El joven Schteingart y la vara peronista

En 2016 de los CEO no ha habido epidemia de desocupación, ni aluvión importador, ni la pobreza se ha disparado; y los indicadores están mejorando. Lentamente, pero sobre bases sustentables. Es lo que a los perionistas les molesta, me temo, y no la situaci

La semana pasada, Daniel Schteingart, "doctor en Sociología, desarrollista, beatlemaníaco, y tecladista fogonero" según él, y estrella naciente de la econometría nac&pop, para el resto, dedicó un largo análisis ("La tortura del dato crea un nuevo relato" https://goo.gl/FtrazG ) a mis artículos "Cuando el dato mata el relato" (La Nación 12/04/2017) y "La cuestión del empleo" (Los Andes 09/04/2017).
Vale la pena responderle por tres motivos: 1º) reconocer el esfuerzo de discutir con datos, como reclamaban mis propias notas, 2º) confirmar mediante su ejemplo mi denuncia contra el perionismo, ese sector del periodismo nac&pop que mide con la vara de Suiza a Cambiemos después de doce años de haber medido con la de Uganda al kirchnerismo; 3º) ilustrar con su caso estrategias comunicativo-políticas perionistas como la de la conductora del programa en que trabaja, María O'Donell, y periodistas como Ernesto Tenembaum, quien elogió el artículo de Schteingart afirmando "Muy interesanta (sic) la manera en que @danyscht polemiza con @FerIglesias. Alto nivel de precisión."

Mi primera objeción es de manual: al mismo tiempo que reconoce que los datos que utilizo en mi nota son veraces y confiables, el joven Schteingart sostiene que los "torturo", expresión acaso usual en lugares más felices del planeta pero problemática en este país, y que me hizo recordar los tiempos del "secuestro de los goles". Banalización del genocidio, las llamarían los K manifiestos o encubiertos como Schteingart si fuera yo quien las empleara. Lleno de curiosidad sobre qué términos habría usado para criticar al Indek, que decía que la pobreza era menor que en Alemania, consulté al propio Schteingart, quien se defendió enviándome un tweet en el cual definía a los datos de aquel Indek como "no creíbles".

He allí el perionismo en toda su extensión. Mis datos son ciertos pero yo los "torturo"; los de Guillermo Moreno, en cambio, son "no creíbles". Así es el joven perionista: críticas en papers académicos que pocos leen pero silencio en Página12; aspaviento en Twitter 2016 para tapar un silencio de doce años; la vara de Suiza con mi artículo; la de Uganda para un ente oficial que fue parte de una estafa monumental a millones de argentinos. Así es el joven Schteingart: mis dos artículos parecen ser responsables para él de establecer un "nuevo relato" que remplaza al viejo relato K, impuesto desde el Estado mediante doce años de persecuciones políticas y de millones de dólares gastados en propaganda.

Miente Schteingart cuando dice que está de acuerdo conmigo en que tenemos un Indec "medianamente confiable". Para mí, el Indec es hoy plenamente confiable, y si Schteingart no está de acuerdo debe decirlo con su propia voz, explicando por qué no confía y denunciándolo penalmente, como hicimos quienes nos enfrentamos al kirchnerismo en el pico de su poder mientras él publicaba justificaciones. Nótese, además, los calificativos que emplea: el Indec es "medianamente confiable" porque "sería bueno que publicara mayores desgloses"; lo que lo deja no tan lejos del Indek, que es "no creíble". Medianamente confiable, Todesca. No creíble, Guillermo Moreno. El Partido del Sé 'gual en acción. La Biblia, junto al calefón. Perionismo.

Pero aceptemos el desafío y pongamos bajo la lupa suiza mis artículos. Schteingart me critica por decir que el índice de desempleo bajó entre el segundo y el cuarto trimestre de 2016 y argumenta que "no es correcto porque no considera cuestiones estacionales". Veamos ahora la "distorsión estacional" de la que se lamenta. Según el Indek, entre el segundo y el cuarto trimestre de los dos gobiernos de Cristina, la disminución estacional máxima fue de 0,8 punto, en 2013. ¿Por qué el "preciso" Schteingart considera poco significativa la reducción de 1,7 punto porcentual ocurrida en 2016, que duplica la mayor disminución ocurrida durante ocho años de cristinismo? He allí un misterio que algún día nos aclarará Tenembaum, ese amante de la precisión schteingartiana.

Schteingart no desmiente el aumento de 81.000 puestos de trabajo registrados en 2016 (+0,7%) señalado en mis artículos pero lo descalifica, prefiriendo considerar la baja simultánea de 0,7% en el empleo privado. Una observación apropiada, acaso, pero algo cercana a esa ortodoxia que la gente como Schteingart tanto desprecia. Suena curiosa, además, en boca de quienes nada dijeron cuando Cristina sostenía haber creado cinco o seis millones de puestos de trabajo, “masomeno”, cuando ninguna medición confiable superaba los tres millones. La vara de Uganda.

Como he sostenido en las notas cuestionadas, las mejoras del empleo en 2016 han sido modestas pero se dieron en un contexto muy desfavorable, marcado por la inevitable salida del cepo y el default, y en el año de mayor aumento del desempleo en América Latina en la década, según la Organización Internacional del Trabajo. De epidemia de despidos, nada. En cuanto a la pobreza, Schteingart insiste en negar la validez de los datos del Indec al mismo tiempo que no denuncia su falsedad judicialmente, y en adjudicar las mejoras a cambios en la metodología de la Encuesta Permanente de Hogares. Curiosamente, él mismo se ha quejado de que la nueva metodología de medición de pobreza del Indec es la más exigente de la región y aumenta el índice, en lugar de disminuirlo.

En todo caso, por si quedaran dudas acerca de lo sucedido en 2016 del gobierno de los ricos, el Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales de la poco macrista Universidad de La Plata ha armonizado los datos de Indek e Indec sacando conclusiones que coinciden con las mías: 1) Durante el período 2006-2015 la reducción de la pobreza fue menor en Argentina que en la región; 2) En el primer año de Macri la pobreza fue menor que al final del kirchnerismo. Agrego: y está en disminución desde el tercer trimestre de 2016.
Finalmente, el saldo comercial. Reitero lo dicho: el gobierno cipayo de Macri-gato pasó del déficit heredado al superávit. Schteingart cuestiona este dato indiscutible y a contramano de la leyenda del "aluvión importador" adudicándoselo a variaciones de precios y prefiriendo como criterio las variaciones en las cantidades; lo que me parece razonable. Ahora bien, el informe correspondiente del Indec ( https://goo.gl/eiQyjO ) señala que en 2016 la cantidad de bienes importados subió, sí, pero el 3,8%; contra un aumento del 6,6% en los bienes exportados.

Aún más, los bienes de capital destinados al equipamiento que constituyen el mejor predictor de la "dinámica productiva" que preocupa a Schteingart subieron más que las importaciones totales (6,6% contra 3,8%). Finalmente, como la desocupación y la pobreza, el saldo comercial también tiende a mejorar. Cuando se comparan sólo los últimos trimestres de 2015 y 2016 se verifica que las exportaciones subieron 11,9% contra un aumento de 2,9% en las importaciones, y que la importación de bienes de capital subió fuertemente (+13,8%), superando por primera vez a la de bienes de consumo (+12,6%). No será el paraíso de quienes, prometiendo no importar ni un clavo, sextuplicaron las importaciones mientras sólo duplicaban las exportaciones, pero tampoco está mal para un año complicado.

Podría seguir observando el tratamiento de las cifras por parte de Schteingart, pero la econometría es su terreno y no el mío. Prefiero dar la bienvenida a Suiza a él y a todos los compañeros a los que tanto les gustaba Uganda y cerrar repitiendo las afirmaciones centrales de mis artículos, que sostuve con datos oficiales de un Indec confiable después de doce años de destrucción del Estado. Son éstas: a pesar del desastre que dejó Kicillof, el 2016 de Cambiemos no se pareció a 2002 sino a 2014; es decir, fue un año difícil pero no una catástrofe devaluatoria como la que provocaron Duhalde y Remes Lenicov para salir de una situación similar, generando récords históricos de desocupación (21,5%), pobreza (58,5%) y aumento de la pobreza (+50%) de los que aún no nos hemos recuperado.

En cambio, en 2016 de los CEO no ha habido epidemia de desocupación ni aluvión importador, ni la pobreza se ha disparado y los indicadores están mejorando. Lentamente, pero sobre bases sustentables. Es lo que a los perionistas les molesta, me temo, y no la situación del tercio de argentinos que dejaron en la pobreza. Y si el joven Schteingart no está de acuerdo con este diagnóstico puede desmentirlo por la vía más fácil: conseguir un solo dato que confirme su diagnóstico en vez de seguir exhibiendo su indudable destreza perionista criticando los míos. Mientras los busca, compañero Schteingart, reciba cordiales saludos de su amigo, el Rey momo del chicanódromo, como me ha llamado. Hágaselos extensivos a Cristina apenas la vea.

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