El Papa Francisco y Venezuela

Muchos esperaban expresiones más fuertes y directas del Sumo Pontífice respecto de lo que está sucediendo en Venezuela. Sin embargo, la interpretación que realizó Maduro a sus expresiones, le molestaron y entonces el Papa Francisco le respondió públicamen

En el periplo previsto para América Latina, el Papa Francisco visitó días pasados distintas localidades de Colombia. No fue casual su presencia en ese país, sino que respondió a una promesa que había realizado y que consistía en efectuar la visita una vez que se alcanzara el acuerdo de paz entre el Gobierno y las FARC que se concretó el año pasado.

El Sumo Pontífice también se refirió a la situación que se plantea en Venezuela pero su mensaje, cargado de diplomacia, tuvo una extraña e incomprensible interpretación de parte del mandatario del país caribeño, que recurre al argumento más inverosímil en su intención de mantener el poder.

Además de su misión pastoral, que congregó a millones de fieles, Francisco también dejó su huella en el plano político colombiano, formulando un llamado a la dirigencia nacional a ratificar el acuerdo de paz, al señalar que "no tengan miedo a pedir y a ofrecer perdón…  Es hora de sanar heridas, de tender puentes, de limar diferencias". Clamó por una verdadera reconciliación, al asegurar que "es un reto confiar en que se puede dar un paso adelante…  (porque) en este enorme campo que es Colombia, todavía hay espacio para la cizaña".

Sin embargo los observadores políticos internacionales estaban a la expectativa respecto de la posición que adoptaría el Sumo Pontífice sobre lo que sucede con el sufrido pueblo venezolano, que se debate en un reclamo estéril, que ha costado más de un centenar de vidas ante un Gobierno que recurre a la violencia para frenar las protestas; que avanza sobre la oposición, deteniendo a sus principales líderes y sobre las instituciones democráticas, como la disolución del Parlamento que contaba con mayoría opositora para sustituirlo por una Convención Constituyente con atribuciones legislativas y que surgiera de unas controvertidas elecciones en las que hubo severas denuncias de fraude hasta por parte de la empresa encargada de controlar el escrutinio.

En su doble condición de líder de la Iglesia Católica y de jefe del Estado Vaticano, Francisco debió recurrir a la diplomacia, realizando un llamado para que se rechace todo tipo de violencia en la vida política y que se encuentre "una solución a la grave crisis que se está viviendo y que afecta a todos, especialmente a los más pobres y más desfavorecidos". Abogó por una salida pacífica e instó a un "diálogo con todos", mientras paralelamente envió un telegrama al presidente Nicolás Maduro en el que le pidió "solidaridad, justicia y concordia". Días antes de la visita, el Sumo Pontífice se había reunido con dos cardenales y tres obispos venezolanos que han calificado de "dictadura" al régimen del sucesor de Chávez.

Fiel a su estilo, Maduro realizó una incomprensible interpretación personal de las expresiones del Papa, considerando que el Pontífice tiene una actitud comprensiva hacia su gobierno, mientras que el Vaticano y la Iglesia venezolana responderían a "intereses imperialistas, ajenos a los del pueblo de su país". Las expresiones del mandatario venezolano molestaron a Francisco, quien salió al cruce, indicando que "lo que dice Maduro que lo explique él; no sé qué cosas tiene en su mente", dijo, para agregar que "la Santa Sede ha hecho mucho, designó a un enviado, trabajó con el grupo de cuatro ex presidentes y nombró un nuncio al más alto nivel... mientras personalmente he hablado públicamente en el Ángelus de esta situación, buscando una salida y ofreciendo una vía para salir". Propuso finalmente la intervención de las Naciones Unidas para encontrar una salida a la crisis.

Muchos interpretan que el Sumo Pontífice fue demasiado benevolente con Maduro y que las actitudes y las decisiones del Presidente obligaban a expresiones más concretas y directas. Pero debemos tener en cuenta también que el jefe del Estado Vaticano debe respetar una política que se ha mantenido durante más de dos mil años y que, como lo demuestran los hechos, ha dado muy buenos resultados.

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