El narrador de los Altos Limpios

Luego de años de silencio editorial, la obra de Juan Draghi Lucero regresa a las librerías. Así, la nueva antología del Cancionero Popular Cuyano despierta con más fuerza la voz del pensador que tradujo la intimidad de nuestro paisaje.

El narrador de los Altos Limpios
El narrador de los Altos Limpios

Decía don Juan: “Yo concibo el arte como un inmenso pedregal inhóspito en cuyos recovecos hay diamantes escondidos”. Y después escribía, como pensando en voz alta: “Si la Historia es la relación documentada de los hechos del hombre sobre la tierra, ¿por qué no han de llenarse los huecos con tradiciones populares, para darle condición de intimidad humana?” Precisamente esa intimidad, ese alma que habita en las historias de Draghi fue lo que deslumbró a la lujanina Norma Acordinaro Gil (narradora por vocación) y la llevó a tocarle el timbre.

Tras mil y una tardes de lectura, amistad y relatos compartidos con el autor y su esposa Yolanda, Acordinaro se fue convirtiendo en narradora itinerante de esa obra vasta que, en formato libro, parecía ya inconseguible.

“Cuando don Juan falleció en el ‘94 yo le hice una promesa. Y a poco de la muerte de su esposa Yolanda, la persona más culta y dulce que conocí en mi vida, reafirmé mi compromiso: no dejar que se apagara la voz de su viejito”.

Cuando comenzó su misión, Acordinaro observó que en las estanterías apenas se podían hallar pocos ejemplares de “Las Mil y Una Noches Argentinas”, editados por Colihue en 2001. Pero, ¿qué pasaba con esa cantidad de relatos que conformaban el núcleo de su narrativa cuyana y que se dispersaban en volúmenes agotados? Existía una traba legal para cualquier reedición, debido a desacuerdos familiares entre los herederos.

Pero un nuevo lanzamiento parece destrabar el asunto para restablecer sus textos en los escaparates de todo el país: la Antología del

“Cancionero Popular Cuyano”, que Adolfo Colombres (miembro del Grupo Editorial Colihue) acaba de presentar en Mendoza.

“La presente antología fue preparada por la Sra. Norma Acordinaro Gil , quien trató mucho a don Juan y su esposa, Yolanda Costábile Argumedo. Al morir don Juan, trabajó con su viuda en ordenar sus papeles y difundir su obra en Mendoza y el resto de Cuyo. A la muerte de su viuda y a falta de herederos que se hicieran cargo de este valioso legado, asumió sola la tarea, dedicándole más tiempo que antes, y sin interés económico alguno, por lo que nos pareció justo que ella se hiciera cargo de la selección de textos...”, aclara Colombres en la Nota preliminar.

Según Acordinaro, podemos esperar más: “Ya se reeditó ‘El hachador de Altos Limpios’ y el ‘Cancionero Popular Cuyano’, ahora podemos esperar ‘Y los ríos se secaron’, un texto maravilloso que ganó un concurso latinoamericano en 1987 pero que plantea un problema actualísimo, nuestro tema del agua”.

Palabras de Draghi

“El arte para mí siempre ha representado cierta cosa esotérica, casi prohibida, porque está tan fuera de lo común, tan lejos de lo ordinario, que pareciera casi en un mundo aparte, oculto. Para hallarlo nos salimos con sufrimiento de lo habitual, con el deseo de encontrar algo realmente valioso dentro de lo captable. Siempre he ubicado el arte vecino de lo casi prohibido. He llegado a creer que colinda con lo demoníaco, es fronterizo. Sospecho que es peligroso el allegarse y familiarizarse con él.

Creo que en el arte hay que correr veladas cortinas, mirarlo y retornar a lo habitual, para no perderse en lo deslumbrante, sin poder volver a nuestro cotidiano ser y estar. El arte tiene un ámbito casi prohibido para mí, llegar a él constituye un atrevimiento, un extravasarse al allegarse a algo no habitual y peligrosamente bello...”

Huérfano de padre cuando tenía 10 años, Draghi trabajó desde pequeño y se abrió camino hachando y vendiendo leña. Así, se forjó en“los fogones campesinos, donde es habitual que se escuchen cuentos del folclore español”. Para él, era un gran árbol, que incluía una rama árabe, una norafricana y una proveniente del Asia Menor, que convergen en una especie de folclore cuyano-chileno. “Chico todavía, oí estos cuentos maravillosos. Creía que eran ciertos. Se afincaron en mí”.

Mascando los palos amargos de jarilla, campo adentro, encontró ‘lo deslumbrante’ en los cantos de hacheros y luego en los relatos emparentadas con los huarpes.Pero el tema fue más hondo: el modo en que el sufrimiento se expande en múltiples sombras; el modo en que la fantasía lucha contra eso.

“Creo que el verdadero escritor debe condolerse de esa gran masa que está destinada al sufrimiento y a la procreación de otros seres destinados al sufrimiento. Es necesario que el autor y el literato revean su verdadera situación dentro de un mundo de sufridores, de sufridos y, en el otro extremo, de gente que puede ser hermosa en su forma, pero terriblemente cruel en sus procederes”, reflexiona en “La memoria...”

Se acostumbró a escribir casi en la oscuridad, a la orilla de los fogones. Ese murmullo de voces criollas que le deslizaban saberes fueron la base de su oído popular.

Autodidacta, fue poeta, historiador, novelista y folclorólogo,  fue un investigador infatigable del pasado,un crítico de la esclavitud y un denunciante del abandono del campo, un rescatador de los  episodios desconocidos del paso de San Martín por nuestra provincia y de otros hombres que dejaron su huella: el Molinero Andrés Tejeda, el sabio francés Miguel Amado Pouget (precursor de la vitivinicultura moderna), el explorador y escritor Manuel José Olascoaga.

Por su parte, él supo ver pequeñas gemas en el pedregullo que lo transformaron en un adelantado en el tiempo: escribió “Las mil y una noche argentinas” (considerada su obra máxima, que publicó cerca de los 50 años), “Cancionero Cuyano”, “Y los ríos se secaron”, “El hachador de Altos Limpios”, “La cabra de plata”, entre muchos más. En ellos, profundizó en el habla de la tierra, luego de haber leído a los clásicos españoles.

“Traté de comprender a la gente pobre de Mendoza; con su lenguaje serrano y al mismo tiempo muy arraigado al huerto. Es extraordinario lo que ello influyó en el carácter mendocino y en mí mismo; el cultivo del pequeño predio que fija al individuo a un lugar determinado de la tierra”, escribió.

Del multifacético mundo textual de Draghi, hay una cantidad de relatos poco conocidos o inéditos: cuentos como “El titiritero”, “La Francisquita”, “Palabras capitales” o “Las tres gotas de sangre” (una especie de guión con tintes de tragedia) se reúnen ahora en el deseo de otra antología por venir.

“Son los cuentos que me apasionaban, esos que yo escuchaba de mis padres y mis abuelos criollos y los que profundizaron mi interés por lo nuestro. Además, Juan fue un pensador, un investigador y un escritor incansable que levantó su voz en nombre de quienes no podían hacerla pública”, cierra Acordinaro.

El Cancionero

En 1938 Juan Draghi Lucero publica el “Cancionero Popular Cuyano” con  piezas de poetas populares y otras anónimas recogidas en Mendoza, San Juan y San Luis y con un prólogo histórico descriptivo de la región de Cuyo. Así, fundamenta con la geografía del lugar el por qué de muchas costumbres que influyeron en los caracteres del folclore cuyano.

Es una recopilación de coplas, cuecas, décimas, romances y tonadas. Draghi Lucero reivindicó la tonada como medio de expresión de los campesinos, como una poética singular que permite al cantor huir de las miserias circundantes y exorcizar la tristeza.

Él había convivido naturalmente desde niño entre los relatos del campo y su música. 
A través de sus estudios, su búsqueda se orienta a revalorizar saberes populares.

"Yo sé adónde voy. Voy tras un norte que no es simplemente el empírico de usted y los suyos, ni la seguridad científica de mis colegas profesores. Hago pie en una sospecha, amamantada en muchísimas sospechas, trasegadas de lecturas entre líneas, de la oposición que he percibido entre historia y folclore, y sobre todo, el sopesamiento de las soledades palabreras de estos campos que anidaron Hombre en sus episodios cruciales..."

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