El largo calvario de los venezolanos

La riqueza petrolera no derramó hacia los marginados sociales y se perdió en la corrupción

Casi 300.000 millones de dólares produjo la venta de petróleo entre 1976 y 1995. El autor, Arturo Uslar Pietri, compara esa cifra con la del Plan Marshall, que permitió reconstruir Europa Occidental después de la Segunda Guerra Mundial, cuyo costo apenas alcanzó a 13.000 millones de dólares.

El Estado venezolano, un país pequeño, cosechó por ingresos provenientes de las exportaciones de hidrocarburos, el importe de casi 20 planes Marshall. Esa colosal cifra ¿dónde fue a parar, que no dotó al país de la infraestructura indispensable ni corrigió la escandalosa desigualdad?

Mientras unos pocos se beneficiaron con esa lluvia de petrodólares, más del 70% de los venezolanos continuaron viviendo en la pobreza.

El desgobierno, la corrupción y el descontento con la clase política, desgastó al bipartidismo clásico de los dos partidos más importantes: el Comité de Organización Política Electoral Independiente (Copei) de tendencia democristiana y el social demócrata, Acción Democrática (AD).

La ciudadanía les dio la espalda por lo que no hicieron y por la corrupción y el despilfarro.

¿Es casualidad entonces que el hombre más popular, con vista a las elecciones de 1998, fuera un militar golpista, el coronel Hugo Chávez Frías, que se sublevó en 1992 contra el entonces presidente Carlos Andrés Pérez?

Este golpe fracasó y su líder Hugo Chávez fue condenado y amnistiado dos años después por el presidente Caldera. En tanto Carlos Andrés Pérez, al año siguiente del golpe de Chávez, fue destituido por corrupción.

Como lo pronosticaban las encuestas, en las elecciones presidenciales de l998 se impuso el ex coronel golpista Hugo Chávez, candidato del Polo Patriótico, con el 56,45% de los votos, sepultando el clásico bipartidismo.

La quinta República Bolivariana

El holgado triunfo de Chávez cambió radicalmente el panorama político, económico y social de Venezuela, comenzando por el propio nombre de la república, y una serie de profundas reformas que perseguían una mayor inclusión y participación ciudadana.

Es muy interesante, visionaria y analítica la versión que el célebre autor de “Cien años de soledad”, Gabriel García Márquez, escribió como resultado de un viaje en avión que compartió con Chávez, de regreso de La Habana días antes de su asunción. Dijo como síntesis de aquella charla, que “había viajado y conversado a gusto con dos hombres opuestos. Uno a quien la suerte empedernida le ofrecía la oportunidad de salvar a su país. Y el otro, un ilusionista, que podía pasar a la historia como un déspota más”.

Entre los aspectos negativos del gobierno chavista se destaca el autoritarismo; la falta de respeto por la opinión de la oposición y por los otros poderes; el derecho de propiedad; la peligrosa debilidad estatal (que sobredimensiona la ineficiencia gubernamental y la corrupción), etc.

La acción exterior de la Revolución Bolivariana, conocida como la “diplomacia de la chequera” (con la Argentina, por lo menos hubo un trasiego importante de valijas que contenían dólares en efectivo), no logró los resultados esperados.

El primer escollo serio con el que tropieza en su segundo mandato al que accedió el 30 de julio de 2000, tras haber aprobado por referéndum la Constitución de la nueva República Bolivariana, fue el golpe de Estado que promovieron en su contra distintos sectores, patronales, laborales, altos militares adversos, etc., que fracasó en menos de dos días, con el apoyo del Ejército y una gran parte de la población.

En lo concerniente a su ambición hegemónica regional merece destacarse su proyecto del Banco del Sur y el bloque regional ALBA.

La muerte como destino ineluctable de todo ser biológico, tronchó sus proyectos y luego de un proceso que tuvo en vilo al mundo, falleció el 5 de marzo de 2013. Le sucedió en el cargo en forma interina, el vicepresidente Nicolás Maduro.

La presidencia de Maduro

Sin el carisma de Chávez y muy lejos de su estatura política, ha pretendido llevar adelante la revolución que inició su antecesor. Continuó con la mayoría de las políticas económicas de Chávez, pero desde que asumió la presidencia se comenzó a evidenciar una grave crisis económica, con una alta tasa de inflación y escasez de bienes. Estas dificultades económicas son unas de las principales razones de las masivas protestas de la población. Maduro ha dicho que está luchando una guerra económica contra el capitalismo y para ello dictó una serie de medidas económicas llamadas por el pueblo “ofensivas económicas”.

La falta de respeto por los principios fundamentales de una auténtica democracia ha llevado al “inmaduro” presidente venezolano a cometer una serie de medidas que configuran un verdadero golpe de Estado.

Sus manotazos de ahogado contra el Parlamento de su país, de mayoría opositora, han puesto en alarma a los organismos regionales como la OEA y el Mercosur. La primera le aplicará la Carta Democrática; el segundo, analiza la conducta del presidente del país caribeño y del Tribunal Supremo de Justicia que avaló las medidas del Ejecutivo, dado que Venezuela es miembro pleno de dicha alianza económica.

El Parlamento, a través de su presidente, ha convocado a resistir lo que puede entenderse como un verdadero cierre de ese poder del gobierno, para acallar su voz.

En tanto, el pueblo en las calles manifiesta su bronca por la situación política y económica que atraviesa su país, inmerso en una dictadura ideologizada e ineficaz para resolver los problemas cotidianos de la ciudadanía. Pero alguien la tiene que iniciar.

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