires. Que les puso un freno desde el principio en vez de intentar seducirlos, y ahora se están viendo sus efectos benéficos. Hasta su polémico “ítem aula” ha devenido un ejemplo nacional.

El resultado político concreto es que durante lo que va de la gestión Cornejo, Mendoza es conducida por una coalición donde prácticamente entró toda fuerza política que no fuera peronista (y hasta alguna más o menos peronista) mientras que la oposición quedó en manos de un peronismo más atomizado que nunca. Con mayoría en ambas Cámaras, legislar y gobernar fue hasta ahora un paseo en comparación con los sufrires de Macri.

Sin embargo, la semana pasada, antes que ocurriera el rotundo “no” peronista a la reforma constitucional cornejista, Ernesto Sanz advirtió que así como el problema de Macri es que delega demasiado, el de Cornejo es que no delega casi nada. Dicho y hecho. Hace tiempo que venimos diciendo que el gobernador parece creer que hacer política es su misión exclusiva, mientras que el resto de los suyos debe administrar, gestionar las cosas. Que la política es un cuasimonopolio del gobernante electo. Así como sabe que el poder no se posee, a la vez cree que la política no se comparte.

El mensaje que Sanz quiso ofrecer al gobernador es que una provincia como Mendoza anda mal porque su dirigencia perdió el ejercicio del poder, empequeñeciéndose en el contexto nacional. Y que entonces Cornejo, quien ha recuperado la política perdida, debería empezar a compartirla con el resto de la élite y de la sociedad a fin de repolitizar a la provincia entera y volver a fortalecer sus instituciones con personas al nivel de las mismas y no por debajo.

Pero la primer decisión de Cornejo en ese sentido, marchó exactamente por el otro lado: por el de utilizar la política para seguir fortaleciendo su poder personal más que el de la sociedad. Así, intentó ver si podría tener la posibilidad de su reelección, para lo cual viene desarrollando una estrategia confidencial y discreta hace ya varios meses, a fin de ver si eso es posible. Consultó todas las voces autorizadas, pero realmente lo creyó posible cuando varios caciques justicialistas le dijeron que si el PJ no lograba reconstruirse antes de 2019, preferían que la provincia la siguiera gobernando Cornejo con el cual las relaciones eran idílicas, antes que algún otro radical o proísta.

Que más vale bueno conocido. Y como el único poder que parecía existir dentro del peronismo eran los intendentes, el gobernador creyó en la palabra de los mandamases locales y de su influencia sobre el resto del PJ. Es que quizá Cornejo conociera mucho de Foucault, de Macri y hasta del kirchnerismo, pero del peronismo profundo, ése que siempre marcha atrás del ganador -fuera Bordón, Menem, Duhalde, Néstor o Cristina- tal vez conocía mucho menos. Sobre todo porque al verlo tan golpeado, se dejó engañar acerca de su gran capacidad de retornar una y otra vez del mundo de los muertos.

Y así, por un instante, pareció que todo se diera vuelta. Que la profecía de Foucault se cumpliera: que el poder circuló a otro lado. La coalición oficialista que hasta ahora había permanecido unida en casi todo (por no decir todo) pareció fracturarse en mil pedazos: los ultra reeleccionistas, los más o menos, los que decían que sí pero deseaban que no, la vicegobernadora a la cual le arruinaron “su” reforma, De Marchi quería una enmienda; los massistas que se van alejando y mil variaciones más.

Mientras, los peronistas, divididos a más no poder y sin esperanzas de reconstituirse en el corto plazo, lograron por una vez -de modo inesperado- una foto de unidad, donde todos juntos no sólo se opusieron sino que pudieron acabar con la reforma y sobre todo con la reelección del Alfredo. Primer triunfo después de tantas y tantas malarias. No podían dejar pasar esta oportunidad que se les dejó servida.

No es, ni mucho menos, que la coalición Cambia Mendoza se haya dividido y el PJ se haya unificado. Lo más seguro es que las cosas sigan como antes. El pecado fue grave pero no mortal. Y en una de ésas la Providencia lanzó una advertencia a Cornejo. Que si el mucho poder político que está ejerciendo se dedica a distribuirlo en muchas manos, habrá creado las condiciones humanas para construir una nueva Mendoza. Mientras que si lo sigue manteniendo en sus manos e incluso busca acumularlo aún más, tal vez sin quererlo caiga en lo que advirtió Foucault, en considerar al poder una pertenencia, una propiedad. Con lo cual Mendoza habrá perdido, otra vez, una más que interesante oportunidad de salir de su decadencia.

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