Por Fernando Iglesias - Periodista. Especial para Los Andes
“Quiero hablar con la mano en el corazón porque este es un manual para saqueos, violencia y desestabilización de gobiernos que tiene su historia... se inauguró el primer tomo de este manual en el final del gobierno del doctor Alfonsín... sectores políticos, y fundamentalmente sectores del Pejota, todos lo sabemos perfectamente... Lo mismo pasó en 2001... Sabemos cómo se organizó eso. Sabemos quiénes eran los actores. Sabemos que comenzó en la Provincia de Buenos Aires... Bueno, toda la vieja historia que ya conocemos los argentinos”.
Quien así hablaba en diciembre de 2012 (ver https://www.youtube.com/watch?v=7ctktaLNWRA&x-yt-ts=1422579428&x-yt-cl=85114404#t=12 ) no era un opositor al peronismo sino la mismísima y peronista Presidente de la Nación, Cristina Kirchner, quien en medio del pánico provocado por los saqueos de Bariloche tuvo un súbito ataque de memoria. O de amnesia, si prefieren, ya que olvidó que en diciembre de 2001 había pedido la renuncia de De la Rúa y denominado a las acciones recomendadas por el "manual para saqueos, violencia y desestabilización de gobiernos peronista" como "revocatoria popular de mandato" (ver https://www.youtube.com/watch?v=ZTTZFAp8UtU)
El repentino ataque de memoria se le pasó, en todo caso, porque en noviembre de 2015, en plena campaña sucia contra Macri, desahució sus capacidades de gobernabilidad diciendo: “Estoy preocupada porque la Ciudad de Buenos Aires tuvo tres jefes de Gobierno, y uno fue presidente en el ’99 pero en el 2001 se fue en helicóptero”. Y luego: “Quiero que cada uno vote con mucha reflexión (sic). Después no vengan con el que se vayan todos”.
Conectar la reconocida trayectoria destituyente de la señora Kirchner con sus actitudes posteriores a la elección de Macri es un ejercicio que todo ciudadano avispado debería acometer luego de recordar que el último presidente no peronista que terminó su mandato fue Alvear, en 1928.
Esta vez, el intento kirchnerista de desgastar a un gobierno no peronista comenzó antes de su asunción, con una oposición cerrada a toda transferencia organizada del poder que fue desde el ocultamiento de información vital sobre el caótico estado del país hasta la negativa a participar de la ceremonia de entrega del bastón de mando. Quienes redujeron el episodio a mero capricho de despechada desconocen la realidad y subestiman el peligro: la inexistencia de la foto de entrega del bastón presidencial tiene un significado transparente para la militancia K. Su ausencia explicita que el kirchnerismo no considera la asunción de Macri como parte de la natural alternancia democrático-republicana sino como un acto de destitución del único poder popular legítimo, el kirchnerista, lo que autoriza y da inicio a la resistencia contra un poder que consideran extraño, extranjero. Estamos hablando, claro, de una tradición política que se considera heredera de quienes, en plenos Setenta, tomaron las armas y pasaron a la clandestinidad frente a un gobierno que habían votado.
Aquel pasaje de consignas entre Cristina y Macri nunca efectuado fue el acto fundacional del Club del Helicóptero. Le siguieron toda una serie de actitudes y declaraciones destinadas a erosionar hasta donde fuera posible al gobierno democráticamente elegido. El levantamiento del cepo y los -por ahora- exitosos intentos de destrabar el caos económico que es la Argentina fueron calificados, en plazas y programas de la TV Pública, como parte de una restauración neoliberal por los responsables y autores del desastre. La discontinuidad de 6-7-8, un programa goebbeliano de persecución y calumnias cuyo nivel de audiencia y costos salariales lo hacen inviable para cualquier emisora, fue presentada como un intento de censura gubernamental, así como el despido de Víctor Hugo Morales de una emisora privada.
Un soldado a las órdenes de la anterior presidente se atrincheró en un organismo público invocando la vigencia de una ley cuyo único artículo que había respetado era el referente a su propia continuidad, mientras una andanada de bombas de tiempo económicas era disparada desde el estribo del poder. La misma incluyó la devolución de los fondos que el kirchnerismo había negado a las provincias por seis años hasta a aquellas provincias que no lo habían solicitado, con cargo a Macri; un endeudamiento de última hora a ritmo y tasas noventistas, con cargo a Macri; la venta de dólares a futuro a precios regalados, con cargo a Macri; y una epidemia de contratación de ñoquis como nunca se había visto en los abundantes anales del Estado argentino, con cargo a Macri.
A continuación, la no renovación de contratos que a último momento incorporaron al Estado a miles de jóvenes kirchneristas fue calificada de “despidos arbitrarios”, y el carácter de militantes de todos ellos, prueba indudable de la arbitrariedad partidaria con que el kirchnerismo ha manejado al Estado, fue presentada como prueba de persecución ideológica y macartismo.
Un festival de la hipocresía encabezado por lo peor del kirchnerismo, plagado de cretinos políticos que por doce años violaron conscientemente la Constitución y la Ley y que, con admirable sentido de la oportunidad, descubrieron la República hace dos semanas. El mundo al revés. Un show de cinismo, vulgaridad y obsecuencia en el que solo faltó Luisito Delira citando a Montesquieu y abogando por la independencia de poderes.
Es el Club del Helicóptero, compañeros, y sus performances más espectaculares tuvieron lugar en la Provincia de Buenos Aires, núcleo central de la gobernabilidad argentina. Hablo de la orden de Cristina que desbarató el acuerdo sobre el presupuesto provincial alcanzado entre el oficialismo y los legisladores del Frente para la Victoria, y de la espectacular fuga de los Lanatta y Schillaci que dejó en evidencia que la cadena de la Policía Bonaerense no termina en las autoridades estatales legítimamente constituidas sino en el Partido Justicialista de la Provincia de Buenos Aires.
Nadie que haya prestado atención a los hechos puede creer que los tres fugitivos, condenados a cadena perpetua por el triple crimen de la efedrina que bancó la campaña kirchnerista de 2011, hayan podido escapar y permanecer prófugos dos semanas sin la declaración de zonas liberadas por parte de las fuerzas de “la mejor policía del mundo”, como las calificó el compañero Duhalde. Vaya casualidad, se trata de la misma fuerza policial que en diciembre de 2001 le abrió a Duhalde el camino a la Presidencia y habilitó el posterior ciclo kirchnerista liberando zonas para los saqueos “espontáneos” que acabaron con el gobierno de De la Rúa. Gobernaba la Provincia, justo es recordarlo, el compañero Ruckauf del “meta bala”; su secretario de seguridad era Juanjo Álvarez, ascendido luego a secretario de seguridad de la Nación de Rodríguez Saá; y formaba parte del elenco ministerial de Ruckauf un tal Aníbal Fernández, quien salió de la reunión en el Banco Provincia con Ruckauf, Álvarez y los intendentes peronistas del conurbano en la que se decidió la política de zonas liberadas justificándolas con la siguiente declaración: “Decidimos evitar muertes”.
Quien piensa mal comete pecado pero acierta, solía decir un tal Giulio Andreotti, que no por nada fue la principal figura política italiana de la posguerra. Haría bien en escucharlo el actual gobierno, para que no crea que la grieta se cierra con voluntarismo. En su defecto, podría recordar aquella publicidad de Canal 13 que intentaba sostener la audiencia entre programa y programa al grito de “No se vaya, que ahora viene lo mejor”. Y es que, a no dudarlo, lo mejor del Club del Helicóptero comenzará a continuación, el primero de marzo, cuando ambas cámaras vuelvan de sus vacaciones.
Mayoría kirchnerista en el Senado. Primera minoría en Diputados. Son los títulos del nuevo drama que prepara el Club del Helicóptero. Quienes aún piensan que el kirchnerismo desaparecerá por haber perdido una elección sufrirán con sus capítulos a partir del inicio de las sesiones. Acaso entonces, aquellos que creen que el acceso a la República es un evento automático comprenderán la estrategia de Macri de no llamar a sesiones extraordinarias y avanzar con un programa de reformas que ha reconocido como únicos límites la Constitución y la Ley, durante la corta luna de miel de este verano.
La táctica debe incluir, forzosamente, la colaboración del Frente Renovador y de los sectores no kirchneristas del Partido Justicialista, obligados hoy a garantizar la gobernabilidad por responsabilidad institucional, en el mejor de los casos, y por conveniencia política, en el peor; ya que cualquier traspié del Gobierno significaría su derrota a manos del Club del Helicóptero, su adversario político interno.
¿Podrán Massa, Urtubey, De la Sota y los caciques provinciales peronistas evitar la adhesión del Pejota a ese Club del Helicóptero que ha hecho de la erosión del poder macrista su única estrategia? ¿Serán capaces de tener éxito en la democratización republicana del justicialismo, en la que fracasó Cafiero? ¿Se mantendrán inmunes a la tentación del poder inmediato si el Gobierno de Cambiemos sufre un traspié económico o una caída de su popularidad, por ahora en alza, durante sus cuatro años de mandato?
Yo no lo creo, pero lo espero, y estoy dispuesto a dejarme convencer por los hechos. En tanto, no estaría mal que quienes proclaman que el kirchnerismo no es peronismo recurran a la institucionalidad de la que tanto hablan y propongan la expulsión del Partido Justicialista de personajes lamentables como Aníbal Fernández; que para eso existen los tribunales de disciplina partidarios. Que lo hicieran no constituiría una prueba definitiva de la negativa del peronismo no kirchnerista a integrar el Club del Helicóptero, pero sería, al menos, un comienzo.