El “dólar futuro” y los impuestos

La reforma que aprobó el Congreso sobre Ganancias, grava por “única vez” las transacciones.

La lucha contra la evasión fiscal y la economía informal debe apoyarse en ciertos pilares fundamentales. De arranque, los impuestos deben ser justos, razonables y temporales. Esto evita los incentivos que llevan a la gente a ocultar sus ingresos y bienes. Por supuesto, del otro lado está la aplicación de los impuestos o el gasto público, lo que será objeto de otro artículo.

La última reforma del impuesto a las Ganancias incluye un punto que grava el resultado de las operaciones con el dólar futuro “por única vez” y en forma retroactiva para compensar el faltante de caja que producirá la reforma.

De todos modos, hay varios puntos que vale la pena analizar, entre ellos los 6 que se detallan a continuación:

1) Retroactividad. Esta palabra, junto a la creación de un nuevo gravamen, además de su vulnerabilidad ante la Justicia, es el talón de Aquiles de la República. Los inversores necesitan para la toma de decisiones reglas de juego claras. Uno de los puntos que miran todos los inversores es el impacto tributario de las decisiones que toman. Acá el problema, como mencioné, no sería el impuesto creado, sino la intención de hacerlo retroactivo. Recordemos, además, que durante mucho tiempo, el gran proveedor de liquidez para este mercado fue el Banco Central, es decir, nadie puede alegar que era una operación desconocida o fuera del radar de la autoridad de aplicación.

2) Destrucción del mercado. En los últimos 2 años, este mercado ha sido utilizado agresivamente por los dos gobiernos: el pasado y el actual.

En el caso de Cristina Kirchner, con fines políticos, buscaron frenar la adecuación del tipo de cambio en caso de que perdieran las elecciones. Quisieron poner un cerrojo o trampa al Gobierno entrante, que le costó miles de millones de pesos al país y por el cual las autoridades salientes tienen un juicio en proceso.

En el caso del nuevo gobierno, utilizaron el dólar futuro como aliciente para que la gente pesifique su portafolio, comprando una cobertura.

Esto le permitió al Gobierno absorber muchísima liquidez para combatir la inflación, que en el segundo semestre ha bajado sustancialmente. Esto también costó miles de millones de pesos al país.

La retroactividad de la norma impacta de lleno en la credibilidad de aquellos que decidieron confiar e invertir en pesos y "lockear" o fijar su ganancia en moneda dura.

Un país con tanta imprevisibilidad e inflación, y con la gente “mentalmente” dolarizada, necesita un mercado de futuros eficiente, líquido y confiable. Es su manera de protegerse frente a la mayoría de las medidas desacertadas tomadas año tras año en las últimas décadas, que produjeron la necesidad de cubrirse ante la mayor volatilidad generada.

La gente no gobierna sino por medio de sus representantes. Pero acepta las reglas del juego. No se las pueden cambiar en forma caprichosa por necesidades de caja o cambio del signo político.

3) Equidad. Supongamos que una empresa internacional o su representante local decidiera invertir en pesos argentinos sus excedentes de liquidez y aprovechar el mercado de futuro para cerrar precio. Si la parte de dólar futuro se hiciera en su tesorería en casa matriz, a través de la operatoria de NDF (Non Deliverable Forwards) en Nueva York, que es el símil de dólar futuro, no pagaría impuestos en la Argentina.

Mientras que quien compro aquí estaría alcanzado por el gravamen nuevo y viejo y, según el sujeto de impuesto, en forma retroactiva.

4) Justicia. Ya entrando en el análisis del impuesto a futuro, cualquier inversor extranjero busca retornos en moneda dura. Esto no pasa solo en la Argentina, sino que es una práctica universal. Con tantos países sedientos de inversiones, esta decisión tendrá un impacto negativo sobre el objetivo del país, que es crecer a través de la inversión, con todos los efectos positivos en recaudación y creación de empleos que esto conlleva.

Recordemos que uno de los componentes que forman el precio del dólar futuro es la tasa de interés, que está directamente vinculada con la inflación. Es decir, la supuesta ganancia del dólar futuro está gravando en parte la “inflación”. Difícil de explicar eso a un inversor internacional, pero más aún convencerlo de que venga al país.

5) Coherencia. ¿Qué pasa con el productor que compró insumos importados para la próxima cosecha o el industrial que importó una máquina?

Como sus ventas se realizan en el mercado local y son en pesos, necesitó un instrumento para que sus cuotas o pagos al exterior sean razonables y proyectables. ¿Qué impacto tiene sacarle estabilidad a las reglas de juego en forma retroactiva? ¿Qué impacto tiene hacerle pagar impuestos por un instrumento de cobertura, cuyo principal componente es el paso del tiempo y la inflación? ¿La adecuación del mínimo no imponible para las personas se estaría financiando con un gravamen “sobre la inflación” para los productores, importadores o comerciantes?

6) Desarrollo del mercado de capitales. A esta altura suena redundante decir que la medida dinamita una de las patas del mercado financiero, que es el mercado a futuro. Pero es necesario volver a mencionarlo.

Desconozco a esta altura si el Presidente tendrá margen político para vetar esta parte de la ley, o si el costo de hacerlo será muy alto, pero es algo que debería considerarse cuando se miden costos y beneficios de cara a un proyecto de largo plazo.

Cuando le sacan estabilidad o encarecen a través de un impuesto adicional y retroactivo a las coberturas, lo único que logran es subir la prima de riesgo, y eso lleva a que para invertir en el país se busquen retornos más altos, la tasa de corte suba y deje muchos proyectos locales sin financiación ni inversores.

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