El mercado impone

Están transcurriendo los últimos días del tradicional mes de la vendimia - marzo- sin que hasta ahora -y como todos los años- no hayamos podido degustar un racimo de uva, de la “blanca” o de la “negra”, de esa uva dulce, sabrosa, plena de los soles que recibiera en los extensos viñedos de la provincia, esa uva que es la que “representa” a la provincia como la reina; esa uva que, sin otra derivación, es destinada exclusivamente a la molienda para ser convertida en vino.

Hace muchos años esta uva era la que consumíamos, en la mesa o en cualquier momento y lugar. Hoy no se expende más en mercados, mercaditos, fruterías o almacenes de venta diversificada. Nada de esa uva.

En cambio, nos han impuesto una uva “gorda” (de grano grande), de gran consistencia, dura, desabrida y sin jugo, junto a otra blanca, alargada, nombrada popularmente “huevo de gallo”, también sin sabor y sin atractivo alguno.

Pregunto: ¿por qué no se venden al consumidor las uvas tradicionales de Mendoza? Esas que identifico al comienzo de la nota -no estoy obligada a reconocerlas por su nombre científico, porque no soy viñatera- y porque, además, cualquier persona, autoridad o no, sabe a cuáles me refiero.

Si el mercado nos impone lo que hay que consumir en esta provincia fundamentalmente vitivinícola me parece un desacierto total. Porque no estamos acostumbrados ni “obligados” a comprar esas raras uvas que hace varios años pretenden imponernos.

Sólo estoy pidiendo que pongan a nuestro alcance las primitivas, las verdaderas uvas de Mendoza, las de los viñedos que únicamente destinan a la elaboración del vino.

Esas uvas deben estar en nuestra mesa, no solo porque son las tradicionales sino porque las imposiciones comerciales, o de cualquier índole, al mendocino no le agradan ni las acepta.

Y, lo más lamentable es que actualmente varias generaciones de jóvenes y adultos no las conocen ni las han degustado nunca.

Herminia Juan 
DNI 8.572.210