El inglés del arbolito

La primera Navidad en América fue celebrada en 1492, por el mismísimo Colón y sus hombres, en la actual República Dominicana. Sin embargo el característico árbol tardaría algunos siglos en incorporarse. De probado origen germano se cree que llegó a Estados Unidos en 1870 -según lo refleja el arte de la época- y a México en 1864. Pero en el Río de la Plata apareció muchos años antes.

El 24 de diciembre de 1828 -en un hogar medianamente cercano a la actual Plaza de Mayo- los vecinos se agolparon para ver la primicia: por primera vez Buenos Aires tenía un árbol de Navidad. De hecho, era el primero en toda la región. Se trató de un pequeño abedul adornado con muñecas, soldaditos y trompos, al que iluminaron con diminutas velas, distribuidas entre sus ramas. Debajo, una gran cantidad de golosinas completaban la novedosa postal, a la que todos tuvieron acceso a través de un gran ventanal. No lo sabían, pero fueron testigos del comienzo de una tradición ya instalada en parte de Europa.

La casa pertenecía al inmigrante irlandés Miguel Hines, un ex soldado de la Corona que había llegado al Río de la Plata en el marco de las segundas Invasiones Inglesas.

Su historia tiene también cierta magia. Durante el avance de las tropas del Imperio por las calles bonaerenses fue herido de bala. Al encontrarlo convaleciente un vecino se apiadó de él, lo curó y lo protegió por mucho tiempo.

Hines había decidido unirse a las tropas, tras enterarse de que Buenos Aires estaba en manos de Gran Bretaña y ver desfilar con el botín a los victoriosos conquistadores por caminos londinenses.

Sin embargo, para ser justos con la verdad, sus deseos de dejar Europa eran fruto de una reciente decepción. Criado por su tía, al cumplir los dieciocho años pudo leer una carta -guardada celosamente hasta entonces- donde conoció su origen: era hijo ilegítimo del rey Jorge IV, en ese momento príncipe. Aparentemente el futuro monarca había hecho muy miserable la vida de su madre. Enfurecido con tal descubrimiento, sabiéndose bastardo en una sociedad que los marginaba, decidió tirar la carta al Támesis y con ella su pasado.

En el Nuevo Mundo, una vez sano, se casó con la uruguaya María González con quien tuvo cinco hijos. La familia poseía casas en ambos lados del río y cada tanto viajaban a Uruguay, donde terminaron instalándose. Veinte años separaban a Miguel de Inglaterra cuando decidió iluminar su árbol y maravillar a todos en la calle Defensa, cerca de la Iglesia de San Telmo.

Lamentablemente Hines no tuvo el mejor final. Fue asesinado en 1843 en extrañas circunstancias en Colonia del Sacramento. Diversas fuentes señalan a aliados uruguayos de Rosas como los autores, pues don Miguel simpatizaba con el bando unitario. Se arrestó a dos hombres. La viuda del “inglés del arbolito” -como ya se lo conocía, aunque había nacido en Dublín- pidió que no se los ejecutara. Expresó sus sospechas sobre una embarcación inglesa vista, misteriosamente, durante algunas horas en el puerto. Además, no tenía ningún sentido ocasionar más sufrimiento. Se los fusiló de todas formas, sin darles derecho a réplica.

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